EL PONTIFICADO DE LAS FRONTERAS
- estradasilvaj
- 29 abr
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Cuando el 13 de marzo de 2013 el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio apareció en el balcón de San Pedro y pronunció su ya célebre "los hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo", la Iglesia católica y el mundo supieron de inmediato que algo estaba cambiando. El primer Papa latinoamericano, el primer jesuita en el trono de Pedro, y el primero en tomar el nombre de Francisco.
Su pontificado comenzó con una señal inequívoca: simplicidad, cercanía, y una agenda pastoral que prometía sacudir estructuras anquilosadas. Pero lo que nadie preveía era que Francisco se convertiría en una figura polarizadora incluso dentro del mundo católico. Para unos, un reformador valiente y profético. Para otros, un peligroso progresista. Y entre medias, la vasta mayoría de fieles tratando de discernir qué significa ser cristiano hoy.
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco puso el acento en la misericordia. Su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013) fue una bomba pastoral que animaba a una Iglesia en salida, no autorreferencial, comprometida con las periferias y con un anuncio fresco y vital del Evangelio.
El Año Jubilar de la Misericordia (2015-2016), con el lema “Misericordiosos como el Padre”, no fue sólo una celebración litúrgica, sino una declaración de principios. El Papa Francisco recordó que la esencia del cristianismo no es la ley sino el amor, no el juicio sino la gracia.
La promulgación de Praedicate Evangelium en 2022 reorganizó la Curia Romana poniendo al Dicasterio para la Evangelización por encima del de la Doctrina de la Fe. Un cambio teológico y eclesial de fondo: la misión antes que la administración, el anuncio antes que la corrección. También implementó cambios para dar más protagonismo a los laicos y mujeres en puestos de decisión vaticana.
El viaje a Lampedusa (2013) marcó el tono: una Iglesia que no mira desde el balcón sino que baja al fango de la historia. El Papa Francisco denunció la “globalización de la indiferencia” y ha hecho de los migrantes y refugiados un tema central, con documentos como Fratelli Tutti (2020) que claman por una fraternidad universal sin muros.
Con Laudato si’ (2015), el Papa ofreció una de las visiones ecológicas más completas jamás presentadas por un líder religioso. No se trata sólo de medio ambiente, sino de una “ecología integral” que incluye la dignidad humana, la justicia social y el equilibrio del planeta. El Papa ha sido recibido incluso por sectores no religiosos como una voz ética global.
Su encuentro con el Gran Imán de Al-Azhar y el Documento sobre la Fraternidad Humana (Abu Dabi, 2019) marcan un antes y un después en el diálogo islamo-cristiano. En 2021, se convirtió en el primer Papa en visitar Irak. Con gestos valientes, ha cruzado fronteras físicas y espirituales para construir puentes.
Más allá de los sínodos temáticos (familia, juventud, Amazonía), el Papa Francisco ha promovido una conversión eclesial hacia la sinodalidad: caminar juntos, escuchar, discernir comunitariamente. El actual proceso sinodal no es una consulta cosmética, sino una reconfiguración de cómo la Iglesia se concibe a sí misma.
La espontaneidad del Papa ha sido su sello... y su talón de Aquiles. Declaraciones improvisadas en aviones, entrevistas periodísticas sin aclaraciones doctrinales, y lenguaje simbólico que a menudo ha sido leído más como ideológico que evangélico. La falta de precisión ha generado confusión y ha sido campo fértil para tergiversaciones.
El caso más emblemático: Amoris Laetitia (2016), que abre la puerta a la integración sacramental de divorciados vueltos a casar en algunos casos. Aunque el texto insiste en la necesidad de discernimiento, su ambigüedad ha provocado división, incluso entre cardenales (los famosos "Dubia"). El documento Fiducia Supplicans (2023) sobre bendiciones a parejas homosexuales no casadas, aunque en continuidad con el Magisterio, generó confusión en muchos fieles por su pobre comunicación pastoral.
