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EN EL ABISMO ME ESCUCHÓ EL ALTÍSIMO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 29 abr
  • 2 Min. de lectura

En la sombra tendida del valle sombrío,

cuando el alba temblaba sin fuerza en mi pecho,

cuando el miedo danzaba sus fuegos helados

sobre mi frente hecha de barro y de ruegos,

levanté mi clamor como incienso en la bruma,

como un niño perdido que llama en desvelo.

Clamé sin palabras, con grietas en el alma,

con la voz hecha astillas de tanto quebranto,

y en el eco dolido de mi propio silencio

brotó una esperanza que no era de humanos.

¡Oh Señor, mi refugio, mi escudo y mi roca,

tú me oíste en la cueva del grito callado!

No fue sorda la nube, ni fría la estrella,

ni el cielo cerró su celeste morada,

pues tu oído bajó como lluvia temprana

y halló en mi clamor la fe aún despierta.

Tú, que habitas la altura, bajaste sin alas,

cubierto de gloria y de amor que no cesa.

Los montes temblaron al paso de tu ira,

se rasgaron los cielos, vibraron los mares,

pero yo, pequeñuelo, fui alzado en tus brazos

como ave que vuelve a su nido sin sangre.

Mi angustia era un lazo, mi noche un naufragio,

pero tú encendiste un farol en el aire.

Tus palabras me fueron abrigo y espada,

me hablaste en el viento, en la flor, en el fuego,

y cada peligro se rindió en silencio

al poder de tu nombre, al amor de tu reino.

En la guerra del alma, tu paz fue mi escudo,

y en la flecha que ardía, tu soplo fue hielo.

Te invoqué en el riesgo y tú me respondiste

como trueno que parte el silencio en la cumbre,

como el río que vuelve a vestir la llanura,

como sol que despierta al campo que sufre.

No me diste respuestas con lógicas frías,

sino el gozo de verte en la herida más dulce.

Fuiste Dios en mi miedo, Pastor en mis dudas,

Fuiste Roca que habló sin romper el silencio,

fuiste voz en mi pecho, consuelo en mis lágrimas,

fuiste el canto de paz que rompió mi lamento.

En el filo del día, cuando el alma vacila,

tú pusiste una antorcha que ardía por dentro.

Ahora sé que el peligro no es más que un puente

que me lleva a tus brazos cuando todo se cae,

que la noche más densa es tu lienzo perfecto

para pintar estrellas que el alma no sabe.

Tú, Señor, me escuchaste cuando yo era un suspiro

y hoy soy canto de júbilo, porque tú me salvaste.

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