EL INICIO... SIEMPRE OPORTUNO

Nos acercamos al inicio de la próxima Cuaresma. Cada año volvemos a las invitaciones propias del tiempo, que son para toda la vida y para todo momento: la conversión, la vuelta a Dios, la búsqueda de Dios, el arrepentimiento, la oración, el ayuno...

Las lecturas bíblicas han iniciado días atrás con el libro del Génesis y los Evangelios, con las curaciones de Jesús.

Es muy interesante como los contextos narrados en los textos bíblicos nos llevan de la mano con los acontecimientos de nuestros tiempos. Tiempos sin duda llenos de calamidad y contradictoriamente, también de alegrías.

Mientras al otro lado del mundo, suceden grandes terremotos, la guerra en Europa no se detiene, la pobreza aumenta velozmente... De este lado, tenemos nuestros propios problemas: persecución de sacerdotes, incremento de enfermedades, un corredor intensivo de emigración masiva hacia el Norte, y si fuera poco, la pobreza se extiende velozmente...

Pero, hay una pobreza aún mayor: la pobreza espiritual. No porque existan templos o grupos de gentes que cantan y alaban a Cristo, significa que Dios verdaderamente esté presente. Del fenómeno de la Pandemia que obligó a cerrar los templos y las reuniones masivas, dio paso a una búsqueda de Dios sincera y las familias en sus hogares, no sólo abrieron su corazón a la misericordia de Dios, sino a la solidaridad humana tan abandonada por todas partes.

Ahora, nos encontramos con el olvido. Se nos ha olvidado ya el dolor, la enfermedad y la muerte. Se nos ha olvidado cuidar la familia, el trabajo y la fe. Sucedió entonces que la casa construida fue sobre arena y no sobre roca. Volverán nuevas tormentas y pruebas aún más duras, y la casa no resistirá. No resistiremos, como un diluvio, seremos arrastrados por las aguas al abismo.

Se acerca Cuaresma. Es precisamente el llamado que el Señor nos hace de nuevo a nuestra mentalidad tan desmemoriada y fría, a nuestro corazón tan frágil e intrigado, a nuestra fe tan vacilante y poco cimentada.

Aún hay tiempo. Tiempo para detener este mundo que se aleja de Dios y de sus mandamientos, de su voz, de su Palabra. Tiempo para no sólo hablar de amor, paz, justicia, verdad, solidaridad o perdón. Sino, para practicarlo realmente.

Abramos los ojos, como el ciego que de nuevo ve por primera vez la luz de la verdad, del bien, de la bondad... Dejémonos quitar esa ceguera y mirar con el corazón dispuesto hacia el amor, en hacer de nuestro mundo un "génesis", una creación nueva en Cristo (Juan 3,3).

Porque sólo en Él seremos capaces de sobrellevar las penalidades de la vida presente y de enfrentar con valor, las acechanzas de los que viven en la oscuridad y quieren adueñarse de la luz (Hechos 4,12).