EN EL PRINCIPIO... LA OSCURIDAD QUE TODOS CONOCEMOS
- estradasilvaj
- 29 abr
- 4 Min. de lectura
Unas reflexiones para nuestra meditación privada.
Génesis 1,2-3 dice:
“La tierra era un caos informe, sobre la faz del abismo había oscuridad, y el aliento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz”.
Aunque es uno de los pasajes más leídos de la Biblia, su profundidad teológica, espiritual y existencial apenas ha sido arañada. Lo que parece una simple narración cosmológica contiene secretos sobre nuestra vida diaria, nuestra psique, nuestra espiritualidad... y la forma en que Dios sigue actuando hoy.
Este texto no solo habla de la creación del mundo: es una descripción magistral del proceso de toda conversión, de todo renacimiento, de toda intervención divina que convierte el caos en cosmos, la oscuridad en claridad, el silencio en Palabra.
El versículo 2: “La tierra era un caos informe”
1. El caos como realidad existencial
La palabra hebrea utilizada aquí es tohu va-bohu, una expresión que significa vacío, confusión, desolación. Es el caos primigenio, pero también una imagen del alma humana sin Dios.
¿Cuántas veces experimentamos este tohu va-bohu en nuestras emociones, relaciones, planes y espiritualidad? La falta de sentido, el sinsabor, la rutina sin trascendencia, son formas modernas del mismo caos.
Salmo 69,3: “Estoy hundido en un fango profundo, y no tengo en qué apoyar los pies; he llegado al fondo del agua y la corriente me arrastra”.
2. El abismo y la oscuridad: metáforas del corazón cerrado
El abismo es lo insondable. En la Biblia, representa tanto el lugar de los demonios (cf. Ap 20,1-3) como las aguas profundas del alma.
La oscuridad es más que ausencia de luz; es la imposibilidad de ver lo que realmente importa. Es vivir sin sentido, sin dirección, sin revelación.
Isaías 9,1: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”.
“El aliento de Dios aleteaba sobre las aguas”
1. El Ruaj de Dios: Espíritu que no abandona
En medio del caos, el Espíritu no huye. Ruaj en hebreo es viento, soplo, respiración, espíritu. No actúa desde la distancia: está “aletando”, como un ave sobre su nido.
Comentario de Rashi (rabino del siglo XI): “Así como una paloma revolotea sobre sus crías sin tocarlas, así el Espíritu Santo sobrevolaba las aguas esperando el mandato del Creador”.
Dios no necesita que el orden exista para actuar. Se mueve en el caos, lo rodea, lo abraza, lo transforma. Él es el Dios que actúa en nuestras crisis.
Romanos 8,26: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad; porque no sabemos pedir como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.
El versículo 3: “Dijo Dios: ‘Haya luz’”
1. El poder de la Palabra
Este es el primer acto creador: no es físico, sino verbal. Dios no construye con las manos, sino con su Palabra.
Aquí se prefigura el Logos del Evangelio de Juan:
Juan 1,1-3: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios... por ella todo fue hecho”.
La Palabra de Dios tiene poder de crear lo que no existe, de ordenar el desorden, de dar luz donde no hay más que sombra.
Hebreos 4,12: “La palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda espada de doble filo”.
Este es un detalle casi místico. La luz aparece antes que el sol (creado en el día cuarto). ¿Qué tipo de luz es esta? Es la luz de la verdad, de la conciencia, del amor.
Según la tradición judía, esta era la “luz primordial”, la Or HaGanuz, escondida luego para los justos del fin de los tiempos. Es la luz que ilumina al alma antes de ver la realidad física. Es la luz que “revela el rostro de Dios”.
Salmo 36,10: “En tu luz vemos la luz”.
¿Qué implicaciones tiene todo esto en nuestra vida ordinaria?
1. Nuestro caos tiene esperanza
Dios no rehúye el desorden. En nuestras vidas, muchas veces esperamos estar “ordenados” para acercarnos a Él. Pero es en el caos donde Él se manifiesta con más potencia.
2 Corintios 4,6: “El mismo Dios que dijo: ‘Brille la luz del seno de las tinieblas’, ha brillado en nuestros corazones para que irradiemos el conocimiento de la gloria divina”.
2. El Espíritu no se va: aletea
Aun cuando sentimos que todo se desmorona, el Espíritu permanece. No con ruido, no con espectáculo, sino en un movimiento silencioso, amoroso, paciente.
Isaías 30,15: “En la conversión y la calma está vuestra salvación; en la serenidad y la confianza vuestra fuerza”.
3. El poder de la Palabra en nuestra boca
Hemos sido hechos a imagen de Dios. Así como Él crea con la Palabra, nosotros también podemos crear o destruir con lo que decimos.
Proverbios 18,21: “Muerte y vida están en poder de la lengua”.
Hablar luz significa bendecir, perdonar, consolar, edificar.
VI. Misterios revelados para nuestros días
1. La creación es continua
El Génesis no terminó: sigue hoy. Cada día que amanece es un nuevo “haya luz”. Cada persona que se convierte es una tierra nueva que sale del caos.
2. La oscuridad no es enemiga: es el lienzo
Dios no eliminó la oscuridad. Simplemente creó la luz. A veces creemos que el mal debe ser eliminado para vivir en paz. Pero muchas veces la paz surge cuando la luz brilla más fuerte, no cuando la noche desaparece.
3. La espiritualidad no comienza con acciones, sino con escucha
Dios no dijo: “Trabaje el hombre”, sino “Haya luz”. Toda vida espiritual auténtica comienza con la escucha de la Palabra, no con el activismo.
Aquí dejo algunas recomendaciones para nuestra vida espiritual.
Abraza tu caos
No huyas del desorden interior. Llévalo a Dios en oración. El Espíritu ya está aleteando sobre él.
Medita diariamente la Palabra
Permite que el “haya luz” se pronuncie cada mañana sobre tu vida. La lectura orante ilumina las zonas oscuras del corazón.
Cuida tu lenguaje
Habla como quien tiene la Palabra de Dios en la boca. Que tus palabras creen luz, no sombras.
Cultiva el silencio para oír la voz que crea
Apaga el ruido externo e interno. Solo en el silencio puede resonar la voz que transforma.
No midas tu espiritualidad por resultados, sino por fidelidad
Dios creó la luz antes de que el sol la sostuviera. Muchas veces verás frutos antes de entender el “cómo”.
Recuerda que el Espíritu nunca se aleja
En la peor tormenta, el Espíritu no huye. Él revolotea, espera, alienta... hasta que se diga: “¡Haya luz!”.




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