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EL EMISARIO DEL VATICANO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 30 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

Lo esperaba una limusina que lo condujo como encubierto, a la oficina del Cardenal.

Los espías del gobierno no lograron conocer el propósito de su llegada y buscaban medios para acercarse al encuentro.

El Cardenal y el purpurado no se les vio de nuevo hasta la misa en la mañana del siguiente día.

No había ningún rastro o evidencia que demostrara el contenido de la conversación. Ambos habían hablado latín y griego, lo que hizo difícil saber con certeza lo cursado entre los dos.

El desayuno fue frugal y no muy animador. Abajo, lo esperaba la limusina que lo llevaría de vuelta al avión. A treinta minutos de vuelo, la nave siniestró.

El Cardenal recibió la noticia mientras respondía en su despacho, la correspondencia. Se levantó y caminando hacia el Cristo, dijo entre labios: "Ha comenzado", mientras su mano apretaba el pectoral.

Tomó un vaso y bebió con manos temblorosas, un trago de coñac que congeló su mirada. Su rostro se paralizó mientras el alcohol circulaba por sus venas como llama ardiente.

Dijo al secretario, convoca a los hermanos Obispos y a su Excelencia, el Nuncio Apostólico, el tiempo nos acecha.

Al acercarse mediodía, todos estaban reunidos en la Sala Mayor. Las miradas se cruzaban entre sí. Entró el señor Cardenal y todos expresaron reverencia.

"Tomad asiento. Gracias por haber venido con prontitud hermanos míos".

El Cardenal quedose en pie y sosteniendo entre manos el crucifijo, dijo con voz acentuada:

"Sus Excelencias: Alabado sea el Señor y su Santo Espíritu nos dé fuerzas en las horas más oscuras de la Iglesia.

No os atemoricéis ni dejéis que vuestro corazón se acobarde. Todo lo contrario, somos uno en Cristo.

Lo que os voy a comunicar, ya muchos de vosotros lo debéis de saber y no os sorprenderá. Aún así, mis piernas muestran flaqueza y mi espíritu se estremece.

La Sede de Pedro ha sido usurpada y la apostasía ha hendido sus garras en Roma, Oriente, Occidente y en la vieja Europa. El secuestro, la persecución y el crimen han llegado a nuestras iglesias, conventos y hogares cristianos. Los apóstatas e infieles se adueñaron de los poderes terrenos y han decretado como en primeros siglos de la Iglesia, muerte implacable a nuestra fe en Jesucristo.

Nuestro silencio y complicidad, falta de piedad y amor por el más pobre nos han llevado al cadalzo. Nuestros nombres están en la listas de nuestros verdugos.

En esta hora oscura, perdona Señor nuestra infedelidad; tu altar se ha roto y la sangre corre buscando tu salvación. Perdona pueblo mio, hermanos de sangre y de fe.

Recobrad el ánimo, el gozo del bautismo y la esperanza en la resurrección. Volvamos junto al pueblo creyente, a los que con sincero corazón invocan su Nombre.

Celebrard a Cristo, poneos en pié y batallad junto a su pueblo, nuestro redil.

No moriremos sin luchar por Cristo. Si el martirio llega, alabado sea Jesucristo. Pero nuestras manos empuñarán la cruz y la espada si fuera necesario.

Con Cristo, todo lo puedo. No vencerá el malvado, ni sojuzgará a mi pueblo con injusticias e inicuos crímenes..."

Y la Iglesia, el Pueblo enfrentó a su adversario con mano fuerte, con la cruz marcada en su alma y venció.

El emisario del Vaticano había cumplido su encargo. Y la Sede de Pedro no regresó a Roma. Un pueblo pequeño, acogía al nuevo Pontífice.


 
 
 

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