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NO ESTABA SOLO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 3 jun
  • 2 Min. de lectura

"Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa."

(Hebreos 9:23)

Tuve una conversación con varias madres y padres de familia. El asunto que nos convocaba era el futuro de los hijos en una situación de persecución por nuestra fe.

Ya nos ha ocurrido que por ser católicos comprometidos con la justicia y la libertad de los demás, se nos había visto y juzgado mal.

Todos ellos son personas muy serias, responsables, luchadores y fieles cristianos. Tienen una gran fe en la promesa del Señor.

Cuesta mucho lograr una fe fuerte y serena en circunstancias difíciles. Guardar una esperanza siempre viva e ideales sólidos.

He aprendido mucho de ellos. Me siento acompañado y en los momentos de pruebas recuerdos sus palabras. Estoy seguro que Dios está presente en nuestras reuniones.

Durante la conversación recordamos los tiempos que atravesaron los primeros cristianos cuando fundaron la Iglesia de Cristo. Las persecuciones y también las Epístolas de Pablo. Las maravillas que Dios obraba en medio de ellos.

Lo cierto es que aquella sesión se llenó de una gran fortaleza y esperanza. Había en medio de nosotros una presencia extraordinaria que nos infundía valor y coraje.

Les comparto tres de las reflexiones de esa tarde que nos asistió el Espíritu Santo:

1. Dios es fiel a su promesa. Lo hemos visto y leído a lo largo de toda la Biblia. Los testimonios de varios hermanos nos revelan que Dios se mantiene del lado de los bienaventurados. Que sostiene y da valor a aquellos que lo solicitan con fe.

Dios no es un político ni un predicador de falsas promesas. El ama al hombre y quiere compartir su gloria. Este es el mensaje de la Ascensión de Jesús, que aspiremos al cielo donde está el Padre. Qué estamos hechos para Él y no para el mal y el pecado.

2. Los hijos son la nueva Iglesia, la nueva generación. Por ello, que importante es tener una vida ejemplar en la familia y en la sociedad, una educación centrada en los valores cristianos y de inculcarles el amor a Dios y su conocimiento en el estudio y reflexión de la Biblia.

Los hijos viven tiempos perversos, pero de grandes esperanzas. Los modernos ídolos e ideologías serán derrotados con una vida cristiana fundada en Cristo.

3. El valor de ser cristiano verdadero. No todos los que se dicen ser cristianos, lo son y viven de la forma que Jesús nos pide que seamos.

El cristiano reconoce sus debilidades, y sabe que su fortaleza reside en Cristo. Aquellos que se confían en los demás y en las fuerzas del mal, acaban muy mal.

Todos tenemos algo de cobardías, pero también de valor y coraje. Las flaquezas nos enseñan a levantarnos y proseguir adelante. A los hijos hay que enseñarles a asumir sus propios temores y errores, a aprender a enmendarlos y no repasar esas páginas del pasado. Pues el pasado está para aprender y no para repetirlo.

...Al final de la tarde, regresé a casa con el corazón henchido de valor, pues sabía que no estaba solo en aquella misión.

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