¿QUÉ SEMILLA SOMOS?
- estradasilvaj
- 17 sept 2022
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De la parábola del sembrador (Lucas 8, 4-1) podemos aprender muchas enseñanzas para nuestra vida, en cualquier momento y circunstancia. Porque la semilla somos nosotros.
Los días pasan y la mayoría de las veces no nos detenemos por unos minutos a reflexionar sobre nuestros actos. Regresamos a casa cansados, desalentados o con buenas noticias. Sea como fuera, no meditamos sobre los frutos que hemos logrado.
Al atardecer, todos los días veo a dos mujeres que salen en direcciones opuestas a vender atol, arroz de leche y buñuelos. Ambas recorren los mismos barrios, oyéndose sus gritos a larga distancia. Ya casi al anochecer regresan cansadas con la mercadería vendida. Cada una recoge lo que ha sembrado ese día.
Muy poco nos damos cuenta de la cosecha lograda cada día. Trabajamos incansablemente, desesperadamente hasta agotarnos.
Hoy me encontré con un anciano de 102 años de edad. Conversamos muy alegres recordando sus tiempos, pues cada vez que lo veo recuerdo a mi abuelo materno que falleció a esa edad. Eran un viejito encantador, agricultor por naturaleza.
Una vez, recuerdo, que me preguntó qué clase de semilla gustaría ser. No tenía la menor día a mis siete años. Él mi dijo: "Mira con atención esos árboles". Eran centenares en aquel inmenso sitio donde ambos teníamos los pies dentro la corriente de agua fresca que pasaba por el riachuelo. "No te gustaría ser como ese inmenso árbol de Guanacaste", me pregunto. Aquel árbol estaba lleno de flores rojas, muy hermosas. Sí, me gustaría, le respondí. Pero.... "me gusta más aquel árbol, el roble". MI abuelo, me preguntó porqué razón. Pensando un momento, le respondí: " Papá Chón (Asunción), es que el roble es más fuerte que el guanacaste". Él, asintió con su cabeza. Entonces, recuerdo muy bien que dijo: "Tendrás una vida larga y llena de pruebas, pero todas la aves vendrán a posarse sobre tí".
Al meditar la hermosa parábola del sembrador, que de manera tan bonita nos la cuenta Jesús y se las explica a sus discípulos, les comparto tan solo dos pensamientos:
1. Cada uno es una semilla en un inmenso jardín. Hemos venido al mundo sin pedirlo, aún sin embargo, todos tenemos una tarea por descubrir y cumplir en esta vida. Esa semilla es nuestra alma. Nuestra alma revestida de un cuerpo al que tenemos que cuidarlo no con estereotipos, ni complacencias que nos dejan vacíos. Que mas bien, avergüenzan nuestra alma.
Conversando con Julito, el anciano y comentando con él los tiempos pasados, me decía que todo tiempo tiene buenas enseñanzas, que no sabemos aprovechar y que hacemos difícil saber aprender de nuestros errores. "En el camino, me decía el viejito centenario, he aprendido a caminar descalzo para comprender que no somos más que un hombre". Aquellas palabras sonaron muy fuerte dentro de mí.
2. Los caminos de la vida podrán ser duros, llenos de piedras, arena, lodo, espejismos, abrojos o de tierra recubierta de nieve o flores... Lo importante es aprender a crecer.
Esas mujeres que todos las tardes salen de sus casas después de pasar la mañana entera preparando su venta con mucho esfuerzo, bajo lluvia o sol, regresan contentas. ¿Hubieran sido sus vidas diferentes? A ambas les he comprado buñuelos o rosquillas de yuca cocida mojada en miel de azúcar acanelada. No son los mismos. Cada una elabora de forma parecida, pero no tienen el mismo gusto.
Hay un hermoso poema de Antonio Machado que dice
Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar...
Pues, es muy cierto. Hacemos nuestro propio camino, y lo hacemos con nuestros propio esfuerzo y con el alma llena de un gran espíritu de vida.
Seguro, que si depositas cada día, si colocas lo que sos en manos de Dios, todo puede cambiar. Esa semilla crecerá hasta hacerse un frondoso y enorme árbol, como muchos. Tan fuerte para soportar los vientos y las inundaciones.
Quiero terminar con una canto a ese hermoso árbol cuya semilla me siento igual, el roble. En su álbum Cures What Ails Ya (2020) el grupo británico de Bristol, The Longest Johns ha incluido un tema hermoso llamado Oak & Ash & Thorn. Esa canción es una adaptación del poema Canción del árbol (A Tree Song) de Rudyard Kipling (1865-1936) publicado en su libro Puck of Pook Hill (1906).
Entre todos los árboles bellos que adornan la vieja Inglaterra, los más esbeltos bajo el tibio sol, el roble, el fresno y el espino son. A los robles, al fresno y al espino cantemos cuando llegue el estío pues grandes son las cosas que obtenemos del roble, del fresno y del espino.
El roble de la arcilla vivió años, desde que Eneas se hizo a la mar; el fresno de las margas era dueño cuando Bruto se hizo un criminal; el espino el llano de Troya vio, y luego a Londres con su flor ornó: roble, fresno y espino en igualdad son testimonio de ancianidad.
El viejo tejo abriga cementerios y proporciona arcos poderosos, el aliso dio albarcas a la gente y el haya de amplias copas fue la fuente. Mas cuando la copa se abre en grietas o el pie en el calzado encuentra queja, hay que volver para cuanto es preciso a los robles, al fresno y al espino.
El olmo odia al hombre y siempre espera a que el desordenado vendaval parta una rama en plena cabeza del que a su sombra cobijado está. Pero cualquier muchacho alegre o triste, amodorrado o no por la cerveza, nada debe temer si está dormido bajo un roble, un fresno o un espino.
Callad al cura donde habéis estado porque siempre os dirá que habéis pecado por estar en el bosque por la noche, inmersos en conjuros del verano; pero os traemos hoy noticias frescas, buenas nuevas al campo y al ganado: desde el sur con tibio sol de estío, llegan el roble, el fresno y el espino.
¡Cantad al roble, al fresno y al espino, durante las mañanas del verano! Inglaterra será fiel hasta el final al fresno, al espino y robledal.




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