LA FUERZA DEL DON

Estos días han sido bastante agotadores. Sólo Dios sabe el peso que carga mi mente y mi corazón en silencio. La carga espiritual a veces es mucho más pesada que la material.

No han sido unas noches bien descansadas. Llevo muchos años que el descanso es breve y eso no está bueno para la salud.

Me alienta sentir por las mañanas en mis ojos cerrados los rayos de sol que con la ayuda de las campanas o el canto de la Iglesia, me levanta a fuerza de la cama. No puedo seguir durmiendo mientras otros muchos ya han emprendido camino a sus labores.

Mi primer pensamiento: Dios y mis primeras palabras: Gracias Dios mío.

He recibido no buenas noticias de amigos cuyos familiares o amistades han fallecido, o que el cáncer no les abandona. Muchas más razones tengo para permanecer fiel y ferviente ante Dios, Señor de la vida.

Varios niños tampoco han eludido las enfermedades. Es doloroso verlos sufrir a su tierna edad. Tuve que preparar algunos caldos de pollo y de revestir mi corazón de "ángel consolador" brindando ánimo y alegría a aquellos pequeños, procurando que no faltara el medicamento y los alimentos tan necesarios.

Cuánta fuerza necesita el don!

En medio de estas pequeñas vicisitudes, aparecen ángeles que te brindan ayuda o que te dicen: No desesperes, te ayudaré pronto! Muchas gracias!

Ayer y hoy he recibido el consuelo que sólo Dios sabe dar con ternura.

Porque también he recibido y leído noticias buenas de amigos.

Ya dice Jesús en el Evangelio:

"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré." (Mateo 11:28)

Darse es entrega total, sin nimiedades y egoísmos. Se requiere mucha fuerza, y esa viene de Dios.

"Señor, Dios mío, tener quisiera alivio de mi carga, pero mejor dame las fuerzas necesarias para llevarlas con alegría. Porque sé que es allí, donde te encontraré y hallaré mi salvación. Bendito seas, Dios mío y benditos sean quienes pones en el camino."