EL DON DE SANAR
- estradasilvaj
- 7 jun 2022
- 3 Min. de lectura
Son dos asuntos diferentes: sanar el cuerpo y expulsar los demonios. Jesús tenía ese poder y otros más.
Un amigo me dijo que pedía a Dios le concediera el don de sanación. A mí también me gustaría sanar tanto dolor y sufrimiento humano. La labor de los médicos es tan central en la vida humana, que hoy en día no son capaces de curar y salvar lo más posible de los millones que sufren y están al borde de la muerte.
Jesús teniendo ese infinito poder no logró curar a todos.
Me gustaría compartir tres reflexiones que vienen a tono con los próximos días de la Cuaresma.
1. La sanación es ante todo un acto de fe. Cuando Jesús se encontraba con un paralítico, un enfermo grave o moribundo, un leproso le preguntaba si quería ser curado. Obviamente que sí. Pero Jesús se refería a la aceptación de ser sanado por la fe en él.
La fe no es un acto mental, ni emotivo, ni de la voluntad. El "sí quiero ser sanado" es una respuesta ante la invitación de Jesús de reconocer su divinidad, su poder de transformar el dolor en gozo, la muerte en nueva vida.
2. Sana quien está dispuesto a cambiar su modelo de vida roto, corrompido por sus pecados. No es un acto mágico ni milagroso. Es tirar al canasto de la basura aquello que me tiene atado de llagas, enfermedades, penas, dolores, fracasos, cánceres... Detrás de una grave enfermedad hay una una mayor enfermedad moral o quizás espiritual.
De hecho, muchas personas han sanado milagrosamente porque decidieron romper con esas ataduras morales, sociales, espirituales llenas de odio, corrupción, veneno, ignorancia... Habían endiosado al poder, al dinero, la fama, los placeres mundanos, las ambiciones...
Porque bien lo dijo Jesús: "Nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre. Lo que sale del corazón del hombre es lo que lo hace impuro". (Marcos 7,15)
3. La oración tiene poder sanador. Recuerdo en varias ocasiones que algunas personas y grupos nos unimos para orar por la curación de un joven que tenía un cáncer cerebral. Dios obró y el joven no tuvo que operarse porque había desaparecido el mal.
Un hombre o mujer que desea sanar a su prójimo debe orar mucho, porque es Dios quien da la gracia y a Él sea siempre la honra y la gloria. No a nosotros.
4. El auxilio de la Madre de Dios, María. Cuando pequeño tenía algún problema en la escuela, era mi madre quien mediaba. En los momentos de confusión y dificultad, allí estaba mi madre dando aliento y valor. Ella, me conducía al auxilio maternal de la Madre de Cristo.
No desprecies este auxilio y ayuda por falsas y erróneas ideas sin caridad cristiana.
Todas las noches rezo el Santo Rosario y estoy plenamente seguro que aquellos que me han pedido ayuda espiritual, están mucho mejor en su cuerpo y alma.
5. No basta sanar el cuerpo, sino también el alma. Jesús lo hizo expulsando demonios, ofreciendo agua viva, con maravillosas parábolas.
La gente de hoy en día se ha olvidado de su alma y piensan que cuidando su cuerpo vivirán más tiempo. De hecho terminan mal, casi deformados y sin saber si su alma está lista para el viaje.
El alma es el centro de la vida, no es corazón.
Nuestra alma que no vemos, pero que es parte de nuestra persona debe ser cuidado con mayor estima, porque es lo que sobrevive al final.
Tres actos para que su alma sea salva y agradable a Dios:
1. Desprecie toda forma de pecado. 2. Limpie su alma con el arrepentimiento, el ayuno y la oración cada día. 3. Comulgue con frecuencia y hallará la gracia y las fuerzas para que su cuerpo no padezca de enfermedades y sufrimientos.
Así que, si quieres sanar a otros, inicia contigo mismo.
Benditas las manos que nos traen gozo y paz.



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