POR QUÉ ORAR
- estradasilvaj
- 14 ene 2023
- 2 Min. de lectura
Con frecuencia veo a personas tristes e invadidas de preocupaciones.
Las preocupaciones las creamos cada uno por diversos motivos, sean éstos queridos o no.
Hay que controlar el entorno, pues de no ser así éste nos sumergirá en un espiral o abismo de preocupaciones muchas veces ciegas. En vez de preocuparse hay que ocuparse de dirigir las energías en otra dirección.
Uno de los caminos más sanos para nuestra vida interior y paz es la oración.
Ciertamente hay personas que oran cuando están angustiadas o no ven la salida a sus problemas y situaciones personales o familiares.
Por qué orar.
Uno debería de orar porque desea restablecer el clima interior. Fácilmente los vaivenes de la vida alteran la paz y convivencia interior llegando a crear un abismo en las relaciones con los demás y con Dios mismo.
Uno debería de orar porque en la oración dejamos de sentirnos solos y mutilados por los fracasos y pruebas.
Uno debería de orar porque orando nuestro espíritu recobra las fuerzas y esperanzas, allí la luz del Señor nos alumbra la salida más próxima.
Cómo hacerlo.
Hay muchos métodos. Pero el que prefiero y encuentro más propio para la vida cristiana es el que practicaba Jesús.
Jesús se retiraba a solas.
Jesús buscaba un lugar donde no hubiera ruido y quizás no lo viese nadie.
Jesús se dirigía a Dios como a su Padre y se abandonaba a sus manos.
Jesús escuchaba y cumplía la voluntad del Padre.
Jesús encontraba tiempos parar orar y no dejaba que la actividad misionera, su trabajo le absorviera las horas del día y la noche.
Jesús enseñaba a otros también a orar con palabras sinceras y salidas del corazón.
Jesús en la oración reconocía sus limitaciones humanas, pedía ayuda al Padre y no dejaba que las pasiones lo dominaran.
Jesús oraba también con los Salmos y no con muchas palabras.
Jesús se arrodillaba y dirigía su mirada hacia donde está el Padre.
La oración no es un acto milagroso, sin embargo, quien ora atrae la mirada misericordiosa de Dios y el milagro es una verdad ante nuestra frágil fe.
Hay que orar en todo tiempo y momento. Perseverar. No sólo en las angustias y penas.
La oración por los enfermos, caídos y sufridos es poderosa. Porque quién de nosotros no se enferma, cae o sufre.
Si tú oras por mí, ten seguro que también yo estaré orando por ti.

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