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APACIENTA MIS OVEJAS

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 5 jun
  • 5 Min. de lectura

En la orilla del mar de Tiberíades, Jesús resucitado dialoga con Pedro en uno de los encuentros más intensos del Evangelio: “¿Me amas?”, le pregunta tres veces. Y a cada afirmación de amor, Jesús responde con una misión: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-19). No le pide que las gobierne, que las vigile o que las controle, sino que las apaciente: con ternura, con verdad, con entrega.

Este pasaje es la clave para entender la vocación de todo Pontífice, y particularmente la de León XIV, elegido en uno de los momentos más tensos del siglo XXI. Heredero de una Iglesia sacudida por crisis internas, guerras globales, transformaciones tecnológicas y un creciente desencanto social, su pontificado se enfrenta a la ardua tarea de renovar el rostro de la Iglesia sin traicionar su esencia.

El Papa León XIV llegó al trono de Pedro en medio de una tormenta. Su elección fue leída por muchos como una búsqueda de equilibrio: una figura serena pero firme, profundamente enraizada en la tradición y, al mismo tiempo, consciente del lenguaje del mundo moderno. Formado en teología bíblica, con experiencia pastoral en zonas de conflicto y un profundo compromiso con los más pobres, su rostro refleja más la del pastor que la del gobernante.

Desde sus primeros gestos —una cruz sencilla, palabras medidas y la insistencia en el silencio contemplativo— León XIV ha mostrado que su enfoque es menos mediático y más interior. No busca protagonismo, sino fecundidad espiritual. Su lema, “In Veritate et Caritate” (En la Verdad y en el Amor), da testimonio de ello: la verdad sin caridad es filo; la caridad sin verdad, niebla.

2. Desafíos del presente: un mundo roto y una Iglesia herida

El Papa León XIV enfrenta un mundo en estado de fractura. Algunas de sus principales preocupaciones son:

Guerras y conflictos geopolíticos: Desde Ucrania hasta Gaza, desde el Sahel africano hasta América Latina, el mundo vive una nueva forma de guerra híbrida: militar, económica, informativa y cultural. León XIV ha denunciado con firmeza "la globalización de la indiferencia y del descarte humano", heredando y profundizando la denuncia profética de sus predecesores.

Migración y desplazamiento forzado: Ha calificado la situación de millones de refugiados como “un clamor de la carne de Cristo que sigue siendo crucificado en la historia”. Su acercamiento no es meramente político, sino evangélico: abrir el corazón, tender puentes, ver rostros.

Iglesia dividida internamente: León XIV hereda una Iglesia polarizada, con sectores que desconfían de cualquier renovación y otros que piden reformas drásticas. Su llamado constante ha sido a la unidad en la diversidad, rechazando tanto la rigidez doctrinal como el relativismo moral.

Revolución tecnológica y deshumanización: En sus primeros documentos, ha alertado sobre el peligro de una cultura dirigida por algoritmos sin alma. La inteligencia artificial, dice, debe servir al hombre, no reemplazarlo. Y más aún, debe estar al servicio del bien común, no del lucro desenfrenado.

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León XIV no ha llegado a demoler estructuras, sino a buscar raíces más profundas desde las cuales reformar lo que está seco. Sus líneas de acción hasta ahora revelan varias prioridades claras:

Regenerar el ministerio sacerdotal: En varias ocasiones ha afirmado: “No necesitamos funcionarios del culto, sino hombres que ardan de Dios”. León XIV impulsa una formación espiritual más honda, una vida comunitaria real y una pastoral que no sea ocupación, sino vocación vivida.

Diálogo ecuménico e interreligioso: Con respeto y claridad, ha retomado el impulso del Concilio Vaticano II. Su acercamiento con el Patriarcado Ortodoxo, con líderes musulmanes moderados y con comunidades judías ha sido respetuoso, evitando el sincretismo y sosteniendo la verdad del Evangelio.

