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EL SERMÓN: ¿PROSELITISMO O EVANGELIZACIÓN?

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 7 sept 2022
  • 4 Min. de lectura

Hay un grave riesgo cuando colocamos el Evangelio dentro de los contextos sociales, culturales y económicos. Jesús no hizo en su predicación ningún proselitismo sobre el Reinado de su Padre.

Cuando situamos el Evangelio como juez de los acontecimientos humanos, corremos el grave riesgo de dividir los pensamientos y las creencias; de dividir a la comunidad y a la sociedad en dos bandos: el de los buenos y el de los malos.

El sermón de un sacerdote o pastor debe propiciar que la Sagrada Escritura tiene que revivir, prender fuego al corazón y tener significado en la vida de la gente para que aprendan a amar a Dios, amar al prójimo y crecer en la fe.

El sermón debe anunciar siempre los valores del Reino de Dios, que Jesús magníficamente explica a sus Apóstoles. Este anuncio es profético, en cuando también señala los antivalores que la sociedad ha convertido en nuevos ídolos y dioses.

El sermón no es un podio para dirimir un debate político o sociológico. La Escritura Sagrada anunciada de viva voz en la Liturgia de la Palabra no debe perder la sustancia evangélica, el meollo que Jesús plantea a la gente de su tiempo, a la gente de nuestro tiempo. Pues, la Palabra de Jesús es siempre nueva y presente.

El sermón debe ser evangelizador. Debe iluminar con el mensaje de Cristo los acontecimientos presentes que vivimos con celeridad, confusión, desasosiego y búsqueda de la verdad.

Recordemos a su Santidad Pablo VI que "observaba con gran previdencia que el empeño de la evangelización debía ser nuevamente promovido con fuerza y con mucha urgencia, dada la descristianización de muchas personas que, no obstante el bautismo viven fuera de la vida cristiana; gente simple que tiene una cierta fe y que conoce mal sus fundamentos (Instrumentum Laboris, 12).

Juan Pablo II quien habló en todos sus discursos sobre la "Nueva Evangelización", nos recuerda que es ante todo "una constante renovación hacia el interno, un continuo pasar, por así decirlo, de evangelizada a evangelizadora (Idem, 13).

En este sentido, el sermón, la prédica es un volver a renovar a la Iglesia desde dentro hacia afuera. No puede predicar aquello que no vive y no cumpla honestamente. Pudiera decirse, que no se puede evangelizar si no es evangelizado.

No se debe exponer la Palabra del Señor a interpretaciones e intereses foráneos. Pues, siempre habrá quienes buscan acechar intencionalmente la fe de la comunidad, valiéndose de nuestras debilidades humanas y erróneas interpretaciones para confundir y plagar de falsedades, debilitando la unidad y la fraternidad humana.

Es por lo tanto, importantísimo que sacerdotes y laicos presten mucha atención al estudio y formación de la Biblia; la reflexión, meditación y oración en comunidad, atraerán las luces necesarias para comprender el mensaje de Jesucristo y el Magisterio de la Iglesia.

Acerca del Magisterio de la Iglesia, las diferentes Encíclicas y documentos que los Papas y Concilios ponen al conocimiento de los creyentes y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, debe ser también objeto de estudio y reflexión en las comunidades cristianas.

Me gustaría mencionar algunas características que debieran de reunir los predicadores:

1. El predicador debe dar a la gente una imagen mayor de Dios. «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor» (2 Cor. 4:5).

2. El predicador debe ayudar a la gente para que recurran a la Biblia cuando surjan dudas, problemas, diferencias en la comunidad. «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, reprender, corregir y entrenar en justicia, a fin de que el hombre de Dios esté completamente equipado para toda buena obra» (2 Tim. 3:16-17).

3. El predicador debe mostrar a la gente cómo leer, estudiar y manejar la Biblia por sí mismos. «Haz lo mejor para presentarte a Dios como un aprobado, un obrero que no necesita avergonzarse y que maneja correctamente la palabra de verdad» (2 Tim. 2:15).

4. El predicador debe desafiar a la gente a ser dueña de la verdad respondiendo al mensaje. «No se limiten a escuchar la palabra, y así se engañarán a sí mismos. Haz lo que dice» (Santiago 1:22-27).

5. El predicador debe probar que la Biblia no es un libro del pasado o una historia inventada, nos habla hoy a cada uno, en nuestro tiempo. «Toma en serio todas las palabras que te he declarado solemnemente hoy. ...No son palabras vanas para ti: son tu vida» (Deut. 32:46-47).

Quien vaya a predicar, a la comunidad con la Palabra del Señor, a anunciar el Mensaje Evangélico, debiera leer la Primera Carta de San Pablo a Timoteo.

Al escuchar la Palabra de Dios, nos convertimos de alguna manera, en portavoces de este mensaje, el cual debemos no sólo vivir, sino de compartir en los ámbitos de nuestra vida.

Termino citando a los Obispos del mundo en la XIII Asamblea General (2012): " La fe cristiana no es sólo una doctrina, una sabiduría, un conjunto de normas morales, una tradición. La fe cristiana es un encuentro real, una relación con Jesucristo. Transmitir la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesús se realice." (Instrumentum Laboris, 18)

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