EL MISTERIO DEL SACRIFICIO DE JESUS
- estradasilvaj
- 29 abr
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El Triduo Pascual es el centro neurálgico de la fe cristiana. No es una simple secuencia de celebraciones, sino un único y gran misterio que se despliega en tres días santos: Jueves Santo, Viernes Santo y la Vigilia Pascual. Es la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, vivida como un todo indivisible.
La Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II declara: "El Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del Señor brilla como el centro del año litúrgico" (SC, 102). Esta afirmación no es meramente litúrgica, sino profundamente existencial: en estos días, el cristiano encuentra la raíz de su identidad, el sentido de su vida y la promesa de su futuro.
El Jueves Santo: El amor que se entrega
"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Juan 13,1).
El Jueves Santo abre el Triduo con dos acciones fundamentales: la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, y el lavatorio de los pies. Ambas revelan el corazón del Evangelio: un Dios que no se reserva nada para sí, sino que se da totalmente.
a) La Eucaristía: el pan partido del amor
La Última Cena no es solo la preparación para la Pasión, sino su interpretación sacramental. Jesús, al tomar el pan y el vino, dice: "Esto es mi cuerpo entregado... esta es mi sangre derramada" (cf. Lc 22,19-20). La Iglesia ha entendido desde sus inicios que esta entrega es real, no simbólica (cf. Catecismo, 1365). El cuerpo dado y la sangre derramada se actualizan en cada misa.
b) El sacerdocio: ministros del don
Con el gesto del pan y el vino, Cristo instituye el sacerdocio ministerial. Él es el Sumo Sacerdote (Heb 4,14), y sus ministros son configurados para actuar in persona Christi. No son gestores ni meros celebrantes: son hombres marcados por el misterio del don.
c) El lavatorio: el Evangelio en acción
Jesús se arrodilla y lava los pies de sus discípulos (Jn 13,1-15). Este gesto, escandaloso, revela la lógica divina: grande es el que sirve. Benedicto XVI escribió: "La limpieza exterior es signo de una purificación interior, y el gesto de Jesús es una profecía de la Cruz" (*Jesús de Nazaret*, II).
El Viernes Santo: El silencio de Dios y la palabra de la cruz
"Mirarán al que traspasaron" (Juan 19,37; cf. Zac 12,10).
El Viernes Santo es el día del amor crucificado. La liturgia de este día no celebra la misa; la Iglesia guarda silencio y contempla el misterio de la Cruz.
a) La pasión según san Juan: el Rey exaltado
El relato de la pasión de Juan es único: Cristo aparece como Rey. En la cruz no está derrotado, sino entronizado. Dice: "Todo está cumplido" (Jn 19,30), no como un lamento, sino como una proclamación victoriosa.
b) La cruz: trono del Cordero
La cruz, instrumento de tortura, se convierte en altar y trono. Es aquí donde Cristo vence al pecado, al mal y a la muerte. San Pablo escribe: "Dios ha reconciliado consigo al mundo por medio de la cruz" (cf. 2 Cor 5,18-19).
c) El misterio del sufrimiento redentor
La teología católica enseña que Cristo cargó con nuestros pecados (cf. Is 53,4-5). No es un castigo de Dios sobre el Hijo, sino la expresión extrema del amor divino que asume el mal para destruirlo desde dentro.
El Sábado Santo y la Vigilia Pascual: La noche de las noches
"¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí. ¡Ha resucitado!" (Lc 24,5-6)
El Sábado Santo es día de espera. Cristo desciende a los infiernos (cf. 1 Pe 3,19), llevando la luz incluso a los confines del mundo. La Iglesia guarda silencio hasta que, en la noche, estalla la liturgia más rica de todo el año: la Vigilia Pascual.
a) La luz que vence las tinieblas
Se enciende el fuego nuevo, símbolo de Cristo resucitado. El cirio pascual entra en la iglesia, y se proclama: "¡Luz de Cristo!". El Exsultet canta: "¡Oh noche verdaderamente gloriosa, que reconcilia al hombre con su Creador!"
b) La Palabra viva
Se proclama la historia de la salvación: desde la creación hasta la Resurrección. Toda la Biblia converge aquí: Dios es fiel, Dios salva, Dios resucita.
c) Bautismo y renovación
Los catecúmenos son bautizados; la comunidad renueva sus promesas bautismales. Es el paso de la muerte a la vida. "¿No sabéis que al ser bautizados fuimos sepultados con Él en la muerte? Para que, así como Cristo resucitó, vivamos también nosotros en una vida nueva" (Rom 6,3-4).
+ El significado existencial del Triduo para el cristiano
1. Identidad bautismal: El cristiano vive este misterio no como espectador, sino como protagonista. Su vida está crucificada con Cristo (cf. Gál 2,20) y resucitada con Él (cf. Col 3,1).
2. Conversión real: El Triduo invita a una metanoia profunda: a cambiar la lógica del poder por la del servicio, del egoísmo por la entrega.
3. Comunión eclesial: Celebrar el Triduo es celebrar como Cuerpo. La liturgia une a toda la Iglesia, visible e invisible, en un único canto de redención.
4. Esperanza en medio del dolor: En un mundo marcado por el sufrimiento, el Triduo enseña que la última palabra no la tiene la muerte, sino la vida.
+ El Triduo Pascual ante el mundo no cristiano
El Triduo no es solo para creyentes. Su mensaje toca los anhelos más profundos del corazón humano:
1. La dignidad del servicio: En una cultura del ego y el éxito, el Jueves Santo muestra el poder del amor humilde.
2. El valor del sufrimiento redentor: El Viernes Santo interpela al mundo sobre el sentido del dolor, revelando que no todo sufrimiento es absurdo.
3. La posibilidad de la esperanza: La Pascua ofrece al mundo una esperanza que no es optimismo ingenuo, sino certeza basada en la Resurrección.
Juan Pablo II decía: "El hombre moderno escucha más a los testigos que a los maestros". El Triduo vivido auténticamente es testimonio elocuente de un amor que salva.
Celebrar el Triduo Pascual no es un rito más. Es entrar en el corazón del Evangelio, sumergirse en el torrente del amor trinitario y renacer con Cristo.
Para el cristiano, es un recordatorio de su vocación: morir al pecado, vivir en gracia, anunciar la victoria del amor. Para el mundo, es una invitación abierta: venid y ved, hay un Dios que muere por amor... y que resucita para dar vida.
"Pasó haciendo el bien... y lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día... y nosotros somos testigos" (Hechos 10,38-40).




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