LA CERVEZA LLORONA

Los amigos reunidos disfrutaban de ese gran momento, conversando con gran pasión, los brindis y tragos iban y venían. Cantinero, cantinero!, decía con gran entusiasmo uno de ellos: Otra ronda más!

Motivos fueron muchos, como abrazos y felicitaciones , que sobraba quien no los recibiera. Los tonos se elevaban, mientras otros no hablaban. Y así, la mesa se llenó de botellas, que cajas no alcanzaban.

La tarde se hizo noche y la noche madrugada. Y fueron quedando en el diálogo unos pocos lleno de improvisaciones sin sentido; unos dormitaban y abrazados los amigos se fueron despidiendo. La última, la última!, dijo a gritos el que apenas se sostenía en pie con un jarra de cerveza en mano.

Y dijo con palabras jadeantes y maltrechas:

-Amigos, amigos!, hermanos de toda la vida. Gracias por estar conmigo esta noche, mi última noche. Todos entre el mal sueño y la mirada casi ciega, escuchaban inquietos. Y prosiguió: Sí amigos, ya no nos veremos más. La vida me ha dado mucho y a veces poco. Y me ahogo en la pena que cuando tuve mucho, fui egoísta y avaro, y cuando poco, un bribón y desagradecido.

-Perdóname amigo, perdón a todos los que hice mal.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Y las lágrimas llegaron al corazón de todos los que lo veían y escuchaban.

-No es bueno, dijo. No es bueno malgastar la vida en sinsentidos y banalidades. He bebido hoy con ustedes amigos, porque nunca supe amar lo bueno. Y esta vida, hoy se va de mí.

-No dejes a tu amigo que su vida se arrastre y se embriague el alma. No vale la pena llorar un infortunio, si sabes bien que el camino no es bueno. Tan poco somos, cuando tan grande pudimos llegar.

Los rayos de sol se abrieron paso entre las rejillas, y el amigo cayó en brazos de todos. Desde ese día, los amigos nunca más volvieron a la cantina.