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LA PARÁLISIS

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 8 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

"Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.

Se puso en pie, y se fue a su casa." (Mateo 9:7)

Tenía ya varios compromisos y recientemente me habían llamado para avisarme de la amenaza en contra del Padre Román, en la ciudad de Masaya.

No se debe exponer el rebaño cuando los lobos andan ferozmente hambrientos.

Así que se me ocurrió dictar la charla a través de un programa radial pregrabado, de tal manera que todos me escucharían y estarían a salvo.

Creí oportuno inspirar mis reflexiones en el encuentro de Jesús con el paralítico que le llevaron en camilla. (Mateo 9:1-8).

La predicación del Evangelio de Jesús no fue siempre fácil. Era increpado, acosado, amenazado y acusado de ir contra las leyes religiosas y del imperio romano.

En esta ocasión es acusado de blasfemo porque sólo Dios era capaz de perdonar los pecados. Jesús demuestra su potestad no sólo perdonando, sino también sanando el cuerpo.

Entonces, haciendo referencia a este encuentro de Jesús con el paralítico, estás son las reflexiones que dirigí a mis buenos hermanos:

"La figura del paralítico es la de un hombre que ha pasado toda su vida tullido, impedido de valerse por sí mismo, prácticamente condenado al desprecio social.

De alguna manera nosotros nos volvemos paralíticos, impedidos de crecer espiritual y humanamente. Nos quedamos varados en las satisfacciones del mundo o en la indiferencia e incapacidad de luchar por ser mejores personas.

La comodidad, los placeres, la rutina, el ocio y el malgasto del tiempo nos sujetan como el licor al bebedor.

La parálisis social crea una inercia que incapacita las mentes y conciencias de hombres y mujeres. Así de fácil, son presa de los mercaderes y malversores que amontonan riquezas e influencias, llegando a proteger como leones sedientos de sangre y hambre sus bienes malhabidos.

Jesús no sólo es capaz de romper con esa esclavitud, con esos vicios terribles que sujetan la voluntad y el pensamiento humano. Él tiene la potestad de sanarnos definitivamente.

Como también tiene el poder de perdonar los orígines del mal que nos confinan a ese estado deplorable.

Hoy nos enfrentamos a una escalada abierta y cruel contra la fe cristiana, contra el Evangelio de Jesús. Basta recorrer los crímines cometidos contra miles de cristianos en países asiáticos o africanos, o en Europa mientras realizaban sus cultos, o de la destrucción de centros religiosos o iglesias. A vista de todos vimos como una rusa lanzó ácido al rostro de un presbítero mientras confesaba y hace unas horas nuevamente el Padre Román ha sido amenazado de muerte, como algunos otros más.

La parálisis tiene bajo su dominio a miles de hombres y mujeres armados apuntando a la población indefensa.

Cómo podemos romper con esta seducción malvada y devolver la salud mental y espiritual de esta gente paralítica.

Sólo con el poder de Cristo.

Se me ocurre lo siguiente:

1. Mantener la unión en la comunidad y en la Iglesia, aún teniendo en medio de nosotros traidores, indiferentes y paralíticos.

2. Proteger a los niños y adolescentes de los vicios que son difuminados por radio, televisión, cine y redes sociales. Orientarlos de tal manera que aprendan a diferenciar lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo legal de lo ilegal.

3. Educar en la responsabilidad y correcto uso de la libertad personal. El dominio y control de las pasiones y sentimientos, del raciocinio para obrar con equanimidad, sensatez y prudencia.

Somos los adultos y los mayores que estamos obligados a rescatar a nuestra juventud.

4. Permanecer unidos a la autoridad eclesial y abiertos a la voz del Espíritu que inspira a cada bautizado. La oración como iglesia nos dará poder que sólo Cristo tiene y concede.

La autoridad eclesial es la principal responsable de la salvación del rebaño. Un mal Pastor conducirá a sus crías al desfiladero.

5. La presencia maternal de la Madre de Dios. Acudamos con toda confianza a su auxilio y protección maternal. Quién haya tenido una madre, sabrá del amor verdadero.

No nos paralicemos. Busquemos el poder magnífico de Jesús que no dudará en librarnos de ella y sanar nuestras heridas.

Señor Jesús, Dios todopoderoso, vencedor de la muerte y el pecado. Escudo y Alcázar nuestro en las batallas. Ayúdanos a permanecer unidos en tu Santa Iglesia. Aleja los lobos y saquedores de nuestros templos y acrecienta nuestras esperanzas por la libertad.

Padre bueno y generoso, limpia nuestras manos pala alabarte y ayúdanos a combatir las fuerzas del mal.

Sea todo para honra y gloria tuya por los siglos de los siglos. Amen."

Durante los siguientes días recibi muchos mensajes y llamadas. A todos los bendije con el corazón en la mano. Porque el poder proviene de Dios y a Él sea su gloria.

Oh Señor, escucha nuestro clamor. Y da gloria a tu santo nombre!

 
 
 

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