QUE NO SE TURBE VUESTRO CORAZON
- estradasilvaj
- 16 may
- 5 Min. de lectura
Imagina por un momento que estás en una sala oscura. Afuera llueve, hace frío, y tú sabes que algo importante está por terminar. Hay incertidumbre. El ambiente está cargado. El líder en quien confiaste, que te inspiró a dejar todo atrás, acaba de decirte que se va. Que se va… y tú no puedes ir con Él.
Eso es exactamente lo que está pasando en el capítulo 14 del Evangelio de Juan. Los discípulos están descolocados. La Última Cena no es una fiesta, es un torbellino emocional. Pedro acaba de ser confrontado, Judas ha salido a consumar su traición, y Jesús habla de partir. Se huele la tensión en el aire.
Y justo ahí, en medio del desconcierto y la angustia, Jesús abre la boca con una calma que rompe el hielo como un faro en la tormenta:
“No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí.” (Jn 14,1)
Este no es un “todo va a estar bien” superficial. Es un llamado radical a confiar. A anclar el corazón cuando todo parece desmoronarse. Jesús no está negando que vienen tiempos duros. Está diciendo: "confía en mí, aunque no entiendas el por qué de lo que está pasando."
¿Qué significa “no se turbe vuestro corazón” en el siglo XXI?
Turbarse es lo que hacemos todos los días. Abrimos el celular y nos llegan guerras, crisis económicas, enfermedades, noticias falsas y dramas familiares todo junto en el desayuno. Vivimos sobresaturados. Cualquier pequeña sacudida emocional o espiritual parece hacernos caer. Jesús no dijo: “no sientas miedo”, sino “que tu miedo no gobierne tu corazón”.
Es decir: el miedo puede visitarte, pero no puede quedarse a vivir en ti. No tiene las llaves de tu interior. Jesús sí.
“En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Jn 14,2)
Acá viene uno de esos versículos que ha hecho temblar corazones por siglos. Jesús no solo tranquiliza a sus discípulos, sino que les habla de futuro, de destino, de una eternidad real y cercana.
“Voy a prepararles un lugar…”
No se trata de escapismo religioso, ni de una fantasía espiritual para consolarnos. Jesús está diciendo que hay un lugar pensado para ti en la eternidad. Que no estás aquí a la deriva. Que no eres un accidente cósmico ni un número en una estadística.
Él no solo promete un cielo impersonal, sino una casa. Y no cualquier casa: la del Padre. Un hogar. Un espacio con nombre y apellido. Con café humeante de bienvenida, por decirlo así.
¿Por qué se va Jesús? No para alejarse, sino para preparar algo mejor
En nuestra lógica humana, cuando alguien se va, sentimos pérdida. Pero Jesús redefine la partida. Él se va para hacer algo por nosotros: preparar un lugar.
Y lo hace a través de la cruz. Porque el acceso al Padre no estaba abierto por defecto. Jesús va primero, como un pionero, para que tú y yo podamos llegar después. Él no se va para dejarnos solos, sino para abrir el camino. Y promete volver.
“¿Y cómo sabremos el camino?”, pregunta Tomás (Jn 14,5)
Bendito Tomás. Siempre diciendo lo que todos piensan, pero nadie se atreve a preguntar. Él no finge comprender. Levanta la mano y dice lo que nos duele admitir:
“Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”
Y entonces, cae la bomba teológica que ha cambiado la historia del mundo durante siglos:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6)
Esto no es una metáfora bonita. Es una declaración total. No “yo conozco el camino”, ni “yo sé algo de la verdad”. No. Jesús dice que Él mismo es el camino, la verdad y la vida.
Veamos esto por partes, porque acá hay dinamita para el alma:
1. Jesús es EL CAMINO
No “un camino”, no “una ruta entre otras”. En un mundo lleno de opciones, donde cada uno quiere armar su propio GPS espiritual, Jesús dice algo contracultural: no hay otro camino al Padre sino a través de Él.
