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SIEMPRE ESTUVO CONMIGO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 28 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

Lleva casi más de 50 años en la sala de mi casa. Lo conozco desde muy niño. Mi padre me infundió gran amor y confianza en Él.

Cada vez que salgo de casa beso el cuadro de María de Guadalupe, saludo a mis padres, abuelos y hermano ya fallecidos. Me detengo frente a la imagen del Corazón de Jesús, y le miro a sus ojos. Él sabe lo que pienso y cargo dentro de mí.

Una vez visité la humilde casa de un anciano enfermo, apenas podía caminar. Sus hijos me invitaron para que lo animara porque llevaba días muy tristes, sin comer.

Dio la casualidad que en la cabecera de su cama estaba una pequeña imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Le pregunté desde cuándo tenía tan bonita imagen y si se sentía acompañado. Con gran esfuerzo me narró una historia fantástica y hermosa. Aquella imagen descendía de tatarabuelos y bisabuelos.

Estaba muy emocionado, tanto así que pedí a sus parientes agua y comida para el anciano. Yo me sentía tan agradecido por la veneración y amor a Jesús en esa familia.

Entonces atrevidamente le pregunté:

"Don Mercedes, teniendo tan cerca a Jesús, porqué no ha conversado con él. Yo no me sentiría solo."

El anciano me respondió, dando sorbos a un caldito de pollo que se veía gustoso.

"Hijo. Cuando se es viejo es como ser un frágil niño, tan torpe y malcriado. A veces quiero estar solo, a veces deseo abrazar a mis nietos. Sueño y sueño, y las noches se hacen largas. Mi corazón se entristece y creo que me muero. Pero no muero. La luz del nuevo día me llena de esperanzas.

Miro hacia arriba y lo veo con su mano extendida, como queriéndome hablar. Pero no logro alcanzarlo.

Yo apenas le digo: 'Papachú, no me dejes solo. Sabes que te amo, a pesar de haber sido un mal cristiano. Llévame contigo, porque allí estaré seguro y contento como un niño.'

Al escuchar aquellas lindas palabras, una gota se deslizó a través de sus mejillas. Le tome sus manos y le seguí dando el caldito con pan y agua.

Abuelo, le llamé. Se siente mejor ahora? Sí, me respondió. Qué alegría para todos saberlo

Sí está de acuerdo, voy a orar con usted, sígame con sus labios.

"Padre bueno, que presente estás entre nosotros. Tu presencia ha llenado el lugar de gran alegría, amor y paz. El misericordioso Corazón de tu Hijo Jesús nos ha traído el gozo de una vida renovada, llena de esperanzas y fe. Mantén unida a esta familia y acrecienta su fe y amor a tu Hijo Predilecto. Danos fuerza y perseverancia frente a las dificultades y pruebas de la vida. Que nunca desconfiemos de tu bondad y santidad. Al llegar a la madurez de la vida, ya cerca de tu bendita llamada, danos la serenidad y la oportunidad de demostrarte nuestro amor sincero y limpio. Gracias Padre Amado por tu hijo Mercedes, que te busca cada día. Dale la paz y el gozo imperecedero. Te lo pedimos en la unidad de tu Hijo y del Santo Espíritu. Amén."

Fue una deliciosa tarde de invierno aquel día. La familia estaba congregada y de sonrisas se llenaron sus rostros.

Al transcurrir siete días, me llegó la noticia que el abuelo Mercedes de Jesús había sido reclamado por un embajador llegado del Paraíso. Qué viaje maravilloso emprendió mi dulce anciano.

Cada noche lo recuerdo y a mis ojos se acerca la mirada del Corazón de Jesús radiante y alegre.

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO MI VIDA Y ALMA.

 
 
 

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