top of page

EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACION

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 29 abr
  • 2 Min. de lectura

Cuando el alma camina por los corredores del miedo,

y la noche derrama su tinta sobre los huesos,

yo clamo tu nombre —¡Luz mía!—

como quien grita una sílaba de fuego

en mitad de un mar sin costas.

Tú eres el faro que no se apaga,

la llama que danza sobre el aceite de la esperanza,

el sol que brota sin permiso en la ventana

de un cuarto en ruinas.

Cuando mis pasos tiemblan como juncos

al borde del abismo,

Tu voz —sí, Tu voz—

resuena más fuerte que el trueno

y más dulce que la gota de miel

que se esconde en el panal del alma.

Tú me llamaste por mi nombre

cuando yo me llamaba silencio.

Y al pronunciarme, me diste forma.

Fui barro y fui quebranto,

pero en tus manos fui vaso para vino nuevo.

Fui sombra, fui huida,

pero Tú, como aurora sin tregua,

abriste mi noche en abanico

y sembraste estrellas en mi memoria.

El Señor es mi luz…

Y yo, que vivía en cuevas interiores,

salí de mí como Lázaro del sudario,

con vendas aún en los tobillos,

pero con los ojos abiertos al asombro.

¿De quién temeré,

si la sombra huye de Tu mirada?

¿De qué huiré,

si tu misericordia me sigue,

como un perro fiel que no abandona?

Tú eres mi salvación…

No como quien evita la herida,

sino como quien entra en ella

y la transforma en cicatriz luminosa.

No me diste alas para huir,

sino raíces para resistir el viento.

No me diste escudo para ocultarme,

sino un pecho desnudo

donde arde tu verdad sin máscaras.

Y cuando arrecian las tormentas

y los hombres se alzan como torres contra el justo,

Tú, Dios escondido,

me haces monte alto, roca firme,

tabernáculo secreto donde el odio no llega.

Allí me escondes,

no para alejarme del mundo,

sino para darme nueva mirada

—una visión de eternidad entre las ruinas—.

Oh Señor, Tú eres mi lámpara encendida

en el umbral del llanto,

mi resplandor en el valle de huesos secos.

Contigo aprendo a caminar sobre el agua,

no porque el mar se calme,

sino porque Tú caminas conmigo.

Y si caigo —y caigo, Señor—

no es la tumba mi destino,

sino tus brazos que levantan

como viento que reanima

las hojas caídas del alma.

El Señor es mi luz y mi salvación.

Por eso canto,

aunque aún sangren los inviernos.

Por eso espero,

aunque mis días estén cosidos con hilo de dudas.

Por eso vivo,

aunque la muerte me ronde

como halcón de sombras:

Porque Tú, mi Dios,

eres luz que no cansa,

y salvación que no falla.

ree

 
 
 

Comentarios


Publicar: Blog2_Post

Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

50557600273

  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2021 por Brother George. Creada con Wix.com

bottom of page