EL ELEGIDO POR DIOS EN LO SECRETO: SAN MATÍAS
- estradasilvaj
- 13 may
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«Propusieron dos: José, llamado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezando, dijeron: “Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado, del que ha prevaricado Judas para marcharse a su propio puesto”. Les repartieron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.» (Hechos 1, 23-26)
La elección de San Matías no ocurre en cualquier momento de la historia cristiana. Tiene lugar en el breve, denso y profundamente simbólico intervalo entre la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. La Iglesia primitiva, todavía insegura, desconcertada por los eventos recientes, se reúne en oración y reflexión.
En este interludio, Pedro toma la palabra —como líder incipiente y vocero de la comunidad apostólica— y propone restaurar el número simbólico de los doce apóstoles, en memoria de las doce tribus de Israel (cf. Mt 19,28). Judas ha traicionado al Maestro y su puesto debe ser ocupado por alguien que haya estado con Jesús “desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado al cielo” (Hch 1,22).
Este criterio nos revela algo esencial: el nuevo apóstol no será un improvisado ni un recién convertido, sino un discípulo silencioso, constante y fiel que ha seguido a Jesús desde el principio… aunque no haya figurado en ninguna página estelar del Evangelio. Y en esta discreción providencial emerge Matías.
A. Dos hombres, una elección.
El texto es breve, sobrio, casi frío: “Propusieron dos”. José Barsabá y Matías. No hay mayor descripción, elogios ni narraciones de hechos heroicos. Ninguno de los dos tiene milagros a su nombre, ni discursos encendidos. Apenas sabemos que José era también llamado “Justo”, lo que podría sugerir una cierta fama o reputación.
Pero lo interesante es que el método de elección, luego de la oración, es lanzar suertes. ¿Un juego de azar para algo tan solemne? ¿Acaso no debería haber una voz del cielo, un fuego descendente, una paloma posándose sobre uno de ellos?
No. Los apóstoles oran, y después se someten humildemente a la mecánica del azar confiado. Un modo paradójico de decir que, cuando se ha orado y se vive en comunión, hasta el azar puede ser canal de la voluntad divina. No fue el dado, fue la disposición de fe la que hizo que la suerte revelara lo que Dios ya había dispuesto.
B. Dios ve el corazón
La oración de los apóstoles es una joya teológica: «Tú, Señor, que conoces el corazón de todos». No buscan al más carismático, ni al que tenga mejor currículum. Saben que lo esencial es invisible a los ojos —como diría el principito— y solo Dios penetra el corazón humano.
Y aquí emerge un principio esencial para toda vida cristiana:
No es nuestro historial lo que define nuestra vocación, sino nuestra disposición interior.
No basta con estar presente físicamente, sino con haber amado profundamente, aun en la sombra.
El nombre de Matías no aparece antes en los Evangelios. Tampoco se mencionan milagros suyos después. En ese sentido, Matías es una figura emblemática de miles —quizás millones— de discípulos de Jesús que han sido fieles en lo escondido. No hicieron historia a los ojos del mundo, pero están inscritos en la historia de la salvación.
Su elección recuerda las palabras de Jesús:
“Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,6).
A. El valor de la constancia.
Matías estuvo con Jesús desde el principio, aunque nunca aparece en primer plano. Su elección demuestra que la fidelidad silenciosa también es indispensable en la Iglesia. La constancia, a menudo subestimada en una cultura que glorifica lo inmediato y espectacular, es la virtud de quienes construyen el Reino de Dios paso a paso.
B. Una vocación sin ruido.
Matías no fue llamado en la ribera del mar como Pedro o Juan, ni derribado por una luz como Pablo. Su vocación no fue dramática, sino discernida por la comunidad. Y esto es profundamente actual: muchas vocaciones hoy no nacen de epifanías, sino del discernimiento comunitario, la escucha mutua, y la oración compartida.
La elección de san Matías, ¿qué nos puede enseñar?
1. No se necesita ser visible para ser valioso.
Vivimos en un mundo de exposición constante. Las redes sociales nos hacen creer que solo existe quien publica, quien brilla, quien es viral. Pero Matías nos recuerda que los grandes de Dios muchas veces son anónimos para el mundo.
¿Eres padre, madre, maestro, trabajador anónimo?
Tu servicio cotidiano, hecho con amor, puede tener más peso en la balanza de Dios que los actos públicos de miles.
"Dios escribe con manos que nadie ve, en páginas que no se publican."
2. Dios no elige a los mejores, sino a los disponibles.
La elección de Matías nos enseña que Dios no se guía por nuestras categorías de éxito o aptitud. Él busca corazones disponibles, dóciles y confiables. La vocación no es un premio al mérito, sino un don inmerecido.
No importa cuántas veces fallaste. Si hoy tu corazón está abierto, puedes ser elegido.
3. La oración comunitaria como fuente de discernimiento.
Los apóstoles no decidieron solos. Rezaron juntos. Discutieron. Discernieron. Esto nos invita a rescatar la dimensión comunitaria del discernimiento. Vivimos tiempos de hiperindividualismo, donde cada uno "se guía por lo que siente". Pero muchas veces, el Espíritu habla a través del otro.
¿Tomas decisiones importantes solo? ¿Consultas? ¿Te dejas interpelar por la comunidad creyente?
4. Aceptar que algunos caminos no son para nosotros.
José Barsabá no fue elegido. Y no hay señales de que haya protestado. Tal vez le dolió, tal vez no. Pero la Escritura no narra resentimiento alguno. Quizás él también entendió que no todos los caminos buenos están destinados a ser los nuestros.
A veces deseamos un rol, una misión, una vocación, que simplemente no nos corresponde. Y no por falta de mérito, sino porque no es el plan de Dios para nosotros. Aceptar esto con paz es señal de verdadera madurez espiritual.
La elección de Matías es también una imagen de cómo debe funcionar la Iglesia:
Oración, comunidad, apertura a lo inesperado, fidelidad en lo pequeño.
En un tiempo donde se cuestiona la transparencia y autenticidad de muchas decisiones eclesiales, este episodio recuerda que el Espíritu sigue actuando cuando hay verdadera comunión, humildad y deseo de hacer la voluntad de Dios.
También es un mensaje a quienes se sienten "no elegidos", "olvidados", "a la sombra":
Quizás no ocupes la silla visible, pero si tu fidelidad es firme, tu nombre ya está en el corazón de Dios.
Además, podemos aprender:
1. La fidelidad silenciosa tiene recompensa eterna.
Matías nunca figuró en la historia, pero su nombre está escrito en los cimientos del nuevo Israel. Dios ve lo que los algoritmos no miden.
2. Discernir no es adivinar, es confiar.
Los apóstoles no buscaron señales mágicas, sino que rezaron y actuaron. La fe no es pasividad supersticiosa, sino decisión confiada.
3. No temas ser invisible si estás haciendo el bien.
El Reino se construye con ladrillos que nadie ve. Si tu labor es honesta y entregada, tu vida ya da fruto, aunque no tengas aplausos.
4. Aceptar con paz que no todo papel nos toca.
José Barsabá fue digno, pero no elegido. Eso no lo hizo menos santo. En la vida, a veces debemos soltar incluso los buenos sueños, porque Dios tiene otros mejores.
5. Dios elige con ojos eternos.
No mires tu vida desde los éxitos inmediatos. Mira con la perspectiva de la eternidad. Pregúntate no “¿qué logré?”, sino “¿a quién amé con fidelidad?”




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