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LOS FALSOS CRISTIANOS

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 8 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

"No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación". (1Pedro 1:9)

Habían transcurrido ya varias horas caminando entre los árboles del bosque buscando el descanso en una piedra cerca de una cañada.

Me recliné a un árbol cuya sombra se extendía hasta el otro cerco del camino. El inclemente sol me había agotado.

Me quedé dormido por unos minutos. El canto de unos pájaros me avivaron y logré escuchar la caída de agua de la cañada. Bajé unos metros detrás de la alambrada y vi la fuente de agua de la cual tomé saciando aquella sed de mediodía.

Retorné al camino y miraba como unos pequeños arbustos envejecían y morían bajo la luz del día.

Recordé las palabras del Apóstol Pedro:

"No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él".

Cientos de hombres y mujeres han acudido a los templos estos días. De alabanzas, cantos y oraciones se han llenado las iglesias.

Los predicadores han realizado un gran esfuerzo, revestidos de inspiración han hablado de la Palabra con lengua persuasiva y aires de sabiduría y fe.

Y pensé, qué hipócrita son aquellos que se dicen llamar cristianos y sus vidas son vergonzosas, indignas del Maestro.

Son como esos arbustos del camino que pretenden ser frondosos y llenos de vida, pero por dentro la savia se va secando y al poco tiempo sólo queda la hojarasca que se esfuma por el viento.

Hay que vivir dignamente la fe que profesamos en Cristo Jesús. Me avergüenza ver a quienes desdicen su confesión con su cuestionable vida y mal testimonio en la familia y en las calles.

No basta decir yo creo. No basta gritar soy de Cristo. No basta diezmar u ofrendar para que todos vean que lo haces.

La Palabra del Señor es fuerza transformadora, no es acomodo ni placentero bienestar espiritual. Casi siempre es un desafío constante a nuestras iniquidades personales y sociales.

El Apóstol Santiago nos recuerda también que debemos trabajar por nuestra salvación.

Le comparto algunas recomendaciones que han sido útil en mi vida cristiana, sea usted católico o de cualquier otra denominación eclesial o religiosa:

1. Sea honesto con Dios y consigo mismo. A Dios no se le puede engañar. Viva lo que predica.

2. Sea solidario con el prójimo más indeseable, aunque le cueste. Empiece por orar sinceramente por su situación para que cambie.

3. Lea y medite la Palabra del Señor, solicitando el apoyo del Espíritu Santo. Nadie es poseedor de la verdad que es Jesucristo. Abra sus oídos y dejé que Dios le hable.

4. Practique la caridad en todo momento, en los pequeños actos. Practique el arrepentimiento pensando que ese momento puede ser el último en su vida. Procure ser tolerante y comprensivo consigo mismo y con los demás.

5. Viva sencillamente aún en medio de la abundancia y riqueza, aún en medio de la pobreza. Es desde el corazón que vivimos la verdadera sencillez evangélica.

6. Si está confundido y molesto consigo mismo, no busque culpables o excusas. Sea humilde. Ore con el corazón dispuesto a regresar a la casa del Padre que lo espera arrepentido.

7. La familia o el lugar donde usted viva, es también un templo. Alabe a Dios, dé gracias, acepte el perdón, porque allí encontrará la esperanza viva, el gozo inefable.

8. Evite a los predicadores embusteros y mesiánicos cuyas palabras las pintan bíblicas, pero no son más que mentiras y engaños. Aumente su fe y confianza en el Señor dejando que el Espíritu de Cristo transforme su corazón y pensamientos, semejantes a Él.

9. No se deje vencer y enrolar por los peores hábitos y costumbres de los tiempos modernos, donde lo bueno es fácil y la felicidad es placer y riqueza. Donde el mal se viste de buen gobierno arrancándole su libertad, derechos y creencias.

10. Crea en el amor y viva lo más cerca posible como lo vivieron los primeros cristianos. No todos eran buenos cristianos, pero gracias a quienes vivieron según las Enseñanzas y testimonios de Jesucristo, hoy nuestro mundo es mejor.

Estando ya cerca de la casa de los amigos, me vieron, salieron a mi encuentro y nos abrazamos. La mesa estaba ya servida, dimos gracias y bendiciones a Dios.

 
 
 

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