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TRES HISTORIAS PARA EL CORAZON

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 29 nov 2022
  • 3 Min. de lectura

1 La primera ocurrió hace muy poco tiempo. Trata sobre un comedor comunitario, de los muchos que hay, organizado por una familia muy humilde, postergada. Esta familia nos llama a la Red Solidaria con mucha preocupación: era una llamada muy precipitada y agitada. Había llegado una gran cantidad de comida, muy buena comida. Ellos tenían un determinado número de chicas, chicos y adultos mayores que iban al comedor. La comida les venía muy bien, no solo por su cantidad, sino también por su calidad. Estaban contentos. ¿Cuál era, entonces, la preocupación? Tenían demasiada comida para ellos, con lo cual iban a tenerla demasiado tiempo y existía el riesgo de que se echara a perder. Era un momento para que les diéramos una mano a ese comedor que estaba en medio de una tremenda pobreza. Pero no porque necesitara comida, sino porque necesitaba entregársela a otros. Es tan profundo y querible ese razonamiento de familias que organizan un comedor y con comida de más, en una situación propia tan compleja, están apurados por compartirla con otros y no perder tiempo. 2 La segunda de estas situaciones refiere a un taller de personas que estaban en situación de calle. Ahora estaban en un hogar para personas en situación de calle. Aparece un proyecto, una manera de darle una oportunidad, un intento de ocupación y trabajo. El proyecto consiste en reciclar muebles: el sistema era pedirle a la comunidad muebles viejos que no usaran. Unos carpinteros los formaban para reciclar estos muebles y venderlos. Cada tanto salían a buscar pedazos de muebles tirados a la basura, afuera de alguna casa. Nos llamaron varias veces para avisarnos que, en algunas de estas vueltas que daban, en esta búsqueda de muebles para trabajar, a veces la cantidad de muebles que había era muy grande. Regularmente otras personas también llevaban estos muebles. Entonces, el grupo que los reciclaba decidió que no tomarían todo lo que se encontraran: cada tanto levantarían los muebles y cada tanto los dejarían para que otros pudieran usarlos. Decidieron cada tanto levantar los muebles y cada tanto dejarlos para que otros pudieran usarlos. La situación de calle es una situación muy impactante, te deja afuera de todo. Sobre todo, cuando se da en personas de mucha edad, con dificultad para reinsertarse laboralmente, lo que genera además un impacto psicológico enorme. Y a estas personas les parece que no todo es para ellos, que tienen que compartir la materia prima. Otra historia maravillosa de aquellos que tienen casi nada o nada y cuando aparece algo lo comparten. 3 La última es una historia fortísima. La de una mujer, Zunilda, con dos hijos. Con treinta y largos años tiene una enfermedad que empeora y empeora. Llega a emergencia nacional: necesita un trasplante de hígado. La situación es tremenda y angustiante. Pasan los días y no aparece el hígado. Pero un día entra el médico a la sala de internación y le dice: “Tenemos una buena noticia. Apareció un hígado para vos, vamos a poder trasplantarte”. Y Zunilda, esta joven madre de dos hijos, dice: “Doctor, muchas gracias. Pero me enteré que otro chico, Santiago, que está en otro cuarto, está en emergencia nacional como yo. Creo que, siendo tan chiquito, con tres-cuatro años, él tendría que recibir este hígado. Creo que he vivido bastante y puedo seguir esperando”. ¡Qué nivel de entrega, qué maravilla, qué capacidad de dar casi inexplicable! Vemos otra vez la tremenda generosidad de nuestra gente, de la condición humana en su versión más maravillosa. La historia termina bien: aparecen bastantes órganos y ambos, Zunilda y Santiaguito, pueden trasplantarse. Pero hay que tener una enorme capacidad para, en el momento de vivir o morir, ante la opción de salvar tu vida, decir: “Quiero entregar esta posibilidad a otro”.

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