LA VERDADERA NAVIDAD

El sabor de la Navidad aún todavía permanece en la casa. Los niños no han dejado de soñar y cantar, y disfrutar de los dulces, sorpresas y panes.

La Navidad nos enseña que la condición humana ha sido adoptada por la divinidad. En nuestra sangre corre un brillo luminoso, un sabor a cielo y un barro humilde y sencillo sumergido en tierra mojada.

Dios se ha hecho uno de nosotros. Siente el frío de la noche y el calor del sol, el hambre y la necesidad de afecto, protección y amor.

El mundo se pierde fácilmente en colores brillantes, explosiones dinámicas en los cielos y en comilonas embriagantes.

La verdadera Navidad es un inicio de una humanidad revestida de lo sagrado en la vida humana. Es el principio de un renacer en Jesucristo, de lavar nuestro cuerpo en las aguas del bautismo, de abrirnos a la fe que nos lleva de la mano por sendas inesperadas.

El tiempo corre y nos arrastra como el viento en las montañas. No dejes que tu vida que es sagrada, se pierda en banalidades y sin sentidos.

Defiende y protege la vida, y tu existencia será bendecida. Ama y haz el bien cada día, oxigena tu alma con la oración, fortalece tu vida interior con la asidua comunión, lee las Sagradas Escrituras para fortalecer tu fe y hallar la gracia y bendición para tus horizontes, sé dadivoso y recibirás prosperidad.

La Navidad no pasa, se queda abordo de tu corazón, pues en ella habrás encontrado las alegrías y gozos que te iluminarán los amaneceres cuando las noches sean oscuras y tenebrosas.