EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE

La gente corre cargando sus regalos, compras y alimentos... Corre y corre como si fuera el último día.

Todos nos preparamos de diferentes maneras. Unos, atendiendo lo material, otros orando y esperando llenos de esperanza. Y también, quienes hacen las dos cosas.

Te diré lo más importante, lo esencial en esta Navidad. Quizás lo sepas, pero no lo vivas. Quizás, tu mesa no tenga todo, pero estamos juntos. La noche se hace más fría y la luna en el alto cielo es más brillante. Hay una señal por descubrir en cada lugar del mundo.

Lo esencial, es que ese niño que vuelve de no nuevo a nuestra vida y hogar, es uno de nosotros. Su pequeño corazón late tan rápido como latía el tuyo, su mirada buscaba verte y sus manitos, intentaban tocar tu rostro.

Lo esencial, es que nuestra vida un día después no debería ser la misma, porque él nos habrá traído esa paz, ese amor que hemos perdido.

Lo esencial, es que nuestra fe se vuelve realidad, una promesa cumplida, y los milagros vuelven a nacer.

Hoy recibí la noticia de un amigo que me escribió diciendo que su cáncer era benigno. ¡Estaba gozoso, agradecido con Dios! Y tuvo razón en decirme que la oración de decenas de personas que me escribieron por él, se había convertido en un milagro.

Lo esencial, es que la Navidad es el acto más bello de amor como treinta y tres años después lo hizo en la Cruz. ¡Dios no ha dejado de amarnos! Pero, ¿nosotros?

María, la llena de gracia, está contenta, llena de risas porque en sus brazos tiene al Salvador, al Hijo de Dios. Ella lo alimentará con su pecho y cantará canciones bellas. José, solo queda viendo, mientras su corazón late y late de inmenso gozo, pues nos ha nacido un niño.

Te envito a que esta Navidad no sea una fecha o acontecimiento cualquiera, perdido entre fiestas y estrenos. Haz que Jesús, Príncipe de Paz nos haga mejores personas y creyentes para iluminar al mundo que aún vive en tinieblas.

Eso que llamas Navidad, perdure en tu corazón siempre y que recuerdes las palabras del Ángel a los pastores:

"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". (Lucas 2,14)