EN TI CIFRO MI CONFIANZA, OH DIOS MÍO

No seamos desleales al Señor, vivamos honrando con nuestras vidas su santo nombre.

Vemos con gran dolor tantas muertes en todas partes; la partida de seres amados y amigos; el hambre que aprisiona hogares y ahoga el futuro de nuevas generaciones. ¿Es posible que nuestros pecados sean la condenación de nuestras generaciones?

Me he encontrado en un parque con un grupo de seis niños, niños que apenas han salido de la infancia. No habían comido nada, no tenían pan en casa. Me hablaron de sus amarguras, de sus sueños rotos... Mientras comían arroz y frijoles (gallo pinto), plátano frito (tajadas), queso y gaseosa, ellos reían de contentos por los acontecimientos del día que terminaba.

¿Qué está ocurriendo en nuestros hogares, en nuestras calles, en las escuelas? La gente empieza a retomar el timón de sus vidas y da la impresión que no ha ocurrido nada. ¿Adónde quedaron lo que debimos de haber aprendido para vivir de manera más honesta, solidaria, respetuosa, digna y honorable?

Sea agradecido con Dios, honre su nombre con la sombra de su vida; lleve una vida que muestre su Palabra, su Ley grabada en nuestros corazones y en nuestra mente. Que nuestros labios no desdigan sus Mandamientos, ni nuestros actos sean una vergüenza. Oh Dios, qué tan lejos estamos todavía.

Dios vivirá aún más allá de lo que somos y hacemos. Él está más arriba de nuestros pecados e infamias.

Los que deprecian a Dios quieren adueñarse del mundo, de nuestros países y naciones; someternos a leyes fraudulentas e indignantes, a renunciar a nuestra fe, valores y principios, a mentir y adorar a dioses que no ven, ni hablan, ni escuchan.

Sólo en Dios hallaremos esa paz, esa luz que nuestra alma necesita. De rodillas ante Él, que todo lo ve y lo escucha, implora sabiduría y valor, que nuestra confianza y fe en Él no decline. Pues sólo los que sean leales sobrevivirán.

"Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos; Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; Sálvame por tu misericordia." (Salmo 31:14-16)