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LA TRANSFUSIÓN

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 22 jul 2022
  • 3 Min. de lectura

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Había ingresado de emergencia. La sala está llena de pacientes que por una u otra razón los sucesos habían coincidido con uno extraordinario que iba a ocurrir. Era una tarde de invierno y el calor se mezclaba con una brisa pasajera sofocaba que a los impacientes que esperaban su ingreso al quirófano o a la sala de observación. Naid había llegado después que su vehículo había impactado contra un árbol al deslizarse en la carretera. Sus signos vitales eran débiles y requería sangre, pues había quedado casi destrozado. Naid regresaba de una Convención de la Iglesia Católica y acostumbraba conducir velozmente. Esa tarde, su esposa de iba a dar luz y no quería perder el momento de ver el alumbramiento de su primera hija. Naid es de padres judíos, pero él ser convirtió al catolicismo tras varios años de casado con su linda esposa Lucy, de padres católicos. Su matrimonio fue un camino de conversión para Naid. Ocurrió una noche mientras él oraba en el jardín a solas. Sintió la presencia de alguien que colocó su mano en el hombro y escuchó unas palabras: "Más adelante comprenderás que la vid debe permanecer unida a los sarmientos." Se levantó intrigado y sin comprender aquel presagio, le confesó a su esposa su confusión. Lucy le tomó sus manos y le dijo: "Amor. Hay muchas cosas de la fe que no comprendemos. He hallado en el camino de la oración el apoyo al rezar el Santo Rosario, como te habrás dado cuenta todas las noches, a la Madre de Dios." Ella fue a su gavetero y puso en sus manos un rosario de perlas azules. Le dijo con amorosa voz: "Te enseñaré a orar con él al Padre Celestial." La dulzura de Lucy condujo a Naid por un sendero nuevo para un alma que buscaba respuestas que están más allá de la mente, del conocimiento humano. No fue fácil todo este proceso en la familia de Naid, aún así, todos respetaron las decisiones de los jóvenes esposos que se abrían juntos a la vida conyugal. Pasado un tiempo, Naid recibió las aguas del bautismo sagrado. Fue todo un acontecimiento. Muy curiosamente aquél suceso tan íntimo, unió mucho a las dos familias de los esposos. Ya había ingresado a la sala y los médicos esperaban la sangre para la transfusión. Se había agotado en el hospital. Naid acostado sobre la cama con todos los aparatos listos, esperaba inconcientemente. Imperceptiblemente, una figura humana se acercó a Naid y asombrosamente se vio destilar por los tubos un caudal de rica sangre fresca. Al llegar los médicos, se exaltaron súbitamente al ver al paciente restablecido. No lo podían creer, no sabían cómo explicar aquello. Al tercer día, Naid se encontraba acariciando entre sus brazos a su hermosa hija. Mientras la miraba, estrechando las manos de su esposa, una lágrima recorrió su mejilla recordando aquellas palabras del mensajero. Y dijo a su esposa: "Se ha cumplido lo dicho por él: '...permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí." (Juan 15:1-8) Dios me ha devuelto la vida. Quien permanece en él, vivirá y dará fruto abundante. Ahora, disfrutamos de nuestra hija. Aquella noche del accidente, los paramédicos hallaron enlazados en los dedos de Naid, el Rosario de la Madre de Dios.

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