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LOS SIN ESPERANZA

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 29 abr
  • 3 Min. de lectura

enía de regreso por la avenida atestada de vehículos de toda índole llena de humo y ruido en aquella tarde llena de un sol casi infernal. Una tarde no como otras, bastante solitaria y triste, algo ocurría que nadie hablaba.

Había estado en la casa de los Rodríguez, de visita porque una pequeña estaba hospitalizada por unas piedras en los riñones. Me sorprendió la noticia de aquella pequeña que cuando me veía, corría hacia mí llena de alegría. Los Rodríguez es una familia como muchas. De esas cuyos hijos quedan en la orfandad, que van creciendo a solas. De esas que no tienen horizontes ni planes.

La luna empezaba a despejarse, como sonriendo, mostraba su rostro amarillento, casi rojizo. Se conjuraban los cielos y la tierra, pues sus habitantes buscaban de prisa el camino de vuelta a casa, o no sé hacia qué lugar. Lo cierto es, que el cansancio había llenado hasta sus cabellos de soledad.

Algunas iglesias estaban ya cerradas. Al salir del barrio divisé una que parecía la entrada a un camposanto oscuro y silencioso. Los creyentes se había esfumado, el clérigo permanecía como quien temiera la llegada de una horda.

No he visto a muchos niños como en otras ocasiones jugando en las aceras o callejuelas. No he escuchado sus gritos, no he visto a los novios en la sombra besándose. He visto tan solo las aceras desiertas y sombrías.

Atravesando con cierta prisa aquellos parajes que parecieran inhóspitos, avisté la casa de unos conocidos que conversaban entre dientes, como guardando un secreto que a voces sabían ya muchos. Al ver sus ojos, noté la grave inquietud de quien no sabe qué esperar, o hacia adónde ir. Como perdidos.

Comprendí entonces, que habían olvidado algo en sus vidas. Que no sabían como volver a la alegría, a la paz, a la vida. Los días eran únicamente unas cuentas de reloj, el brillo de una luz incandescente que se apagaba.

Así fue, que al llegar casa, tomé un gran vaso de agua fresca y dije:

Señor, si has visto lo mis ojos vieron,

sabes que tus hijos te necesitan.

Ellos no te buscan, están como obnubilados, cegados por su propio mundo. Ya no sueñan, ya no esperan, ya no luchan.

Tan solo huyen y como queriendo escapar, quedan atrapados

en las tinieblas. Hay quienes les gusta vivir en las tinieblas,

pero hay muchos otros que no. Quieren salir de ellas.

Es fácil perder el rastro en las tormentas, es fácil perder la fe cuando no se tienen esperanzas.

Sin esperanzas, no sabemos a qué aspirar, no sabemos qué esperar.

Sus días pasan como el viento de verano,

sus vidas se rompen como un hilo entre los dientes del destino.

Señor, vivir sin esperanza es permanecer ciego,

pues muchos están ciertamente ciegos porque no ven la maldad,

el crimen, la rapiña, el robo...

La injusticia y el acoso carcomen la libertad de tus hijos.

En esta hora, Señor, acrecienta mis fuerzas para la batalla;

no me dejes exánime en el dolor y la impiedad;

sé mi amparo y protección.

En esta hora, Señor, no dejes mis manos vacías,

pues mi corazón aviva el amor y te desea sin miedo.

En esta hora, Señor, donde los sin esperanza van muriendo...

Dame el consuelo de tu voz para levantar sus vidas,

avivar sus conciencias, batir su corazón y

cargar en mis brazos al caído.

Así, podré cantar en el amanecer y volver a soñar al anochecer,

sabiendo que tu promesa es verdad.

Pues sin Ti, oh mi Dios, el hombre es tan solo un aliento en el tiempo, sin pasado, ni futuro... y el presente, una crueldad.

Mi alma anhela ardientemente tu rostro,

déjame ver tu rostro, oh Señor.

Amén.

ree

 
 
 

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