EL ESCÁNDALO DEL AMOR
- estradasilvaj
- 29 abr
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El Evangelio de Juan (11, 45-57) es una obra que se sumerge profundamente en el misterio de Cristo como revelación plena del Padre. En el capítulo 11, tras la resurrección de Lázaro, se produce un quiebre definitivo en la relación entre Jesús y las autoridades religiosas de su tiempo. Este momento marca el inicio del desenlace de su vida pública: la decisión de matarlo.
El pasaje comienza describiendo la reacción ante el milagro: algunos creen en Jesús al ver su poder sobre la muerte, mientras que otros corren a informar a los fariseos. Esta doble reacción, fe y delación, nos introduce en el drama humano frente a la revelación divina. La vida nueva que Jesús ofrece no deja indiferente: provoca adhesión o rechazo, fascinación o temor, entrega o conspiración.
"Muchos de los judíos que habían ido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él; pero algunos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho." (Jn 11,45-46)
Este texto revela un tema constante en el Evangelio de Juan: Jesús es signo de contradicción. Su presencia no puede ser neutral; su acción tiene consecuencias. En él se manifiesta el amor del Padre que da vida, pero ese amor, al ser tan radical, se vuelve una amenaza para las estructuras de poder.
La resurrección de Lázaro no es un milagro más: es una señal mesiánica, una anticipación de la victoria de Jesús sobre la muerte. No obstante, lejos de producir una conversión unánime, genera tensión y miedo. Las autoridades religiosas, representadas por los fariseos y sumos sacerdotes, convocan un consejo urgente.
"¿Qué haremos? Este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación." (Jn 11,47-48)
Este temor no es sólo espiritual, es político. Los líderes ven en Jesús una amenaza al orden establecido con los romanos. La fe en él podría desencadenar una revuelta, una intervención militar, una catástrofe nacional. En vez de discernir el signo como revelación de Dios, lo interpretan como un riesgo para su seguridad institucional.
Esta actitud es profundamente humana: preferimos la estabilidad a la verdad, la conveniencia a la conversión. El milagro divide porque el corazón humano es libre: puede abrirse a la vida o cerrarse en la autodefensa del poder.
En medio de la discusión del Sanedrín, el sumo sacerdote Caifás propone una solución aparentemente pragmática: eliminar a Jesús para salvar a la nación.
"Conviene que muera un solo hombre por el pueblo y no perezca toda la nación." (Jn 11,50)
Caifás razona desde la lógica del sacrificio: matar a uno para salvar a muchos. Esta frase, cargada de cinismo, se convierte paradójicamente en una profecía. Juan lo aclara:
"Esto no lo dijo por su cuenta, sino que, como sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos." (Jn 11,51-52)
Este doble nivel de lectura -histórico y teológico- es característico del Cuarto Evangelio. Dios puede servirse incluso de las estrategias humanas más perversas para realizar su plan de salvación. El asesinato que planea Caifás es, en realidad, el sacrificio redentor del Hijo de Dios, que se ofrece libremente por amor.
El Catecismo de la Iglesia enseña que la muerte de Cristo es parte del designio salifico del Padre (cf. CIC 599-600). La Providencia no elimina la libertad humana, pero actúa misteriosamente a través de ella. Incluso el pecado de rechazar a Cristo es asumido por Él en su pasión para transformar el mal en redención.
Tras la decisión del Sanedrín, Jesús ya no se muestra en público. No por miedo, sino porque su "hora" aún no ha llegado. Se retira a una región cercana al desierto, prefigurando el retiro del Siervo sufriente antes de su entrega.
"Jesús ya no se manifestaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y se quedó allí con sus discípulos." (Jn 11,54)
Este retiro no es una fuga, sino una preparación. Jesús no improvisa su pasión; la asume con libertad. La Eucaristía, la oración en Getsemaní, su silencio ante Pilato... todo será expresión de su obediencia al Padre (cf. Heb 5,8).
El texto concluye con la tensión de la inminente Pascua: todos buscan a Jesús. Algunos con devoción, otros con intención de capturarlo. El escenario está listo para la entrega suprema del Amor.
1. Jesús, el Cordero que quita el pecado del mundo
El sacrificio de Cristo no es un acto simbólico, sino una realidad objetiva de redención. Como dice el Catecismo:
"Jesús ha realizado su pasión y su muerte libremente por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar." (CIC 609)
2. El pecado estructural que mata al justo
No sólo se trata de culpas personales: hay estructuras de pecado que se disfrazan de legalidad o piedad. Juan denuncia el poder que, por miedo a perder privilegios, se vuelve cómplice de la muerte del inocente. Esto interpela a las Iglesias, a los gobiernos, a las instituciones.
3. Jesús congrega en la unidad a los hijos dispersos
La muerte de Cristo no es exclusiva, sino inclusiva. No muere solo por Israel, sino por todos. Su cruz es el nuevo árbol de la vida, abierto a judíos y paganos, a los de cerca y a los de lejos (cf. Ef 2,13-16).
4. La libertad de Cristo ante la persecución
Lejos de ser una víctima pasiva, Jesús se entrega voluntariamente. Su amor es activo, creador, redentor. Su silencio es fuerza. Su cruz, trono.
1. La fe auténtica incomoda
Vivir según el Evangelio no siempre es popular. A menudo nos hará parecer extraños, radicales, hasta peligrosos para los que prefieren la mediocridad.
2. Dios habla incluso a través de nuestros enemigos**
Como con Caifás, Dios puede usar incluso la maldad humana para realizar el bien. Esto nos invita a una confianza profunda en su Providencia.
3. **Discernir los signos de vida
Lázaro representa a todos aquellos que Dios quiere resucitar hoy: pobres, enfermos, descartados. Quien anuncia el Evangelio debe estar dispuesto a ser perseguido por defender la vida.
4. Prepararse para la cruz y la gloria
La vida cristiana es un camino hacia la Pascua. Implica cruz, sí, pero también resurrección. No hay domingo sin viernes.
El texto de Juan 11,45-57 nos pone frente a una decisión crucial: ¿estamos del lado de los que creen y siguen a Jesús, aunque eso implique perder poder o seguridades? ¿O nos aliamos con quienes, por miedo a la verdad, prefieren silenciarla?
El Evangelio es un escándalo porque no se adapta a nuestros intereses. Nos llama a salir de nosotros mismos, a perder para ganar, a morir para vivir. Hoy, como ayer, el mundo necesita testigos que, como Jesús, no huyan del conflicto, sino que lo atraviesen con amor.
"Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo." (Sal 23,4)
Que el Espíritu Santo nos conceda ser cristianos valientes, testigos de la vida que vence a la muerte, del amor que escandaliza al poder porque no se deja corromper. Que, como Jesús, vivamos para dar vida, aunque eso nos cueste todo.




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