VOCACION Y EDUCACION CRISTIANA
- estradasilvaj
- 18 may
- 6 Min. de lectura
He estado tratando de comprender el concepto de "ADN LASALLISTA" y la Circular 475 de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle). Me han parecido muy novedosos e interesantes. Necesito releer de nuevo ambas asuntos para compenetrarme bien de lo que los Hermanos y los Consejeros quieren poner a nuestra reflexión.
Resulta que he venido dando seguimiento a algunos niños que están recibiendo en su escuela cristiana enseñanza religiosa y he descubierto muchas lagunas y procesos pocos acertados desde el punto de vista formativo o educativo, y de la enseñanza y contenido propiamente cristiano. También, a niños que no reciben ninguna educación cristiana por estudiar en centros escolares del Estado. Aún así, algunos padres y sus hijos participan de los cultos o celebraciones que los grupos cristianos o iglesias evangélicas tienen en todos los barrios.
Entonces, me ha llamado la atención el tema de las vocaciones religiosas y la educación cristiana, sea católica o no. Pues, tenemos que reconocer que en centros privados de confesión católica asisten niños y jóvenes de confesión no católica. Encuentro una importante conexión entre diversos elementos que tienen que ver con las vocaciones o aspiraciones a la vida consagrada. Cito por ejemplo, en primer lugar, a la familia; el centro de estudio; el profesor sea laico o religioso quien enseña o tiene a su cargo la educación cristiana; las celebraciones de carácter religioso dentro del centro educativo; el entorno social donde se desarrolla el niño o joven estudiante; los factores externos como toda la información, muchas veces, adversa, secularizada, manipulada, incompleta que flota en los medios de comunicación, redes sociales y demás recursos que de alguna manera afectan nuestros valores, pensamientos, cultura, idiosincrasia, criterios, ética y demás.
Todos estamos claros que nuestros tiempos exigen no sólo una formidable y sólida formación de la persona humana, sino también, un desarrollo lo más integral posible. Cada vez tenemos al alcance instrumentos e innovadoras formas de elevar nuestra calidad formativa, pero no todas las personas logran posicionarse a esos alcances porque requieren recursos económicos. Hay una grave crisis laboral, el despliegue migratorio es descomunal y los países de nuestra región, como otros del mundo, por diversos factores, atraviesan lamentablemente profundas y severas crisis geopolíticas y económicas de un impacto y consecuencias dolorosas para las mayorías, en particular, de los grupos más vulnerables de nuestra sociedad.
Es una hecho evidente el desaliento de los jóvenes en optar a un compromiso como consagrado en la vida religiosa, sacerdotal o misionera. ¿Dónde está el origen de este desamor por esta clase de compromiso? Pues, tengo que admitir también que los jóvenes de hoy en día tampoco quieren responsabilidades en el matrimonio. Viven relaciones de pareja como una aventura nada más, sin un compromiso sincero y responsable. Y, por otro lado, observamos en silencio, el creciente número de jóvenes de ambos sexos que deciden ser parte de la corriente LGTB. El fenómeno del aborto y la gravísima situación de mujeres en situaciones de alto riesgo por la violencia, la explotación y el tráfico sexual. No olvido tampoco, los penosos y vergonzosos casos de abuso sexual a menores. Todo este contexto, no deja de influenciar en el interés de los jóvenes de ambos sexos por la vida consagrada, sacerdotal o misionera.
Entonces, tomando en consideración estos precedentes, me permito compartir algunas reflexiones y recomendaciones, al título de este escrito.
1. La familia. De ella se dice mucho, pero se ve poco cambio para que retome su posición en la sociedad y la seguridad de lo más preciado: los hijos, la prole, el destino de una nación. La familia no es asunto social meramente, es también político y estratégicamente económico. Cuestión que los líderes no han sabido entender, y si lo han hecho, lo han entendido al revés. Razones y ejemplos sobran.
Por eso, es necesario que este componente sea parte de la estrategia de las vocaciones y de la enseñanza cristiana en los centros de estudio. No se ha sabido incluir de manera activa, participativa y creativa a la familia. No estoy diciendo a los padres de familia, sino, a la familia como el centro de vida de una sociedad. Porque, es en la familia de donde provendrán las vocaciones y una enseñanza y clima religioso cultural en el centro de estudio favorable que propiciará también que Dios pueda ejercer su llamado a quienes libremente acepten comprometerse con él y su misión en el mundo. Me atrevo a decir también, que el Santo Fundador tenía muy claro esto y por eso en muchos de sus escritos insiste en el testimonio de palabra y actos de quienes están a cargo de la enseñanza en las aulas. La Comunidad Educativa es también parte responsable de las vocaciones en la Iglesia.
