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LA CARGA Y EL YUGO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 18 jul 2022
  • 3 Min. de lectura

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. ... Y encontraréis vuestro descanso.» (Mateo 11:28)

En medio de acontecimientos dolorosos que viven familias de este amado pueblo, estás consoladoras palabras de Jesús nos traen un respiro para nuestras almas ya cansadas de tanta ignominia.

Dios ha de tener un propósito para nuestro pueblo y para los pueblos agobiados por el sufrimiento y la violencia que caminan como sombras de muerte.

En esta dura prueba que vivimos, en esta persecución sin cuartel contra jóvenes, presbíteros y algunos Obispos comparto con el corazón lleno de esperanzas y fe algunas meditaciones:

1. No despreciemos la invitación de Jesús de acudir a Él y de recibir su alivio y descanso. Lo necesitamos. No podemos dejar abierta la puerta de nuestro corazón al odio y a la venganza. Sentirse desconsolado y herido por dentro es terrible. Sólo Dios puede abrigar nuestro dolor con su amor de Padre. Jesús nos invita a fortalecer nuestra vida interior y no ha debilitarla con sentimientos tan genuinamente humanos, pero que nos pueden hacer daño profundamente. Hay que llorar, pero seguir amando.

2. El alivio del Señor es un llamado a nuestra fe y a la capacidad de poner no sólo los ojos en la justicia y la reparación. Bien sabemos que ambas no traerán a la vida a nuestro ser querido hijo arrebatado de una forma infame y condenable. En esa cruda experiencia, Dios nos sostiene y nos alienta, nos dice que su carga y yugo son ligeros. Él lo sabe bien pues envió a su propio Hijo a sufrir y morir en la cruz. El consuelo viene del Señor y su misericordia pone a prueba nuestros más profundos deseos, quizás tan terribles para un alma dolida, aplastada por la maldad.

3. Dios nos promete descansar de esa infatigable agonía. Estos días algunas personas me han pedido que ore por quienes su vida penden de un hilo delgado. Las noches se me han hecho largas y el cansancio y el sueño me han querido doblegar. Sólo abrazo la cruz de Cristo entre mis manos y digo: "Hágase tu santa voluntad, Padre." Todos los días rezo el Salmo 22 y hallo en él esa bella promesa de un paraje rodeado de ríos de agua viva, una pradera limpia y una paz que te invita al descanso que sólo Dios te puede ofrecer.

El descanso vence la tristeza y llena ese vacío. Nos hace ver que la vida prosigue, porque Dios está al final esperando nuestra llegada. Al recordar a estos jóvenes cuyas vidas han sido cegadas por el homicida, al presbítero y Obispo que son injuriados y amenazados de muerte, a las madres que sufren, a los que son perseguidos sin causa alguna y a los que son probados por la enfermedad y alguna operación de alto riesgo, imploro al Padre bueno y justo; "Señor, Dios mío. Alivia mi alma profundamente adolorida. Ayúdame a llevar este yugo y está carga tan pesada que rompe mi vida. De rodillas de pido no me dejes solo, dame el consuelo y el descanso. Hazme ver el nuevo día y de asumir está agonía lleno de esperanza y de fe que no quedaré defraudado. Gracias Padre, por aliviar esta sombra cargada de inmenso sufrimiento. Hazme digno de unirme a la cruz redentora de tu Hijo Jesucristo. Amén."

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