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PERDONAR ES MÁS QUE DECIRLO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 7 jun 2022
  • 2 Min. de lectura

No hay día que los Linares no se griten entre sí, todos tienen la razón y nadie tiene la verdad. Hasta los vecinos saben vida y milagros.

Lo curioso que algunos van los sábados o domingos a sus iglesias y se juntan para cumpleaños, Navidad y fin de año para celebrar. Casi siempre termina en disgustos y borracheras. Es bastante vergonzoso.

Ocurrió que llegó un sacerdote católico a visitar a la familia, pues era bastante evidente y sabido en todo el barrio las batallas que se libraban.

"Buenos días", dijo el clérigo. Los niños fueron los primeros en salir a la puerta. "Cómo se encuentran todos?".

"Puedo entrar?", "sí claro", dijo una de las señoras. Acercó una silla y mientras saludaba a los pequeños, el conjunto de la familia se asomaba: unos, con cara de sorpresa, otros de curiosidad, y no hay quien no dijera: "ahora qué quiere este cura entrometido en la vida ajena".

Dijo el sacerdote:

"Qué gusto me da el poder visitarles. Son una familia numerosa y los niños son el encanto de todo hogar. La vida afuera es muy dura y difícil, no es así?"

Todos le quedaron viendo y asistieron con la cabeza.

"Me imagino que se preguntarán a qué se debe esta visita. Pues bien. Es parte de mi trabajo conocer a quienes se acercan a Dios o asisten a la iglesia. Jesús vivía en medio de su pueblo. Incluso no tenía casa, ni mochila, y dormía donde le ofrecían posada.

A Jesús le importa la familia. Saben por qué? Por qué sin la familia Dios no se hace presente. Y donde está Dios, la situación cambia. Dejamos de ser lo que somos, para ser diferentes. Como Él quiere.

Porque donde habita Dios no hay odio ni rencor, peleas y escándalos, pobreza y desesperanza.

Vale la pena acaso ir a la iglesia y llevar la biblia en las manos si vivimos no según los Mandamientos de Jesús? Es una gran mentira, una farsa, una burla. Y eso no está bien.

Estoy seguro que nuestras vidas cambiarán para bien. Porque donde hay respeto y sincero amor, hay perdón y entendimiento. Y ahí habita Dios. No tanto si van a la iglesia para que los vean, o digan sí creo y cantan y saltan.

A este Dios de amor y perdón les traigo a cada uno para que vivan plenamente felices como familia.

El mundo no sería mejor sin familias donde Dios y su Hijo Jesucristo habiten. Déjenlo entrar en su corazón y disfrutarán de sus delicias.

No basta decir 'yo te perdono' u olvídalo. Nadie olvida el daño recibido. Pero si somos capaces de aceptar al otro y de brindarle nuestro apoyo, eso es perdonar.

Recordemos a Jesús que clavado en el madero dijo: 'Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen'.

Todos nosotros sabemos y tenemos conciencia de lo que decimos, hacemos, pensamos o dejamos en el olvido".

Todos los de casa lo habían escuchado con atención. La mayor de todos, dijo:

"Quiere comer con nosotros? Haremos sopa de gallina con albóndigas".

"Con todo gusto, es mi favorita", dijo el sacerdote agradecido tan hermoso gesto. Y todos se pusieron a arreglar la casa para celebrar su llegada.

Desde ese día, en medio de risas y abrazos, la familia empezó a cambiar. Sus vidas fueron diferentes.

Dios había llegado para quedarse.

 
 
 

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