SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS?
- estradasilvaj
- 9 may
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«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.» (Jn 6,68)
La escena de Juan 6, 60-69 es tan humana como divina. Un momento de tensión, de criba espiritual. Jesús acaba de pronunciar palabras duras, desconcertantes: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna». Muchos no lo soportan. Suena absurdo, inaceptable. Y se marchan. La desbandada es silenciosa pero contundente. Quedan los Doce. Y Jesús, lejos de retenerlos, lanza una pregunta que corta como cuchillo: «¿También ustedes quieren irse?».
El momento podría haber terminado en tragedia. Pero entonces Pedro, impulsivo, apasionado y profundamente humano, responde con una de las frases más conmovedoras del Evangelio: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». No dice «entiendo todo». No dice «nos conviene quedarnos». Dice algo más valiente: no hay alternativa mejor que estar contigo, aunque no comprendamos del todo.
En esta escena, la fe se muestra sin decorado. Es cruda. No es fe por conveniencia, ni por moda. Es una opción radical en medio de la incertidumbre. Pedro no tiene todas las respuestas, pero ha descubierto la fuente de la vida. Y eso basta.
Hoy también vivimos tiempos en que muchos se alejan. Las enseñanzas del Evangelio pueden parecer anacrónicas o difíciles. La cultura del "a mi manera" sustituye al "hágase tu voluntad". Pero la pregunta de Jesús sigue resonando: «¿También ustedes quieren irse?».
Pedro se convierte así en un modelo, no porque entienda todo, sino porque reconoce en Jesús el sentido que da coherencia a su vida. La fe, más que un sistema de ideas, es una relación que se sostiene incluso en medio del desconcierto.
Pedro no era un santo inmaculado. Era frágil, pasional, capaz de declaraciones sublimes y de negaciones cobardes. Pero siempre volvió. Siempre dijo sí, incluso cuando fallaba. Su fidelidad no era perfección, sino perseverancia. Y eso lo hace profundamente cercano.
En un mundo donde el compromiso parece cada vez más relativo, Pedro nos habla de una fidelidad que no necesita que todo sea claro, sino que sabe en Quién ha creído. Y esa es una lección poderosa.
La figura de Pedro también la vemos hoy:
1. En el trabajo que exige integridad.
Pedro negó, sí, pero terminó proclamando la verdad hasta el martirio. Hoy, cuando en muchos entornos profesionales se premia la ambigüedad, la figura de Pedro nos reta. Ser fiel a la verdad, aunque incomode, es elegir la vida eterna sobre el éxito inmediato.
2. En el matrimonio y la familia.
El amor se pone a prueba en la enfermedad, la rutina, las crisis. Pedro falló, pero amó hasta el final. Su historia nos recuerda que amar es volver siempre, perdonar, reconstruir. No existe relación sin cruz, pero tampoco sin resurrección.
3. En la defensa de los vulnerables.
Pedro, una vez fortalecido, defendió su fe con valentía. Hoy, quienes alzan la voz por los perseguidos, los olvidados, los marginados, actúan con ese mismo espíritu. Fiel es quien no calla ante la injusticia.
4. En la autenticidad frente al aplauso fácil.
Pedro hablaba con el corazón. No buscaba agradar. En una era de redes sociales y validación instantánea, necesitamos voces que prefieran la verdad al "me gusta". Pedro sería ese influencer que predica paz, aunque no sea tendencia.
5. En el retorno tras la caída.
Pedro cayó, lloró amargamente, y fue restaurado por Jesús. Esa es la esencia del cristianismo: Dios no busca perfectos, busca fieles que, aunque caigan, regresen. Hoy, los que han fallado y se levantan tienen en Pedro un compañero de camino.
¿Qué podemos aprender?
+ La fidelidad se mide en las crisis. No en los momentos de aplauso, sino en los silencios de incomprensión.
+ Jesús no busca seguidores ciegos, sino amigos confiados. Pedro no entendió todo, pero se quedó. La fe es eso: quedarse.
+ La caída no define, sino la capacidad de volver. Pedro negó a su Maestro, pero también fue quien confirmó a sus hermanos.
+ La verdad incomoda, pero libera. Decirla, vivirla y sostenerla tiene un precio. Pedro lo pagó con su vida.
+ Seguir a Cristo es elegir vida eterna en medio de un mundo que ofrece solo lo pasajero. La frase de Pedro es una declaración que trasciende los siglos.
«¡Señor, a quién iremos!». Que esta sea también nuestra oración en los días oscuros, en las decisiones difíciles, en los momentos de duda. Porque solo en Él están las palabras que hacen vivir para siempre.




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