POR QUÉ NO PERDER LAS ESPERANZAS

El refrán popular dice que "lo último que se pierde son las esperanzas". Pues no las perdamos!

Hay en la Biblia y en el Nuevo Testamento, de boca del mismo Jesús, expresiones de no perder las esperanzas. Sabe por qué? Porque él es el cumplimiento de todas nuestras esperanzas. Tomemos algunas citas del Evangelio de Lucas.

El evangelista Lucas es el que más habla de la esperanza. Recordemos que los israelitas llevaban siglos esperando la promesa de la llegada del Mesías.

Cito: el cántico de Simeón (2,25), Ana que hablaba de la redención de Israel (2,38), José de Arimatea que esperaba el Reino de Dios (23, 50-51). Pero lejos de una liberación política que se podría inferir y que muchos así lo creian, Jesús lo aclara más adelante en el versículo 27 y la experiencia eucaristía, en los versículos 30-31 del capítulo 24.

Pero el hombre es incrédulo siempre, pide pruebas. Le han preguntado a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (7, 19-20).

En la obra de Lucas, la salvación traída por Jesucristo se refiere en primer lugar al perdón de los pecados. Se anuncia desde el comienzo del evangelio (Lucas 1, 77; 3, 3), el Señor manda a sus discípulos que la prediquen a todas las naciones (Lucas 24, 47), y ellos lo ponen en práctica por medio del bautismo (Hechos 2, 38).

Hay mucho que decir desde este Evangelio sobre la esperanza, y de otros Libros Sagrados.

Me gustaría llamar la atención en tres aspectos que nos pueden ayudar a comprender y vivir nuestra fe desde la esperanza cristiana. Lo escribo porque vivimos tiempos de máximas pruebas en nuestra carne, y segundo, para iniciar la Semana Santa con una actitud de espera en el Señor. Seré breve.

1. Jesús es nuestro Salvador, no hay otro fuera de él. Dios Padre ha enviado a su Hijo bajo nuestra propia condición humana y ha dado cumplimiento fiel a todo lo predicho por los Profetas.

Nos salva de qué? De nuestros pecados. Por eso, la Cuaresma ha sido el plazo "cuarentenario" de practicar la oración, el ayuno y la penitencia. Pero, qué curioso. Al parecer este plazo se alargará más allá de la Pascua. Por qué?

Porque la naturaleza del ser humano y la manera de cómo hoy vivimos, siempre requerirá practicar esa cuarentena. Aún, aunque celebraremos la Resurrección de Jesús, en la Pascua.

2. Jesús nos envía a predicar a todos y a todas las naciones su Buena Nueva. No será acaso el momento de renovar la Iglesia a fondo?; de llevar a Cristo con más valor y decisión a la China, Irán donde son perseguidos y asesinados los cristianos?; de llevar a Cristo a todas las naciones que han perdido la fe, que se han materializado, que viven sin el Dios de Jesucristo?; de convertir la fe y la salvación en una religión o culto de palabras huecas y mesianismos falsos?; de dejar de vivir un cristianismo con doblez y farsas?

Repasemos de nuevo esos capítulos las recomendaciones que Jesús da a sus Apóstoles y el diálogo que sostiene al regreso de ellos.

Ya no es aceptable ser cristiano o católico sin ser misionero o evangelizador.

3. El bautismo. Dónde dejamos las aguas del Bautismo, los compromisos que aceptaron los padrinos o renovamos ya mayores?

Con el Bautismo, Cristo inicia su misión. Lo mismo nosotros. No es un asunto de los curas, monjas, misioneros o de algunos buenos o beatos laicos. Es de todo bautizado.

Si no lo estás, vives fuera. Pero también si no prácticas tu fe confesada, estás fuera. Estas fuera del camino al Reino de Dios.

Ese es el horizonte donde todos, hombre y mujeres, de toda raza, pueblo y nación deben aspirar.

Cristo pagó con su sangre nuestra liberación. Es en Cristo que reconoceremos al Padre. No hay otro camino. Porque es en Cristo que somos atraídos por Él.

Esto es bien profundo y tiene que ver con los tiempos pasados, presentes y futuros.