UN RAYO DE LUZ EN LA OSCURIDAD

Si analizamos con cuidado desde más de dos siglos atrás, la vida humana se ha venido deteriorando a pesar de los maravillosos descubrimientos e inventos, avances tecnológicos, médicos, culturales y en otros campos del conocimiento científico.

Hasta hace un poco más de una década el avance en materia de protección de los derechos humanos estaba avanzando positivamente. La explosión inmigratoria y el aceleramiento de políticas restrictivas y de muralla frenaron este avance y se cayó en el abismo del rechazo, indiferencia y criminalización.

La política fue secuestrada por el desborde tecnológico y el surgimiento de grupos sedientos de dinero que se arrobaron el poder político y económico, sacrificando la libertad y la justicia.

Ya el diálogo político y capacidad de entendimiento pareciera no lograr un rumbo confiable y seguro para el mundo, para los pueblos.

Crece un grave deterioro en la comprensión de lo religioso y abominable cultura de desprecio por la fe cristiana y católica fomentado por personas y grupos llenos de ambición y egoísmo.

En medio de estos escenarios que llenan de inseguridad y miedo a poblaciones enteras, surge un movimiento genuino e inspirado en la fe y amor humano.

Quizás algunos no creyentes o adversos al catolicismo piensen que es una estrategia vaticana la beatificación de jóvenes, colocándolos como iconos o prototipos de un nuevo rumbo.

Cierto es, pienso yo, que la Iglesia Católica necesita de un nuevo rumbo. Un camino que nos ayude a salir de esta oscuridad hacia la luz verdadera.

Decimos que la juventud es el futuro de las naciones. Y sí lo es. Como tan cierto es que dotando de una cultura diferente a los niños, es posible que logremos hombres capaces de construir un mundo diferente al que hemos hecho hasta ahora. Un mundo donde la violencia y el crimen nos asedian, el narcotráfico y la corrupción tienen el poder político y económico, donde el fanatismo religioso promueve guerra y venganza... Donde la misma naturaleza se ha vuelto en contra nuestra reclamando un trato "humano"...

Aquellos niños, aquellos jóvenes son nuestros. Sus hijos, sus nietos y bisnietos necesitan la oportunidad de alcanzar también un lugar en el Cielo.

Libramos una batalla cada día por sobrevivir, por mantener la empresa a flote, por no perder el puesto de trabajo, por no enfermar o morir.

Libramos una batalla también, y muy dura, por nuestra fe en contra de las acechanzas de toda clase de demonios y vicios humanos.

Por eso, te animo a perseverar en la oración, a ser fuertes en las pruebas, a esperar en la promesa del Señor Dios Todopoderoso, a practicar la generosidad con el pobre y despreciado, el inmigrante, el huérfano y la viuda, a practicar la justicia en las pequeñas cosas.

En lo que respecta mí, espero siempre que "todas las cosas sean uno, aguardando el momento en que Cristo sea todo en todos".