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EL SERMÓN DEL MONTE: EL ANUNCIO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 7 sept 2022
  • 5 Min. de lectura

En los capítulos 5, 6 y 7 el evangelista Mateo compendia una serie de temas que Jesús predicó: desde las Bienaventuranzas, que son "promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones y anuncian las bendiciones y las recompensas ya iniciadas por el amor y la misericordia insondable de Dios Padre manifestadas en su Hijo" (CC, 1717) hasta asuntos como: el cumplimiento de la ley y los profetas, el odio, el adulterio, juramento en falso, la venganza, entre otros.

"Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección...." (Catecismo Católico, 1717)

Desde que Jesús leyó las Escrituras hebreas en la sinagoga, promulgó el cumplimiento de lo anunciado por muchos profetas siglos anteriores. Se iniciaba así, una nueva era para la humanidad.

Mucho de ustedes habrán comentado el sermón del sacerdote de su parroquia, o del Obispo en la Catedral. Algunos lo aplaudirán, otros lo criticarán; quizás, tildándolo de aburrido, cansón o político. Por lo que, no volverán más a esa iglesia, o soportarán semejante discurso largo hasta dormirse, o continuarán asistiendo por compromiso. Quizás, porque su propia fe trasciende ese mismo sermón.

Acerca del sermón, quiero señalar varios aspectos que quizás nos ayuden a comprender su importancia dentro de la Liturgia y para la vida de todo cristiano. Y sobre esto, hay en la Biblia muchos recursos expresados en los textos antiguos, como en los Evangelios y en las Cartas Paulinas que no abordaré por ahora. También, el Magisterio de la Iglesia ha reflexionado sobre este tema. y citaré una obra excelente.

A este fin, pretendo en varios capítulos expresar mis reflexiones y recomendaciones sobre el sermón del sacerdote en la liturgia eucarística, porque los contextos sociales de nuestro tiempo influyen en la comprensión y dimensión de los comentarios que los clérigos realizan desde el ambón.

En primer lugar, el sermón es un anuncio. Se abre el discurso desde la misma Palabra que Dios ha inspirado a través del tiempo, a los hombres elegidos por Él, para escuchar su voz. Es, en Jesucristo, en que esta Palabra se hace carne. O sea, que se introduce en nuestra propia humanidad.

Jesús, el enviado del Padre, trae consigo el anuncio de un Reino completamente diferente a los que estamos acostumbrados a ver o vivir de diferentes maneras históricamente. Reinados que han terminado derrumbándose y quedando en el olvido de los polvos del desierto del tiempo y la historia. Jesús anuncia un Reino que lo aborda con bonitas imágenes e interesantes parábolas.

El sacerdote es un portavoz de esta Palabra sagrada. Y, por serlo, debe ser fiel a ella. De por sí, la Palabra del Señor no necesita más explicaciones o ampliaciones. Esta Palabra es Jesús mismo. Hay que contextualizarla, sí. Porque los tiempos son diferentes. Cada generación es totalmente distinta. Así el Papa Juan Pablo II habló de una "evangelización con rostro nuevo", pero el contenido el mismo.

Quiero citar la Constitución Dogmática Dei Verbum (Sobre la Divina Revelación) de su Santidad Pablo VI que dice: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía (C. I,2), tan hermosas palabras de Pablo VI inspiradas y escritas en el documento del apóstol Juan: "Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn., 1,2-3). Por lo tanto, el primer mensaje que el sacerdote debería de recordar a la comunidad creyente es ese.

El anuncio debe ser fiel a la Palabra de Jesús. Si a esa palabra se le dimensiona o se le hace decir otro sentido del que Jesús dejó claro, no es ya el mensaje evangélico, ni el de Jesús, ni mucho menos de la Iglesia.

¿Qué significa entonces, "contextualizar" el mensaje de las Sagrada Escrituras? ¿Es necesario hacerlo?

La Constitución antes citada dice al respecto: "La Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. (DV I,12,b)

Escucho con mucha frecuencia en sermones y discursos de hombres y mujeres en templos católicos y protestantes una serie de analogías, interpretaciones y citas bíblicas inexactas, con graves errores teológicos. Dejando a la audiencia confundida o sumergida en una reflexión desarraiga de la realidad de la vida o lejos de valores que el mismo Jesús ha dejado claros en sus sermones.

Por lo tanto, pienso que debiera ser una exigencia de todo creyente que pertenece a una comunidad, de llamar la atención al predicador sobre la irrelevancia, los errores o desviaciones de la Palabra del Señor. Claro está, el creyente debe de también conocer en profundidad el sentido y cometido que Jesús le da a su mensaje.

La formación bíblica es una exigencia personal y comunitaria de todo creyente. Hay mucha ignorancia sobre la Palabra de Dios. Y, es un deber de todo sacerdote formar bíblicamente a su comunidad. El sermón nunca puede ser suficiente para comprender la Palabra de Dios. Y, es responsabilidad de todo creyente leer, conocer, estudiar y orar con la Palabra de Dios. La ignorancia es muy típica de nuestro tiempo.

Quiero, en este breve capítulo, resumir entonces mis reflexiones en lo siguiente:

-La Palabra proviene de Dios y se ha expresado tangiblemente y para siempre, en Jesucristo, su Hijo amado. -Es una Palabra siempre viva y nueva. -La Palabra de Dios, plasmada en los Libros Sagrados, el Padre Celestial, a través de su Hijo, a manifestado su Plan de Salvación para una Humanidad diferente de la que las generaciones han pretendido construir sobre valores muchas veces adversos y diferentes a los de Dios. -El Sermón es apenas una puerta a una reflexión personal, familiar y comunitaria aún mucho mayor y profunda. -El Sermón no está divorciado del resto de la Liturgia eucarística, por ser así, todo católico o cristiano debiera de continuar meditando y viviendo el mensaje que Dios ha querido poner delante de sus ojos y oídos. -El Sermón no es una tarima de anuncios, ni de disparates, ni de proselitismos vulgares.

¿Cuál es el anuncio que se debiera de escuchar en los templos en tiempos tan llenos de confusión y barbarie? Dejo la respuesta en el siguiente capítulo.

Termino citando la Constitución de Pablo VI:

"Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina." (DV VI,25)

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