Una Iglesia en salida, pero enraizada: Retoma la imagen de la Iglesia como hospital de campaña, pero añade: “un hospital que también forma, cura y envía”. Su visión pastoral no es de emergencia constante, sino de maduración constante.

Discernimiento sin laxitud: León XIV insiste en que la misericordia no puede ser excusa para el caos moral, pero tampoco puede ser sofocada por legalismos. Como Jesús con Pedro, busca un equilibrio entre la verdad y la ternura: “¿Me amas?”, antes que “¿Me obedeces?”

Juan 21, 15-19: el paradigma de un liderazgo al estilo de Cristo

La clave de su pontificado está contenida en ese misterioso diálogo entre Cristo y Pedro. Hay tres aspectos centrales que León XIV parece encarnar de este texto:

a) Primero el amor, luego la misión

Jesús no encarga el rebaño a alguien perfecto, sino a alguien que lo ama. El Papa León XIV ha dicho en más de una ocasión que “una Iglesia sin amor es un aparato sin alma”. Por eso insiste en formar líderes pastorales con corazón, no solo con diplomas.

b) Apacentar, no dominar

Apacentar implica acompañar, proteger, alimentar, curar. León XIV se presenta como un Pontífice menos centrado en el poder y más en el servicio. De hecho, ha descentralizado varias decisiones pastorales a las conferencias episcopales, buscando corresponsabilidad.

c) Aceptar el martirio espiritual

Jesús anticipa a Pedro que su camino terminará en la cruz: “Cuando eras joven... pero cuando seas viejo, otro te ceñirá”. León XIV ha advertido que ser cristiano hoy implica nadar contra corriente: “Seremos criticados, atacados, ridiculizados... pero no podemos ceder al miedo”. Esta valentía evangélica es uno de los rasgos más notables de su liderazgo.

No hay Pontificado sin cruz. Y en tiempos convulsos, el riesgo de que el Papa se convierta en rehén de ideologías es alto. Sin embargo, León XIV ha optado por el fuego de la zarza ardiente —la presencia de Dios que no consume sino transforma—, en lugar de los fuegos artificiales de la popularidad.

La Iglesia no necesita otro gerente ni un nuevo mesías. Necesita, como siempre, un testigo: alguien que sepa escuchar la voz de Cristo en las madrugadas de la historia y que, como Pedro, se atreva a responder con franqueza: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”.

Algunas recomendaciones para la Iglesia de hoy

A) Para los obispos y sacerdotes

-No teman parecer “débiles” por mostrar ternura pastoral. Jesús no pidió héroes de guerra, sino pastores dispuestos a dar la vida.

-Salgan del clericalismo estéril. Vuelvan al pueblo con los pies polvorientos y el corazón abierto.

-Escuchen más. Hablen menos. Y cuando hablen, que sea con la Palabra de Dios, no con ideologías disfrazadas.

B) Para los laicos

-No esperen todo del Papa. El rebaño no es solo suyo: es de todos.

-Oren por él. Si hace falta, digan libremente su punto de vista pero con caridad. Recuerden que carga un peso que solo Cristo comprende.

-Formen comunidad: no sean cristianos “de redes”, sino de carne y hueso.

C) Para los jóvenes

-El Papa León XIV los necesita. No solo como seguidores, sino como constructores de una nueva humanidad.

-Pregúntense con honestidad: “¿Amo a Cristo?” Si la respuesta es sí, entonces... apacienten. Sirvan. Levántense.

Cristo sigue preguntando hoy, como entonces: “¿Me amas?”

Y sigue encargando su rebaño a seres humanos imperfectos pero tocados por su gracia.

León XIV, con su voz serena y su corazón encendido, nos recuerda que no hay mayor dignidad que esta: apacentar con amor en un mundo herido.

Porque en tiempos oscuros, solo la luz del amor pastoral puede guiar el camino.

Y tú, lector, ¿amas a Cristo?

Entonces, escucha su voz. Y apacienta.

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