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MI VISITA AL SANTÍSIMO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 12 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

Los vientos arreciaban en la ciudad en un día no tan soleado; las calles respiraban desesperanza y tristeza. Apenas los niños jugaban en las aceras y las sonrisas en los rostros de la gente.

Le pedí al sacristán una veladora. Al llegar al pórtico del Oratorio, me postré en tierra e incliné mi cabeza ante la Presencia de Jesús Sacramentado. Me persiné con agua bendita y me dirigí a encender la veladora. En ese momento pensé en muchísimas personas como usted, por quienes han fallecido o están sufriendo en sus casas u hospitales, por los familiares, amigos, benefactores, por cada niño de la Obra, por sus familias... Por Australia, Irán, Israel, África, Venezuela... Me postré cerca del altar, viendo a Jesús, tan sólo viéndolo... Abriendo mis oídos y mi corazón a su Palabra.

Así estuve por un largo rato. Aquellos momentos eran tan extraordinarios porque estaba en su Presencia Santa.

Me senté en una de las bancas y el acto seguido fue pedir perdón por mis malos actos y pensamientos, agradecerle por todo lo que recibo de él y de personas amables, por el rostro alegre y vivo de cada niño, por los ancianos y por la valentía de jóvenes y mujeres.

Quedé en silencio por un rato y luego inicié mís oraciones de alabanza y desagravio.

Quedé de nuevo en silencio con los ojos cerrados. Sentía por dentro un tibio calor lleno de paz.

ESCUCHA OH SEÑOR MI ORACIÓN! Y DA GLORIA A TU SANTO NOMBRE.

Tomé el Santo Rosario en mis manos, invoqué el nombre del Señor Jesús y de su Madre Santísima, hice mis peticiones e inicié los Misterios Gloriosos.

Besé la cruz y mis labios pronunciaron las bellas palabras del Padrenuestro. En cada Avemaría pensaba en tantas personas, en muchos deseos del corazón... En el dolor y sufrimiento de seres humanos.

Fueron segundos tras segundos llenos de gracia y de una asistencia en la que mi alma viajaba lejos, a lugares nunca visitados donde no hay odio ni guerra, desamor y engaños.

Me encontraba.... No sabía cómo describirlo. Un lugar donde el alma está llena de vida y de luz. Donde uno se siente amado y perdonado, donde no se está solo.

Transcurrió el tiempo. Me puse en pie para rezar el DIOS TE SALVE REINA Y MADRE..., luego las Letanías a la Virgen. Son tan hermosas.

Ore por nuestra Iglesia, el Papa, los Obispos... Por los misioneros, consagrados y por cada cristiano. Por los que no son cristianos ni católicos. Por quienes nos persiguen e injurian...

Por quienes han partido a la Casa del Padre y agonizan...

Por mí, indigno pecador. Y lloré porque Dios siempre espera más de mí y no he confiado en su misericordia. Le he pedido un corazón y un cuerpo puro para ser el hijo que Él quiere que sea, y llevar así a los demás consuelo, alegrías, esperanzas, sanación, valor, a un Dios que existe y que ama a sus hijos con ternura de Padre.

GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO!

Terminé diciendo:

BENDITO Y ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO. AHORA Y POR SIEMPRE BENDITO Y ALABADO!

Y rostro en tierra renové mi amor eterno y fidelidad a mi Dios y Salvador.

De vuelta a casa, llevaba el corazón henchido de su amor, saludaba, abrazaba y bendecía a quienes me encontraba en el camino.

Mi vida es ahora nueva y la renovaré en la Eucaristía.

BENDITO SEA DIOS!


 
 
 

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