SABIDURÍA Y DISCERNIMIENTO
- estradasilvaj
- 1 may
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Desde los albores del cristianismo, los seguidores de Jesús han enfrentado oposición, incomprensión y persecuciones. Sin embargo, también ha habido voces de sabiduría que invitan a mirar con discernimiento antes de actuar. Una de las más notables es la de Gamaliel, fariseo y doctor de la Ley, quien dijo ante el Sanedrín:
"En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios" (Hechos 5,38-39).
Esta declaración no solo salvó a los apóstoles de una posible condena, sino que dejó una lección imborrable sobre la necesidad de prudencia, apertura espiritual y humildad frente a lo que no comprendemos del todo.
El Sanedrín, tras presenciar la creciente influencia de los apóstoles, buscaba detener la expansión del cristianismo naciente. Muchos proponían el uso de la fuerza. Gamaliel, sin embargo, recordó movimientos anteriores que surgieron con fuerza, como el de Teudas o Judas el Galileo, que finalmente se disolvieron porque no eran de Dios (Hechos 5,36-37).
Este hombre, aunque no seguidor de Jesús, encarnó una sabiduría rara: supo reconocer que no todo puede ser juzgado de inmediato, y que el tiempo y los frutos revelan la verdad. Su intervención frenó el impulso persecutorio del Sanedrín.
Jesús enseñó: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7,16). El discernimiento cristiano no es simple sospecha ni juicio rápido, sino la capacidad de ver con los ojos del Espíritu, más allá de las apariencias.
San Pablo lo expresó de este modo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1 Tesalonicenses 5,21). No se trata de aceptar todo, sino de observar, escuchar, orar y discernir. La novedad por sí misma no es garantía de verdad, pero tampoco lo es la antigüedad. Solo lo que brota del Espíritu da vida.
“Os expondríais a luchar contra Dios”, dijo Gamaliel. ¿Es posible? Absolutamente. La historia lo demuestra: muchos profetas fueron perseguidos por los mismos líderes religiosos. Jesús fue crucificado en nombre de la Ley.
Cuando el corazón se endurece, cuando la religión se vuelve sistema de poder, se corre el riesgo de no ver a Dios en lo inesperado. Como dijo Jesús: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15,8).
La Iglesia ha resistido persecuciones, herejías, divisiones y escándalos. Si fuera obra humana, ya habría desaparecido. Pero permanece, porque es sostenida por el Espíritu de Dios.
“Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20), prometió el Señor. La perseverancia de la fe cristiana, a pesar de todos los intentos por eliminarla, demuestra que está cimentada en algo más profundo que la opinión o el entusiasmo humano.
Jesús fue rechazado, condenado, crucificado. Pero no destruido. Fue sepultado, pero resucitó. “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2,19), había dicho. Y cumplió.
Ninguna fuerza humana puede detener la obra de Dios. La cruz, que pareció derrota, fue victoria. El cristianismo nació desde la debilidad aparente y demostró que la fuerza de Dios se manifiesta en lo pequeño.
En un mundo polarizado, lleno de ruido, opiniones y enfrentamientos, el discernimiento es un acto de resistencia. Nos ayuda a no caer en fanatismos ni superficialidades. Nos invita a ver la historia con ojos de fe, sin ansiedad ni miedo.
Gamaliel nos inspira a no ser jueces apresurados. A veces, lo que creemos que es amenaza, es en realidad una bendición disfrazada. Dios se manifiesta en lo inesperado, y el creyente debe estar atento, como Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3,10).
No solo se trata de juzgar movimientos externos. También hay que mirar hacia adentro. Muchos proyectos, decisiones, relaciones que tenemos pueden parecer buenos, pero si no son de Dios, se disolverán. Otros, pequeños y humildes, si están fundados en el amor, prevalecerán.
San Pablo dice: “La obra de cada uno será puesta a prueba…” (1 Corintios 3,13). Solo lo que resista el fuego de la verdad quedará. Por eso es vital preguntarse: ¿Estoy construyendo sobre roca o sobre arena? (cf. Mateo 7,24-27).
La frase de Gamaliel no es sólo una advertencia, sino una invitación. Nos llama a ser humildes, a discernir con oración y paciencia, a confiar en que Dios sostiene lo suyo. Si algo no es de Dios, caerá por su propio peso. Pero si lo es, ni el mundo entero podrá detenerlo.
¿Qué enseñanzas nos deja este pasaje para nuestra vida?
+ Discierne antes de actuar: No te precipites a condenar lo que no entiendes. Ora, espera y observa los frutos antes de tomar postura.
+ No luches contra lo que Dios está haciendo: Si algo es de Dios, prevalecerá. Tu resistencia no lo impedirá, y podrías oponerte a su voluntad.
+ Mira los frutos, no las apariencias: Evalúa toda acción por sus consecuencias. Si genera paz, verdad, justicia y amor, está alineada con el Evangelio.
+ Revisa tu vida: ¿Hay proyectos o relaciones que no tienen raíz en Dios? Suéltalos. Y fortalece lo que nace del Espíritu.
+ Evita el fanatismo: La verdad no necesita gritar ni imponerse. El testimonio humilde y perseverante es más elocuente.
+ Aprende a decir: "Si es de Dios, se mantendrá": Esta actitud te dará paz y evitará muchos errores por juicios apresurados.
+ Imita a Jesús: No respondas al mal con violencia, sino con verdad y amor. Así actúa el que camina con Dios.
+ Ten paciencia: Lo verdadero crece con tiempo. No todo lo rápido es bueno. Espera, y verás si es de Dios.
+ No todo lo que molesta es malo: A veces lo que incomoda es lo que nos está salvando. Escucha antes de rechazar.
+ Haz esta oración con frecuencia: "Señor, si esto es tuyo, confírmalo. Si no lo es, disuélvelo". Te librará de muchos caminos equivocados y te abrirá al querer divino.
Oración final:
Señor, dame un corazón humilde y sabio. Enséñame a ver tu obra en lo pequeño y lo inesperado. Ayúdame a no temer lo nuevo si viene de Ti, y a soltar lo que no es tuyo. Que no luche nunca contra Ti, sino que camine contigo. Amén.




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