EL DESTINO DE LA IGLESIA
- estradasilvaj
- 8 jun 2022
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Empecé a escribir y me percaté que la pluma me conducía a un imaginario destino, casi apocalíptico o irreal. Entonces, rompí las hojas ya escritas y empecé de nuevo. Este es el mensaje.
Venía caminado ya entrada la noche, recién se ha había escapado del horizonte la penumbra. Escuché detrás de mí a una mujer que le decía a su pequeña hija en respuesta si aquel monumento de piedra era Jesús. Ella le dijo: "No, ese monumento de piedra no es Jesús. No tiene vida. Jesús está en tu corazón, en tu vida, toda tu vida si amas".
Al llegar a casa, mi mente recorrió muchos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento. Tomé un tiempo en otros asuntos hasta que aquellos dilemas reposaran como el paso de un tornado y llegara la calma.
La pregunta más enigmática que me rondaba en mi cabeza era precisamente sobre cuál sería el "destino de la Iglesia". Pues no niego que la confusión es una táctica del enemigo de la Iglesia, de nuestra fe en Jesús.
Quiero entonces dedicar mi reflexión a lo que llamamos iglesia, y que no es precisamente una institución.
En primer lugar, la iglesia es un lugar santo, porque Dios es santo: "Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies: «El es santo». (Salmo 98:5)
El Concilio Vaticano II nos habla de la Iglesia como el Pueblo de Dios (Constitución dogmática Lumen Gentium, 9, Catecismo de la Iglesia Católica, 782).
No se refiere a un pueblo en específico, sino a ese lugar del encuentro con Dios, porque es Él que "quiere la salvación para todos "(1 Tim 2:04). Un lugar donde ""no hay ni judío ni griego... porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28).
Sin embargo, a lo largo de los siglos el hombre ha constituido y construido sus propios templos. Vemos la proliferación de templos o lugares por todas partes y de toda clase de religiones o sectas denominadas protestantes.
No basta el templo material o físico para llamarse Iglesia, o un cristiano, católico, musulmán, judío, etc.. Porque el templo o iglesia no es nada si no la habita Dios. Si allí no crece el amor humano. Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el Señor (Jn 13:34) en la que se edifica la Iglesia.
Este Pueblo que somos nosotros, tenemos una misión en este mundo: llevar esperanzas y salvación. Y sin amor al prójimo y a Dios no se logra.
Cuál será entonces el destino de este Pueblo edificado por el llamado de Dios mismo y recordado de manera reincidente por Jesús en los Evangelios con parábolas y obras realizadas por Él como enviado del Padre? Cuál será el final?
El fin es el Reino de Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (cf. Lumen Gentium, 9).
Sobre ello Jesús tiene varias parábolas que cito porque vienen con lo que reflexionamos:
"El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra." (Mateo 13:43-46)
Asistimos a nuestros templos de piedra o ladrillo con veneración, pero nos olvidamos que Dios está más allá de ellos. Nos quedamos en lo material, en lo tangible, en el cumplimiento. No es así.
Es en la búsqueda del Reino de Dios donde debemos aspirar y trabajar como llamados y creados por y para Él. Es ese tesoro escondido, esa perla fina. Dejamos lo que poseemos, nos desprendemos de lo que nos ata, vendemos todo aquello por obtener y poseer ese Reino. Ese es el verdadero propósito.
Pero los hombres y las ideologías materialistas u oscuras nos confunden y engañan. Se han apropiado de las cultos y tradiciones religiosas y han hecho de ellas fiestas idolátricas que ofenden la santidad de Dios.
La respuesta de aquella mujer a su pequeña hija, me ha avergonzado. Pues, no basta hacer el bien, ir a misa, al culto, a la ceremonia religiosa, ofrendar, ayunar, orar.. Dios quiere más de cada uno de nosotros, de nuestra vida que tratamos de vivir minuto a minuto de la mejor o peor manera.
No te dejes engañar por las tentaciones y promesas de los hombres incultos, fariseos y malhechores de nuestro tiempo.
Cuentas con mi soporte espiritual cada noche. Busca ese tesoro oculto o perla valiosa más allá de tus ojos.




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