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LAS SUTILEZAS DEL AMOR

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 8 jun 2022
  • 4 Min. de lectura

De por qué escribo tanto sobre el amor? Hay muchas razones y una de ellas es que me leen damas y damitas que sé que les agradan mis letras.

De amor están hechas inmensidades y hermosas canciones, libros, heroísmos y la lírica bíblica. Es quizás la fuerza más poderosa existente.

Está vez quiero escribir sobre las sutilezas del amor. Aquello que olvidamos con frecuencia porque le damos al amor un giro que no es propio a su naturaleza. Incluso, hay quienes bajo el amor han escondido una daga o un veneno.

Podría escribir y no terminar, por ello me limitaré a cuatro reflexiones.

1. Lo que no se dice y no se sabe. El amor es como un terreno sedoso sobre el cual caminas y no sabes en qué momento te puedes resbalar. Hay que dar pasos despacio y acercarse con delicadeza, no con pedanterías o lisonjas.

Recuerdo una vez a una pareja que por llevar bien las relaciones se mentían el uno al otro. Crearon una atmósfera falsa. Cuando llegaron a un acuerdo de convivencia la historia de sus vidas cambio. El telón se cayó y se mostraron tal como son. Qué sorpresa! Todo cambió y no duraron más que unos días.

La honestidad qué buena es porque no quita de la cara las máscaras. Uno es lo que se ha hecho a sí mismo. Es tan sabio eso de "ámate a ti mismo...". Nadie da lo que no tiene, lo que no es.

Todos guardamos nuestros propios secretos. El que no lo hace no es capaz de amar, porque el amor requiere tener secretos íntimos. Ellos nos ayudan a auto protegernos, a ronronear con nuestro yo, a degustar nuestro interior, nuestra intimidad con celo.

2. La infidelidad. Aquí podemos pedir a todos "que lance la primera piedra quien no ha sido infiel alguna vez". Infiel a sus ideas, convicciones, actos y palabras. De hecho, lo somos con frecuencia.

Me encontré una tarde a una joven mujer llorando, muy triste porque supo que su compañero se había acostado con otra mujer. No se lo perdonaba. Estaba furiosa. No quería verle más en su vida. Dispuesta a marcharse de inmediato.

La escuché atentamente sin interrumpirla. Tomé sus manos, sequé sus lágrimas y le pregunté: "Estás segura de lo que vas a hacer?"

Ella llorando, mirando a mis ojos respondió: "No lo sé. No estoy segura. Lo amo, lo amo tanto".

Entonces, sí lo amas. Deja que tu corazón haga un trato con tus pensamientos y habla con él. Sé que en el fondo habrá un camino para él donde tú seas su princesa.

La fidelidad para el hombre es un asunto que casi es inexplicable, no la entiende. Habría que preguntarle a un sacerdote o religiosa qué entienden por fidelidad y cómo logran vivirla. Ciertamente hay unos votos de por medio, que también el matrimonio los tiene. Pero lo entienden? Lo viven?

Precisamente, amar a otra persona es un sendero que juntos se camina pero que si ambos no tienen el mismo objetivo u horizonte, cada cual se va por los atajos o parajes. Y así como se vive el amor, lo vivirán sus hijos. El hogar será una dulzura o una batalla a campo abierto.

El amor no se vive de prisa. Se disfruta despacito, entre gestos, señas, palabras y decisiones; porque la vida está llena de abrojos y piedras, de mares y tormentas, de soles y lunas, de fragancias y alcoholes...

3. Las frescas sábanas. El lecho de toda pareja debe ser un lugar de encuentro, casi sagrado. Sin embargo, es a veces el peor lugar de la casa.

La vez pasada de visita en una familia, la señora tuvo la gentileza de mostrarme los avances de la construcción que se estaban realizando. Ella se sorprendió cuando al pasar por su habitación, aquella era un desastre.

La intimidad es importante y hay que cuidarla por dentro y por fuera.

Recuerdo que para mis padres su habitación era un lugar sagrado. Siempre ordenada y limpia. Casi nunca podíamos ingresar porque para ellos era su espacio íntimo. Fácilmente me daba cuenta que también sus relaciones como pareja marchaban muy bien en medio de las dificultades de la vida. Fácilmente podía observar cuánto se amaban mutuamente.

4. Celos o inmadurez. Quién no es celoso. Sentir celos es a veces un sonar de advertencia que algo no está bien. Pero también es un signo de inmadurez, hasta vulgar y obsceno.

Al subir al bus me senté detrás de dos mujeres. La una le contaba a la otra la vida y milagros de una vecina. Aquello era un plato grande de chismes. Pobre vecina, cómo le estarían ardiendo las orejas. Y así, los más pequeños en las escuelas donde el chisme es una plaga que se expande como un virus de los más letales. Me bajé pronto porque no soportaba aquellas gargantas tan sucias.

Los celos alimentados por chismes, suposiciones y prejuicios son dañinos. Hacen un daño terrible a las personas y a las relaciones humanas en todo ámbito de la vida social y laboral.

Generalmente, las personas que caen en las redes de los celos lo hacen por inmadurez y por estar muy mal informadas. El que disemina chismes es un terrorista, dijo el Papa Francisco. Y es cierto.

El chisme te abre la boca demasiado que pierdes la poca cultura que tienes.

Las palabras se dicen de frente, porque un amor humano no tiene doblez, no debe ser ambiguo ni se enmascara. Es libre y limpio. No teme a la verdad.

Termino con esto:

Las veces que he sentido celos... He tenido que regresar a disculparme con la persona por ser un mediocre en la amistad y un falso en los sentimientos. Lo he considerado una falta de respeto. No podría cargar con aquel peso.

Qué sutil es el amor!

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