Pero ojo: este camino no es una autopista para santos ni una ruta para sabios. Es un sendero tallado por el amor y el sacrificio. El camino de Jesús pasa por el servicio, el perdón, la renuncia, el abrazo al diferente, la cruz y la resurrección.
Y lo hermoso es que Él no solo nos señala el camino, sino que lo camina con nosotros.
2. Jesús es LA VERDAD
En tiempos donde la verdad es relativa y todo se mide por opiniones, Jesús no ofrece una “versión” de la verdad. Él es la verdad. No la verdad como conjunto de doctrinas, sino como persona viva.
¿Quieres saber quién es Dios? Mira a Jesús. ¿Quieres saber qué valor tiene tu vida? Mira la cruz. ¿Quieres saber qué significa amar? Mira cómo trata al pecador, al enfermo, al traidor.
En Cristo, la verdad no lastima, libera.
3. Jesús es LA VIDA
No solo da vida, es la vida misma. Y no se trata solo de existir, sino de vivir con plenitud. Hoy la gente sobrevive, trabaja, consume, repite rutinas… pero no siempre vive.
Jesús propone otra cosa: una vida que florece incluso en el dolor. Una vida que no se compra, que no se agota, que no se basa en likes ni en logros. Es la vida que nace cuando te sabes amado, perdonado, guiado.
Una vida que no termina con la muerte, porque la muerte no tiene la última palabra para quienes caminan con Cristo.
¿Qué nos dice esto hoy, aquí, ahora?
Estamos en un mundo que muchas veces se parece al ambiente de esa Última Cena: traiciones, angustia, confusión, despedidas. Y también como los discípulos, nos preguntamos:
¿Qué está pasando? ¿Adónde va Dios cuando todo parece derrumbarse? ¿Cómo sé si estoy en el camino correcto?
Y Jesús, una vez más, nos mira a los ojos y responde:
“Confía. Cree. Yo soy el camino, la verdad y la vida.”
Aquí te dejo algunas enseñanzas de vida que puedes aplicar:
1. El corazón tranquilo no nace de la ausencia de problemas, sino de la presencia de Jesús.
Tener fe no te exime de dificultades, pero te da un ancla en medio de la tormenta. Cuando todo tiembla, Él permanece.
2. El cielo no es solo futuro: comienza cuando vives en comunión con Dios.
No esperes morirte para buscar el "hogar del Padre". Comienza hoy, con cada acto de fe, cada oración sincera, cada gesto de amor.
3. Jesús no solo señala la ruta: camina contigo.
No estás solo. Aun cuando te sientas perdido, Él va delante. Cuando no entiendes el mapa, Él se vuelve brújula. Cuando no tienes fuerzas, Él te carga.
4. La verdad no es algo que se discute; es alguien a quien se conoce.
Busca a Jesús, no solo ideas. Una relación con Él es más poderosa que cualquier teoría. Su verdad ilumina la oscuridad de tu alma.
5. Vivir no es solo respirar. Es amar, servir y confiar como Jesús.
No te conformes con existir. Cristo te llama a vivir de verdad. A darlo todo, a ser luz, a dejar huella. Eso es vida en abundancia.
El pasaje de Juan 14, 1-6 no es una simple promesa religiosa. Es una revolución silenciosa que te ofrece estabilidad en un mundo que cambia cada cinco minutos. Es una invitación directa, urgente y amorosa: confía en mí.
Cristo no te llama a una vida cómoda. Te llama a una vida con propósito. A caminar con Él, a conocer la verdad que libera, y a vivir con una intensidad que nada ni nadie puede apagar.
Así que… no se turbe tu corazón. No importa cuán gris se vea el cielo: el Camino sigue abierto, la Verdad sigue firme, y la Vida está más cerca de lo que crees.
Y tiene tu nombre escrito en la puerta de esa casa que ya está lista para ti.




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