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LA VERDADERA BATALLA

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 8 jun 2022
  • 4 Min. de lectura

Desde antes los inicios de todo lo que nuestros ojos ven y nuestra mente conoce, y desconoce, ha existido una batalla; que se trasladó al corazón y mente del hombre.

Desde Abel, Noé, Abraham, Jacob, José, Moisés, Job... se ha librado de diversas maneras. No únicamente contra los enemigos de una tribu o pueblo, sino contra el espíritu humano.Una batalla espiritual, que se refleja en escenas tan terribles narradas a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento.

Sin embargo, Dios luchó al lado del hombre y venció. Y mientras el hombre estuvo al lado de Dios, la victoria fue de su parte. No le perteneció. sino a Dios.

Qué nos quiere decir el apóstol Pablo cuando nos escribe:

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Ef.6:12)

Hoy nos enfrentamos a distinta formas de maldad. El ocultismo, a las falsas enseñanzas y a la presentación bíblica errónea.Al agnosticismo que según el Papa Francisco es: «La fascinación... de una fe encerrada en el subjetivismo, donde interesa únicamente una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que se creen puedan reconfortar e iluminar, pero donde el sujeto en definitiva permanece cerrado en la inmanencia de la propia razón o de sus propios sentimientos».(Gaudete et Exsultate,No. 36) Y al pelagianismo que «en el fondo solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico» (Gaudete et Exsultate,No. 49)

Estas tres tendencias han permeado todos los niveles de nuestras sociedades y estructuras, en las formas de pensamiento y de interpretación de la realidad espiritual y material de los tiempos contemporáneos.

No hay conciencia de pecado en el corazón humano. Se ha diseminado por las redes sociales y todos los medios de comunicación y relación humana un estilo de vida que combina estas tres formas antes mencionadas: ocultismo, agnosticismo y pelagianismo, originando un patógeno altamente mortal para la vida espiritual, sostén del alma y entidad corpórea humana. La trascendencia queda en el ausentismo, y la religión es opio, una droga que adormece la fe y la voluntad humana.

Dios anunció por medio de los profetas, Ezequiel y Jeremías, que llegaría un tiempo cuando Dios ya no imputaría el pecado a la colectividad sino a cada persona (Jer. 31:29-33, Ez. 18:1-4). Cada uno es responsable de sus actos, de sus verdades e ignorancias. Pablo en 2Corintios nos habla de las armas para combatir las asechanzas del mal:

"…3: Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; 4: porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; 5: destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo,…"

Cuatro elementos a considerar como creyentes:

1. Somos seres de carne y hueso, frágiles, pecadores, merecedores de misericordia; pero nuestra lucha va más allá de nuestra naturaleza. 2. Las armas espirituales son poderosas si provienen de Dios y capaces de destruir todo mal, 3, Nos ayudan a destruir especulaciones y razonamientos, que nos alejan de la obediencia de Cristo.

Estas armas espirituales proceden de Dios: "Mira, hoy te he dado autoridad sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y para derribar, para destruir y para derrocar, para edificar y para plantar" (Jeremías 1:10)

Es un poder para destruir el mal, o sea, el pecado. Y es aquí que debemos tener claridad como cristiano a qué atribuimos el nombre de "mal"; porque para unos es una nación infiel, para otros, una nación que es guarida del terrorismo, o de flagrantes abusos a la libertad y la democracia; actos inmorales, idolatrías, etc., etc., etc.

La Palabra de Dios afirma de forma clara y perentoria que «la maldad no triunfa contra la sabiduría (de Dios)» (Sab 7, 30).

Algunas recomendaciones para combatir el pecado, el mal, ya sea éste de cualquier índole:

1. Aceptar que sin Dios no es posible ganar la batalla contra el mal o pecado. 2. Creer que Cristo Jesús, vencedor de la muerte y el pecado, es el camino hacia la verdadera liberación del género humano. 3. La oración es un arma poderosa para combatir toda maldad y sus efectos en la vida humana y espiritual. 4, La adoración a Dios es un acto de apertura de su Gracia y Santo Espíritu, practicarla fortaleza la fe contra las tendencias contemporáneas. 5, La autoridad y el poder procede de Dios, y debe ser utilizado según su Voluntad, y no para otros fines, 6. Obedecer a Cristo es creer en su Palabra y vivir conforme a sus enseñanzas y obras, 7. Arrepentirnos de nuestros pecados y pedir la misericordia de Dios cada día. 8. Profundizar en el estudio de la Sagrada Escsritura, dejándonos guiar por el Espíritu Santo, y no por nuestros subjetivismos, falsas enseñanzas y errores, y nuestras propias fuerzas. 9. Orar por los líderes y tomadores de decisión para que sean asistidos por la sabiduría de Dios. 10. Ser fieles a Dios y creer en sus promesas toda nuestra vida.

 
 
 

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