MADRE SÍ, PERO PODEROSA MENSAJERA DE DIOS
- estradasilvaj
- 26 ene 2023
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La venida de Nuestra Señora de Fátima no es un viaje de turismo religioso a Nicaragua.
Llega como mensajera poderosa de un Dios que nos ama. Nos ha traído a su hijo, Jesús para colocarlo en el centro de nuestras vidas, de nuestra fe cristiana, de nuestros cultos y misiones.
Jesús, es la Palabra de Dios. No esas palabras y discursos fariseistas y llenos de odio y de falso cristianismo que se ven y escuchan en radios y televisores.
Fátima nos recuerda el mensaje de la Madre en Portugal. Un mensaje lleno de ternura, confianza y fe. Un mensaje donde hay que romper con los modelos de una cultura social sumergida en la violencia y en desconocimiento de la Palabra de Dios, de su Promesa para pueblos como los nuestros.
Fátima, la llena de gracia ha venido a enjugar nuestras lágrimas y llenarnos de gozo y alegrías.
Nos ha sacado de nuestras casas donde vivíamos como prisioneros, nos ha quitado los miedos y dolores, nos ha hecho cantar y peregrinar. Ella tan sólo con su amor maternal es capaz de unirnos como hermanos, hijos de un mismo Padre.
Fátima ha puesto su manto encima de nuestra nación y dichoso será quién se deja cobijar, acepta el amor de una madre que nos viene a defender y a derrotar los males que nos oprimen.
Fátima moverá el país y está llevando a todos los rincones fortaleza para vencer, esperanza para creer, confianza porque Dios está con nosotros y victorias sobre los miedos de nuestros enemigos.
Miren como la aman, abran sus ojos a los designios de Dios. No seas corazón de piedra e ignorante.
Este es camino que la Iglesia pone a todos para su salvación, para la salvación del país.
Signos veremos, hombres y maravillas faltan por conocer. Pues, Dios separa el trigo de la cizaña, las ovejas de los corderos.
Permanece fiel hasta el fin. Reza cada día y cuántas veces pueda, el Santo Rosario por Nicaragua
¡Oh Señora mía, oh Madre mía! yo me ofrezco enteramente a vos y, en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, ¡oh madre de bondad!, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.
Amén.

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