Aunque la Curia ha sido reorganizada, muchos problemas estructurales del Vaticano —clericalismo, transparencia financiera, burocracia interna— siguen sin resolverse del todo. el Papa Francisco ha movido piezas, pero el “sistema” sigue presentando resistencia. Además, la descentralización eclesial ha generado temores de disgregación doctrinal, como se ha visto en el caso alemán.
En vez de unir, algunos dicen que el Papa ha intensificado la fractura eclesial entre "progresistas" y "tradicionalistas". Algunos obispos y teólogos han sido marginados o criticados, mientras otros, muy críticos del Papa, han protagonizado desobediencias explícitas. La comunión eclesial parece debilitada.
Vivimos en tiempos de posverdad, y el Papa Francisco ha sido una de las principales víctimas de este fenómeno. Numerosas declaraciones que se le atribuyen simplemente nunca existieron. Ejemplos:
"El infierno no existe" – Falso. El Papa ha hablado muchas veces del infierno, aunque con un enfoque pastoral.
"Todos se salvan" – Falso. Ha afirmado que la misericordia es inmensa, pero no universalista.
"Jesús fracasó en la cruz" – Sacado de contexto. El Papa usa esta expresión para hablar de la lógica humana, no para negar la redención.
Además, muchos videos y documentos se editan maliciosamente para sembrar confusión o desprestigiarlo. Algunos sectores católicos, incluso con buena intención, caen en el error de compartir contenido no verificado. La crítica legítima se convierte en difamación cuando no se basa en la verdad.
Aquí entra el desafío del discernimiento digital. No todo lo que circula es confiable, y no todo lo que suena "tradicional" es evangélico. El Papa no es perfecto, pero muchas de sus supuestas herejías son mitos construidos.
La Iglesia camina entre tensiones creativas. El Papa Francisco abrió puertas, pero muchas preguntas quedan abiertas. ¿Qué esperan los fieles del futuro?
Muchos desean que el próximo Papa continúe la apertura pastoral sin caer en el relativismo moral. Que corrija los excesos del lenguaje ambiguo y recupere una catequesis clara, sin abandonar la misericordia.
Existe una sed de verdad. Los fieles no sólo necesitan sentir el amor de Dios, sino también conocer su voluntad. Una catequesis sólida, una liturgia reverente, una espiritualidad profunda: todo esto debe recuperarse sin nostalgia ni rigidez.
El Papa Francisco promovió la descentralización. Pero la unidad no puede sacrificarse. El próximo Papa deberá encontrar formas de preservar la comunión sin uniformidad, sin permitir que cada diócesis o conferencia episcopal sea una Iglesia paralela.
Se espera un pontífice que sea más místico que político. Que sea hombre de oración, de contemplación, de cercanía a los pobres. Alguien que inspire no sólo cambios estructurales, sino conversiones del corazón.
¿Será el próximo Papa africano? ¿Volverá el papado a Europa? ¿Una sorpresa asiática? Más allá del pasaporte, lo que muchos anhelan es un pastor que sepa conjugar tradición y renovación, claridad y caridad.
El Papa Francisco fue, sin duda, uno de los Papas más mediáticos, discutidos y significativos del siglo XXI. Su pontificado ha reconfigurado el modo de ejercer el ministerio petrino: más pastoral, más profético, más arriesgado. Pero también más expuesto, más criticado, y a veces menos comprendido.
No todos los cambios han sido bien implementados. Algunas heridas se han abierto más. Pero también ha despertado a una Iglesia muchas veces dormida en sus estructuras. Ha obligado a pensar, a discernir, a dialogar.
La historia lo juzgará con más perspectiva. Pero nosotros, hoy, podemos reconocer sus frutos: la centralidad de los pobres, la urgencia de la conversión ecológica, el deseo de una Iglesia misionera y misericordiosa.
La Iglesia es de Cristo. Pero el Espíritu sopla donde quiere, y parece haber soplado con fuerza durante este tiempo. Ojalá sepamos acoger lo bueno, corregir lo confuso, y avanzar juntos hacia el Reino, con fe, con esperanza y con caridad.
Porque, como decía San Agustín, “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad.” Que así sea también para el futuro de nuestra Iglesia.




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