LA FECUNDIDAD DEL AMOR

"Tu mujer {será} como fecunda vid en el interior de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa." (Salmo 128:3)

Es tan bella está expresión bíblica de la fecundidad de la mujer. La Biblia contiene un sinnúmero de conceptos sobre ella, desde el Génesis donde el mismo Dios la bendice y querida como algo bueno y sagrado. Es en Abraham donde expresa Dios la fecundidad como la totalidad del amor del Padre en su promesa de un gran linaje inimaginable. Jesús en los Evangelios le da un hermoso giro porque para Él, la vida es un don divino que ha merecido salvarla en la cruz. Porque la vida es siempre fecunda.

Pero esta vez quiero hablarles de esa fecundidad entre una pareja que va más allá de la procreación, tan máxime y excelente fruto del amor conyugal.

Sin duda alguna los hijos son la expresión más cercana al poder divino de crear, de poblar un lugar tan hermoso como nuestro planeta. Lamentablemente no todos los hombres y mujeres comprenden responsablemente está misión sagrada.

Hay una fecundidad que es propia del amor verdadero: la entrega sin medida al otro.

En la vida no todo sale como lo uno espera o planifica, pero eso no quiere decir que no seamos felices o alcanzar nuestros sueños.

Yo creo que lo más hermoso en una pareja es el amor que se prodiguen el uno para el otro. Un amor que pasa de flores rosadas a una consagración fiel para siempre en medio de tormentas y tiempos buenos.

Total, al ser mayores los hijos se van y nos quedamos ella y yo. Pero no debe ser un amor egoísta y placentero, eso conduce a muchos sinsabores y desgracias.

Una pareja o matrimonio sin hijos les debe dar la ocasión de servir con alegría y darse sin miedos y generosamente a quienes necesitan, de lo que quizás ellos no gozan. Hay tanta soledad y abandono en nuestras sociedades.

Me atrevería a recomendar algunas ideas para aquellos que viven sin hijos, no sin antes recordarles que Dios es sobre todo, amor pleno.

1. "Sed fecundos", a dicho el Señor Dios. Fecundos en la carne, pero también en la vida conyugal y espiritual. Porque la vida es un camino posiblemente largo, donde los hijos llegan o quizás no, pero el amor sigue vivo. Debe ser así. No desaparece.

2. Crecer como personas individuales y como un cuerpo vivo que comparte lo que son, piensan y aspiran juntos. El amor no envejece.

3. Servir con alegría a los demás y sed partes integradora de aquellos que transitan momentos difíciles y complejos. Su felicidad puede ser luz para los que están atollados.

4. Son miembros vivos de la Iglesia de Cristo, y por serlo, tienen la responsabilidad de edificar este Cuerpo con su ejemplo y testimonio.

Frente a las terribles ideologías de género y prácticas no cristianas de una familia querida y amada por Dios, son ustedes la llama encendida en las oscuras iglesias y cultos abominables.

5. Testigos de la alegría y del gozo de vivir entregados por el amor verdadero, no ese amor falaz, sucio y fugaz, sino aquel sellado por Dios mismo en el sagrado Sacramento del Matrimonio.

Qué gozosos sois entonces! Porque si hay amor, hay fecundidad. Y el mundo será más limpio y diáfano como aquel día en el Edén.