¿ES POSIBLE SER SANTO?

La santidad es una invitación de Dios mismo, es un llamado que nos hace en algún momento de nuestra vida.

No pensemos en esa santidad de veneradas imágenes o pinturas. Ni de actos gloriosos o heroicos, ni de milagros maravillosos.

La santidad es ver al mundo, a los habitantes de este planeta desde otra óptica. La vida se convierte en un camino que asciende, que no evade enfermedades ni peligros, que se va gastando en el servicio.

¿Qué significa ver al mundo y a los demás desde otra óptica? Pienso que es ver con los ojos de Jesús, como el mismo Salvador entendió su misión, con esa serenidad y magnanimidad.

Es enfrentar un mundo atascado y carcomido por los vicios y pecados de todos. Romper con estructuras esclavizantes y dominadoras, enfrentar los poderes de la tierra y del mal. Jesús replanteó una manera diferente de convivir, de hacer vida social, de practicar la fe y el amor, de volver al encuentro con Dios.

En este propósito que cada hombre y mujer trae al abrir los ojos en este mundo, Dios lo llama por su nombre.

¿Cómo podemos descubrir entonces ese llamado a la santidad? Abre tu corazón al amor de Dios. El odio, el egoísmo y el miedo te alejan de Él.

Dedica tiempo para encontrarte a solas con Dios. Llámalo, habla con sinceridad. Encuentra sus señales en la lectura y meditación asidua de la Santa Biblia. Práctica el bien y la justicia siendo generoso y honesto. Acude en ayuda de los necesitados, del huérfano, extranjero, viuda y despreciado.

Y, recuerda, que sólo desde el pecado y el arrepentimiento, desde la Cruz salvífica, desde el sentirse amado y perdonado por Dios, libre, las piedras del camino nos conducirán al Santo de los santos.

Dios ilumine su vida por siempre.