LO QUE NO SE DICE, LO QUE NO SE QUIERE SABER
- estradasilvaj
- 4 jun
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Desde el estallido del conflicto en 2014 y su escalada definitiva en febrero de 2022, la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido narrada por los medios occidentales y rusos como una lucha de blancos contra negros, de demócratas contra tiranos, de agredidos contra agresores. En parte, esta narrativa refleja verdades irrefutables (como la invasión territorial), pero también oculta capas profundas del conflicto: intereses económicos, dinámicas geopolíticas, narrativas manipuladas y silencios estratégicos.
1. Geopolítica y cinismo: ¿quién juega realmente este ajedrez?
Detrás de los eslóganes sobre soberanía y libertad, la guerra en Ucrania es un tablero donde compiten potencias globales. No solo se trata de Rusia versus Ucrania, sino de Rusia contra la OTAN y, en un plano más amplio, del Este contra el Occidente liberal-capitalista.
Lo que no se dice:
Ucrania fue una ficha estratégica para ambos bloques desde los años 90. Mientras Rusia buscaba mantener su influencia en el “extranjero cercano”, EE.UU. y la OTAN avanzaron en la expansión hacia el Este, violando promesas no escritas a Mijaíl Gorbachov de que no lo harían.
La OTAN armó a Ucrania durante años antes de 2022. Desde 2014, tras la anexión de Crimea, los países occidentales comenzaron a entrenar y equipar al ejército ucraniano, preparando de facto un escenario bélico.
¿Paz? Solo si conviene. Las negociaciones de paz (como las de Minsk) fueron usadas por ambas partes como treguas para rearmarse. Esto fue admitido incluso por figuras europeas como Angela Merkel y François Hollande.
2. La narrativa de los buenos y los malos: una versión infantil del horror
El relato dominante presenta a Ucrania como víctima pura y a Rusia como el monstruo expansionista. Si bien esta lógica tiene sustento (la invasión rusa es ilegal según el derecho internacional), es insuficiente para entender el conflicto.
Lo que no se dice:
Ucrania no es una democracia modelo. Antes de la guerra, Ucrania era considerada uno de los países más corruptos de Europa. Los oligarcas dominaban la política, y la libertad de prensa estaba comprometida.
¿Y los neonazis? El Batallón Azov y otros grupos nacionalistas de extrema derecha existen y han tenido peso en las estructuras militares ucranianas. Minimizar este dato es una omisión peligrosa.
La represión al Donbás desde 2014. Durante ocho años, las regiones prorrusas del este vivieron una guerra de baja intensidad con miles de muertos. La guerra no comenzó en 2022, sino en 2014, tras el cambio de gobierno promovido por protestas apoyadas indirectamente por EE.UU. y Europa.
3. El negocio de la guerra: armas, gas y reconstrucción
La guerra es una tragedia humana, sí. Pero también es un negocio colosal.
Lo que no se dice:
Las industrias armamentistas occidentales están facturando como nunca. Empresas como Lockheed Martin, Raytheon, Rheinmetall y BAE Systems han visto subir sus acciones a niveles históricos.
EE.UU. ha convertido a Ucrania en un laboratorio bélico. Se prueban nuevas armas, se recolectan datos sobre la efectividad de equipos en combate real, y se entrenan soldados sin arriesgar tropas estadounidenses.
La reconstrucción ya tiene postores. Empresas privadas están listas para invertir en la reconstrucción de Ucrania, en lo que podría convertirse en un nuevo “Plan Marshall”, pero orientado al lucro privado y condicionado por intereses occidentales.
4. Medios de comunicación: propaganda y autocensura
La cobertura del conflicto ha sido abrumadoramente parcial. Los medios rusos están censurados o bloqueados en Occidente, y los medios occidentales han adoptado un relato homogéneo.
Lo que no se dice:
Hay censura en ambos bandos. En Ucrania, se han cerrado medios críticos, ilegalizado partidos opositores y militarizado la información. En Rusia, los disidentes son silenciados o perseguidos. En Occidente, la narrativa dominante margina a voces críticas o matizadas.
Periodistas independientes han sido atacados por ambos bandos. Algunos reporteros han sido encarcelados, secuestrados o asesinados por informar desde perspectivas incómodas.
Las redes sociales han filtrado información con algoritmos ideológicos. Meta y otras plataformas han bloqueado medios rusos, mientras amplificaban relatos occidentales. Esta selectividad erosiona la credibilidad de la información.
5. El papel de China, India y los países no alineados
Mientras el mundo parece dividido entre pro-Ucrania y pro-Rusia, la realidad es más matizada. La mayoría del planeta (incluyendo China, India, Brasil y Sudáfrica) ha adoptado una posición ambigua o pragmática.
Lo que no se dice:
Para muchos países, esta no es “su” guerra. Ven el conflicto como una pugna de imperios, no como una lucha moral. Y, por tanto, se niegan a tomar partido abiertamente.
China ha sacado rédito estratégico. Ha comprado gas ruso a bajo precio, ha fortalecido su influencia en Asia Central y se proyecta como mediadora global.
El Sur global ve una hipocresía occidental. ¿Dónde estaba la indignación moral cuando EE.UU. invadió Irak? ¿Por qué se habla de crímenes de guerra solo cuando los comete Rusia?
6. El costo humano invisible: más allá de los muertos
Las cifras oficiales de muertos, refugiados y heridos son solo la punta del iceberg.
Lo que no se dice:
Hay una generación destruida psicológicamente. Tanto en Ucrania como en Rusia, millones de jóvenes han sido arrastrados a una guerra que no pidieron. El trauma, la pobreza y el exilio marcarán a estas generaciones por décadas.
En Rusia, la represión ha aumentado. Decenas de miles han sido encarcelados o forzados al exilio por oponerse a la guerra. Esto rara vez se cubre en medios occidentales con la misma intensidad que la represión en Ucrania.
El impacto ecológico es devastador. Minas antipersonales, destrucción de infraestructuras, incendios industriales… Las consecuencias ambientales durarán generaciones, pero ocupan poco espacio mediático.
¿A quién le conviene la guerra?
La guerra entre Rusia y Ucrania es una tragedia multiforme: humana, ética, geopolítica. Pero también es una guerra narrada, administrada y utilizada por múltiples actores para fines que poco tienen que ver con la libertad de un pueblo. Las víctimas siguen cayendo, pero los dividendos de ciertos sectores siguen creciendo.
Lo que no se dice no es solo una omisión inocente: es parte de una estrategia discursiva que define quién tiene derecho a hablar, quién es creíble y quién merece apoyo. La pregunta no es solo quién dispara, sino quién lucra, quién calla y quién escribe la historia.
¿Somos consumidores pasivos de relatos de guerra o críticos activos de la información?
¿Qué guerra estamos apoyando sin darnos cuenta, cuando compartimos una publicación o aplaudimos una ayuda militar?
¿Es posible pensar la paz sin demonizar al enemigo, sin aplaudir al agresor y sin encumbrar a los oportunistas?
Quizá la verdadera revolución no sea elegir bando, sino atrevernos a pensar cuando todos gritan.




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