EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
- estradasilvaj
- 8 jun 2022
- 3 Min. de lectura
"Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren" (Juan 4:23).
Me ha parecido interesante hacer una breve reflexión de estas palabras de Jesús, tan oportunas ahora que los cristianos no nos convocamos en nuestros templos o iglesias.
Acaso el mensaje que Dios nos quiere hacer llegar es que debemos de pasar de una adoración reducida al templo, a una adoración como bien dice Jesús: "los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad".
No me mal interpreten. No quiero que entiendan que los templos, iglesias, oratorios, capillas no sirven de nada. La realidad que nuestros ojos ahora ven que están cerrados y no significa por ello que hemos dejado de orar, alabar, cantar, recitar salmos, leer su Palabra y adorarle.
Pero, usted, cómo adora al Padre? Cómo lo está haciendo ahora en su casa, en su trabajo, en donde se encuentre?
Adorar al Padre Celestial en "espíritu y en verdad" no se parece a lo que estamos acostumbrados hacer o pensar que así sea.
El Padre es espíritu, y por lo tanto, todo acto idolátrico es contrario. Me explico mejor. Adorar a Dios en la Sagrada Hostia no es un acto idolátrico porque fue el mismo Jesús que instituyó la Eucaristía, bajo las especies de pan y vino. Dios está allí presente y adorarlo está muy bien. Pero, podemos hacerlo?
Por ser Dios Padre un espíritu, nuestra adoración va más allá de las palabras. Dios ama al de corazón sincero. Dios va a lo profundo, a lo honesto. Rezar, recitar alabanzas y expresar con palabras lo que sentimos es bueno. Pero Dios pide que le adoremos "en espíritu y en verdad".
Para explicarlo mejor, les comparto cómo hago yo para adorar según dice Jesús, Nuestro Señor. Con toda humildad y respeto lo hago, pero cada uno puede encontrar sus propias formas de hacerlo.
Cinco pasos:
1. De rodillas en un lugar privado, contemplando el cielo, hago un Acto de Presencia. Digo con la cabeza inclinada: "ESTOY EN LA SANTA PRESENCIA DE DIOS". Me coloco sobre una alfombra o tela con los pies descalzos y me quedo unos minutos con la cabeza inclinada y brazos extendidos en adoración. Puedo hacerlo frente a las Sagradas Escrituras o un Crucifijo con una vela encendida. En silencio y ojos cerrados.
2. Luego, le pido al Señor Dios que perdone mis faltas. Hago un ACTO DE ARREPENTIMIENTO muy sincero y profundo. Que salga del corazón, no de los labios para afuera. Permanezco de rodillas hasta sentir que recibo la gracia del perdón, que sólo el corazón sincero dirá el momento.
3. Elevando los brazos hacia arriba, DOY GRACIAS AL PADRE POR ESE MOMENTO, LA VIDA, SUS BENEFICIOS Y PRUEBAS... con sinceridad, con el corazón lleno de verdades, no de lisonjerías, ni fariseísmos, ni soberbia.
4. Ahora, dejo que el ESPÍRITU DEL SEÑOR actúe y permaneciendo en ACTITUD DE ADORACIÓN abro mi corazón, para que Él posea mi alma. Que mi alma lo contemple desde mis pensamientos y sentimientos más profundos y puros. Es el momento de la ADORACIÓN VIVA EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.
Porque Él devela lo que quiere de mí, y mi alma desnuda lo contempla.
Este es el momento, "la hora que viene y el ahora que es", como dice Jesús.
Nada más importante y central que ADORAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS, CON TODA TU ALMA, CON TODAS TUS FUERZAS, CON TODO TU CORAZÓN.
5. Finalmente, en SU SANTA PRESENCIA, ruego e imploro MISERICORDIA por todo el género humano en los acontecimientos presentes.
Y digo:
ALABADO SEA DIOS. SEA SIEMPRE BENDITO Y ALABADO SU SANTO NOMBRE. INDIGNO SOY, DIOS AMADÍSIMO EN ESTAR EN TU SANTA PRESENCIA. TE ADORO EN ESPÍRITU Y EN VERDAD. TE AMO CON TODA MI ALMA, CON TODAS MIS FUERZAS, CON TODO MI CORAZÓN. SEA SIEMPRE BENDITO Y ADORADO EN MEDIO DE TUS ÁNGELES Y SANTOS. SANTO, SANTO, SANTO. DIOS INMORTAL. PRINCIPIO Y FIN DE TODO QUE VIVES Y REINAS POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN.
Después de ello, sentado rezo el CREDO, UN PADRE NUESTRO, TRES AVE MARÍAS Y EL GLORIA.
Sea un adorador del Dios Vivo, su vida, familia, trabajo y futuro serán benditos por siempre. No habrá calamidad que lo venza. Así sea, en Cristo Nuestro Señor.



Comentarios