QUÉ DUROS SOMOS
- estradasilvaj
- 17 feb 2023
- 2 Min. de lectura
Apenas una semana más y empezamos una nueva Cuaresma. Y antes de ello, Dios nos recuerda aquel hecho del diluvio donde vio la tierra llena de pecado. Los hombres se habían entregado al mal y se olvidaron de Dios. Apenas, pudo encontrar a un justo, a Noé.
Aquellas palabras del mismo Creador fueron duras:
«Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado; al hombre con los cuadrúpedos, reptiles y aves, pues me pesa de haberlos hecho.» (Génesis 6,6)
¿Por qué somos tan duros de comprender nuestros malos actos y de olvidarnos de Dios?
Aunque Dios más adelante, después de semejante devastación de su obra, promete al hombre no volver ocurrir. Sin embargo, la misma naturaleza se ha ocupado de recordar nuestra fragilidad humana: inundaciones, huracanes, terremotos, sumamis, inviernos congelantes, veranos desgastantes, enfermedades, hambre,...
¿En dónde está el origen de estos males que nos amenazan cada vez más?
El mundo se llena de mala levadura. Hay gente que se ocupa de crear desorden, angustia, miedo,... Con el fin que renunciemos a nuestra fe, que nos olvidemos de Dios, de la misericordia y bondad de un Padre que ama al hombre y a su Creación.
Ahora llega el tiempo nuevamente de meditar y reflexionar sinceramente sobre todo lo que nos ha ocurrido. Hay que tomarlo en serio.
No son los cultos, ni las iglesias, ni la religión que profesamos o no que nos salvará de una catástrofe. Es nuestro amor sincero a Dios que habita en el corazón humano y en su Obra, en los miles y millones de rostros que sufren abandono y hambre, persecución y maldad.
Es necesario romper esa dureza de corazón que los tiempos presentes revisten a nuestra alma de sordera y ceguera humana y espiritual.
Les invito y acompaño a leer con profundidad, a practicar con sinceridad la liturgia, la Palabra de Dios; acercarse con el corazón arrepentido y de obrar cada día con generosidad.
El mundo no será mejor si no somos mejores personas, justas, honradas, respetuosas, francas... Humildes y sencillas.
Bendice Señor a tu pueblo y danos la paz, esa que proviene de ti.

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