LA ANCIANA Y EL SOLDADO
- estradasilvaj
- 14 ene 2023
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Tiempos de guerra y la paz había muerto. Todos huían de sus hogares y otros no podían hacerlo. Tiempos fríos y oscuros. El furor había llenado el corazón de violáceo latido.
Los hombres se encontraban en las calles y a campo abierto como fieras. Cegados por el mal y el espíritu de poder. Unos santos y otros demonios. La tierra se tiñó roja y las manos se volvieron garras.
Dónde está la luz? Dónde el camino a casa? El paraíso se ha convertido en tierra hostil y mal oliente.
La anciana caminaba sin rumbo, sola y rodeada de destrucción y asedio. Sus labios secos y su piel quebradiza, angustiados por agua. Su triste mirada llena de una esperanza arrebatada.
Un soldado al verla tomó sus frágiles manos y le preguntó su nombre. La anciana respondió: "Mirna Zvezda", que significa "Estrella de Paz". Y prosiguió: "Tengo 4000 años, y he acompañado a los que huyen de la violencia y la guerra iluminando su camino. Ya estoy cansada y me he quedado un poco atrás".
El soldado con mirada atenta, la escuchó decir:
"Hijo, qué joven eres y en tus ojos llenos de vida, veo un corazón bravío pero lleno de amor. No dejes que se pierda el amor. La ira y la pasión por el poder y la riqueza son viles y el odio se convierte en un terrible tirano. Lucha por la paz perdida, no dejes que se apague la luz del perdón y la amistad. Convierte las armas de la muerte, en brazos y puentes, pues el mundo cambiará su cuerpo. Los océanos se extenderán y surgirán nuevos continentes. Cielos nuevos y tierras nuevas recibirán, porque mi Paraíso se ha perdido.
Es Nochebuena y la Navidad la han convertido en una fiesta vacía. "Emmanuel", queda recordado como un acontecimiento, y no lo es. Nunca debe serlo. Es una realidad que se hace verdad cuando amas, compartes y perdonas... "
Y de pronto, el soldado se vio solo. No sabía si era una visión o un sueño. Pero, sentía latir su corazón con más fuerza. De regreso al comando, meditó lo sucedido.
Por la noche, cuando todos festejaban Nochebuena, él salió afuera y debajo de una encina, se puso de rodillas, extendiendo sus manos y mirando al cielo estrellado, oró.
Meses después llegó la paz a la región y el joven soldado a casa. Se bautizó y marchó de nuevo a tierras lejanas, esta vez como misionero del "Príncipe de Paz". Era ya año nuevo.

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