2. La Iglesia. Hilo lo anterior al asunto que estoy tratando de reflexionar con mayor profundidad. La Iglesia no está reducida a los clérigos, ni a las parroquias, ni a los movimientos... somos todos los creyentes; los que libremente hemos aceptado a Cristo en nuestra vida. El bautismo ha sido la puerta de entrada, y nos olvidamos de que estamos dentro.
Prestar atención a las vocaciones y cuidar la calidad de la enseñanza cristiana tanto en el colegio como en el seno de la familia es colaborar en la construcción de la Iglesia. Porque son las vocaciones el futuro de una Iglesia joven, nueva, abierta y capaz de hacer frente a los dilemas y desafíos de todos los tiempos. ¿Es posible lograrlo? Es imprescindible alcanzarlo.
3. La enseñanza cristiana. ¿Cuántos de nuestros centros de estudio tenemos personal formado, preparado, actualizado en todo lo relativo a la fe cristiana? ¿Acaso son gente comprometida con su parroquia? ¿Viven como verdaderos cristianos? La enseñanza cristiana va más de una o dos horas de clase a la semana. El crecimiento y maduración de la fe en el corazón del ser humano le llevará toda su vida, más allá de las aulas y de las muchas actividades religiosas que se organicen. Por lo tanto, no tenemos que perder esa perspectiva, esa visión. Hay que acendrar en la mente y en el corazón de cada niño y joven los valores que el mismo Jesús nos planteó en sus enseñanzas y obras. Hay que estudiar y tratar de comprender la Biblia, en particular, el Nuevo Testamento. Pero, también, no hay que olvidar otras enseñanzas y orientaciones del Magisterio de la Iglesia. A lo largo de los años de estudio, en la medida que los niños van creciendo y desplegando su personalidad, vamos dosificando como una escalera aplomada, todo esta rica sabiduría de la vida. Porque, es en ella, donde más adelante, cuando empiecen a enfrentar la dureza de la vida, hallarán la luz y las fuerzas, la confianza y la capacidad de encontrar respuestas a sus dudas y pruebas. Serán capaces de abandonarse a Dios y encontrar sentido, a todo aquello que no se puede explicar por la ciencia o la razón.
4. La llamada de Dios. La palabra vocación significa llamada, ser llamado. Uno puede ser llamado, pero no saber escuchar, o confundirse como Elías cuando esperaba la llegada del Señor. Fue en la serenidad, en el silencio, en la suavidad que Dios llegó a él.
El joven de hoy vive más lleno de ruidos y distracciones que antes, casi vive desconectado de la realidad. ¿Cómo va escuchar a Dios?
Sin embargo, Dios siempre se expresa, se presenta a todo hombre y mujer de la manera menos esperada. Nuestro tiempo está lleno de realidades muy claras: los emigrantes, los jóvenes atrapados en drogas, sexo, redes sociales, en el limbo... mujeres en riesgo, familias disfuncionales, crisis laborales y económicas.... la lista es muy larga. El campo que debiera estar lleno de ricos frutos, es una ciénaga. Es en medio de estas circunstancias donde Dios está presente y nos hace su llamado al compromiso, al servicio, a la solidaridad, a la fraternidad. Es en medio de la confusión de muchos, donde nos llama a ser portador de su verdad y de animar a todos, no de convertirnos en profetas del fin del mundo o de que todo está perdido. Dios está ahí, se hace el encontrado en el camino. ¿Por qué no lo vemos, por qué no lo escuchamos?
Por lo tanto, es fundamental una educación cristiana que nos conduzca a escuchar y a reconocer a Dios en el mundo de hoy y de mañana. Como decía el Santo Fundado, "a ver las cosas con los ojos de Dios", sabias palabras. Estoy seguro, que si la escuela cristiana no sólo pone la semilla de Cristo en el corazón humano, sino que la ayuda a crecer sana y fuerte; Dios, nos enviará una cosecha abundantes de vocaciones religiosas, sacerdotales y misioneras. ¡Dios me oiga!
"Yo planté, Apolo regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios."
(1Corintios 3,6)




Comentarios