ESA CRUZ EN MI PECHO

Desde muy joven en el seminario me gustaba llevar una cruz o un crucifijo colgando en mi pecho. Tenía un significado muy poderoso. Me sentía confiado, protegido, responsable, capacitado ... En fin, misionero. Como que cargaba un tarea extraordinaria, impostergable.

Con el paso del tiempo, lo fui cambiando. Se me deteriorada o extraviaba. Había una estrecha relación entre la cruz en mi pecho y el rosario en mi bolsillo.

Recuerdo muchas experiencias muy extrañas. Con ambos estuve en situaciones peligrosas. Cuando estuve internado en el Hospital en cuidados intensivos y por más de dos semanas, se me lo llevaron. Pero en mi cabeza y corazón allí estaban. No eran tan fácil orar en aquellos momentos en lo que me sentía muy débil y confuso.

Una vez un guardia me preguntó de por qué lleva eso. Yo le respondí que para recordar de dónde provengo y hacia adónde voy.

Las veces que voy por las calles, la gente me ve. No dice nada. Cuando visito los hogares, ellos saben quién soy y a qué llego.

Los niños saben bien qué significa que yo lleve un crucifijo en el pecho. Ellos conocen quién está ahí clavado y porqué.

Cuando veo un suceso doloroso, o me encuentro en una situación quizás, difícil. Lo aprieto en mis manos y busco en mi bolsillo el rosario.

Es curioso. Es algo psicológico tal vez. Me siento más tranquilo, fuerte y confiable.

No lo considero un amuleto. Es lo que significa para mí. Recordar aquél hombre clavado, entregando su vida por nosotros, muriendo lentamente y, todavía más, pidiendo a su Padre que no tuviera en cuenta semejante pecado. Es para mí, una fuerte motivación de vida. Es como volver a empezar a reconstruir la vida misma.

Por eso lo llevo. Porque quiero ayudar a reconstruir la vida enferma, la vida sumida en la angustia, la soledad, la desesperanza... En el fango de la corrupción, del delito, de la ambición y la barbarie.

Lo llevo en el pecho porque es la señal de que Dios no abandona y es fiel. Que con él, todo es posible.

Así, camino aunque sea arrastrando un pie, pero bendiciendo, amando y dando gracias al Padre por ser un misionero de su cruz salvífica, redentora.