NO TE DESALIENTES

Vivimos tiempos muy desalentadores, angustiantes y quizás no se detengan.

Te pido que no te dejes aprisionar por las pasiones del mundo y los torrentes de dolor que nos rodean.

Hay más estragos en la salud mental y emocional que en la somática. De hecho, las angustias y penalidades nos causan graves enfermedades.

Me gustaría brindarte unos consejos que he vivido y han ayudado, no sólo a mí, sino a muchas personas.

1. Usted pone los límites. Nuestra naturaleza humana es frágil y aprendemos a ser fuertes gracias a las maneras de cómo enfrentamos las adversidades y las pruebas.

Enfrenta con denuedo y determinación los problemas. Habrá situaciones que estarán fuera de tu control, pero aquellas que puedas controlar, domínalas, establece los límites que te permitan liberarte de las trampas.

2. Somete el miedo y la angustia. Es natural sentir miedo y nos paralizamos, la angustia es un acorralamiento de nuestras fuerzas. Frente al miedo, necesitamos coraje. Ponte en pie y ve cara a cara a quien te oprime. No es bueno callar.

La serenidad es necesaria porque ella nos permite pensar y actuar sabiamente.

3. Cultiva la paz. Son tiempos de mucha violencia en diversas maneras y modos.

No es posible que haya gente que siga durmiendo tranquila y viajando libremente habiendo cometido crímenes, abusos y delitos. Que todo se quede en discursos y buenas intenciones.

Pero todo mal tiene su fin, y es necesario que aprendamos a desarrollar la paz interior. O sea, ese estado interno que nos permite hacer el bien y obrar con justicia.

4. No se materialice, aspire a valores espirituales.

Nos sentimos muchas veces más seguros poseyendo bienes materiales, comodidades y un bienestar que con el tiempo nos esclaviza.

Sin embargo, aquellos que aspiran al bien, a la verdad, a la justicia... y, sobre todo, al amor genuino, hacen de lo material un medio y no un fin.

5. Humanice lo que hace. La labor humana debe humanizar a todos.

Importa mucho que los demás gocen de salud y felicidad, de libertad y sana diversión.

Pero parece que sucede lo contario y eso trae través consecuencias no sólo personales, sino también sociales.

En todo lo anterior, el Cristianismo y las religiones deberían encauzar sus esfuerzos para que el ser humano y todas las generaciones presentes y futuras tengan un profundo encuentro consigo mismo, con los demás y con Dios.

Dios sigue presente en el corazón del hombre y la mujer. No lo neguemos.

Con toda sinceridad oro y trabajo para que todos busquemos a Dios, mientras pueda ser hallado.