QUÉ FRONTERAS DEBEMOS CERRAR FRENTE AL CONTAGIO
- estradasilvaj
- 7 jun 2022
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Reflexionaba después de escuchar y ver varias noticias acerca de la crueldad de la invasión en Ucrania y de los dos millones que han emigrado forzosamente.
Les comparto mi reflexión.
1. Cerrar las fronteras de un país no va a impedir el ingreso o salida de las personas. Adoptar medidas preventivas que eduquen a la población , evitará a los gobiernos enfrentar acciones curativas que muchas veces escapan a sus capacidades hospitalarias y médicas.
La filosofía cristiana se sitúa al inverso de la cultura y pensamiento de los hombres.
Jesús sale al encuentro del enfermo y lo sana, recibe al leproso y lo limpia, al soldado romano que media por su esclavo y cura su enfermedad, a la mujer que toca su manto y queda libre de su gravedad; expulsa del cuerpo el espíritu inmundo del endemoniado, nos dice que caminemos no una, sino dos millas... No cierra la frontera, la puerta al enfermo o despreciado por ideologías.
2. ¿Cerrar los templos católicos? No. Hay que mantener las puertas abiertas para que la gente vaya a orar, a pedir unos por otros. ¿Acaso no hallamos ahí nuestra salud? ¿No está ahí esperando quien nos sana de nuestras enfermedades en la Sagrada Eucaristía?
3. Este no es el momento de encerrarnos, sino de abrir nuestra caridad hacia aquellos que nos necesitan.
Ciertamente, tenemos que ser cuidadosos con nuestra salud, porque muchas veces nos convertirnos en portadores de otras enfermedades que llevamos al hogar y contagiamos a la familia. La contagiamos hasta el punto de destruirla. ¿No es así?
Hay que adoptar las medidas preventivas que los médicos recomiendan, a tiempo, no cuando ya estamos enfermos. Siempre dejamos todo para el final.
4. Lo que priva es la vida humana, ese el corazón del mensaje de Jesús en los hechos que consideramos milagrosos en los Evangelios.
Cuidar de los demás es la enseñanza de una pandemia como ésta o como otra cualquiera. Si cuidásemos nuestra vida y la vida de los demás, si la respetáramos, no estaríamos en semejante urgencia.
5. Esta es la oportunidad de invertir en salud en todos los sentidos, y no en cerrar las fronteras y militarizar las calles.
Esta es la oportunidad de salir al encuentro de los enfermos y auxiliarlos con ternura y con la fe que sanará. De los que llegan huyendo del horror de la guerra.
Esta es la oportunidad de cuidar nuestra salud y la de la familia, y dejar atrás una serie de gastos en borracheras y hábitos inmundos que llevan a la perdición. Es el tiempo de compartir la mesa con el inmigrante.
Esta es la oportunidad de orar como familia creyente, como cristianos, como nación, como un mundo que necesita de Dios. Como una iglesia unida y verdadera.
6. Hay cerrar otras fronteras: la del odio y xenofobia, la del egoísmo, lujuria y ambición desproporcionada por el lujo, la riqueza, el poder y el dominio de los demás.
Recuerdo que una vez que visité a un niño enfermo de una gravedad que yo desconocía. Me movió el cariño por él porque era uno de mis alumnos. Luego de la visita, algunas madres me dijeron que no hubiera ido porque la enfermedad era contagiosa.
Lo cierto es, ocurrió que el niño sanó después, y a mí no me pasó absolutamente nada.
¿No ven que el amor es más fuerte que todo?
Abramos la puerta de nuestro corazón a quienes nos necesitan, oremos por quienes están enfermos, por los que han fallecido. Oremos unos por otros.
Y no tengamos miedo. Porque el miedo nos hace débiles, y la enfermedad nos hace presa fácil.
Que Nuestro Señor Jesucristo bendiga y proteja sus hogares de todo mal, enfermedad y acechanza extraña.
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar." (Mateo 11:28)
Digamos con fe y como hermanos, no como extraños o extranjeros:
"No te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada, pues a sus ángeles mandará cerca de ti para que te guarden en todos tus caminos." (Salmo 91)




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