EL DESPERTAR Escritos de libertad de un pueblo
- estradasilvaj
- 17 sept 2022
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Estaban casi todos ciegos por la neblina que cubría la costa, no alcanzaban mirar la cima de la colina, no sabían que existía detrás de ella. Ciegos, como embrujados caminaban unos detrás de otros. Era una neblina morbosa que navegaba al canto de sirenas, hacia un desfiladero, en dirección a los acantilados.
Aquellos habitantes se acostumbraron a no pensar por sí mismos, a no saber decidir por su mañana, sólo a recibir las migajas de los opresores a quienes seguían cabizbajos y daban culto repitiendo sus pérfidas consignas labriegas.
Pero había unos de rostro joven y limpio, que no pensaban ni aspiraban a quedarse en la costa pintada de colores infantiles. Por dentro abrigaban una rebelión que encendía sus ideas y aspiraciones de libertad. Nadie decía nada sobre la libertad.
Qué somos sin la libertad? No somos nada, más que esclavos y mulos de un molino que oprime el pan de los pobres.
Esas ideas y aspiraciones se hicieron voz y protesta. Mas no sabían aquellos pequeños rebeldes del poder mortífero que la víbora guardaba entre sus colmillos.
Los días nacían y las noches dormían detrás de la colina. Las aguas saladas del mar llevaban riqueza y pobreza, sed y semillas, y las tormentas inundaban la costa de males y fiestas.
Los ojos por dentro abrieron el pensamiento y éste llenó el corazón de encendido coraje. Fue una chispa inesperada, prendida por el mismo opresor. Como calculada y fría estrategia, la colina se vio rodeada de lobos y bestias feroces.
Cayeron dos y cuatro tiñendo la arena de rojo, y el grito se escuchó lleno de furor rompiendo los mitos y cadenas que aprisionaban el espíritu humano. Los días y noches se fueron sumando, cayeron viente y luego diez y diez más. Entre más caían mortalmente, el grito se hacía más grande.
Por cada uno, se hicieron miles. Miles llegaron más allá de la colina, y el opresor sintió miedo. Tanto miedo que se amuralló y rodeó de homicidas y salvajes. Comenzó a fantasear la realidad, a planificar su propia destrucción dejando en el tiempo un rastro infame de sangre y terror.
Fue entonces, que aquel dormido pueblo despertó, comenzó a salir del oscuridad pintada de luces y colores circenses, como inventados por una nigromántica o hechicera seductora del mal.
Empezó una camino inimaginable, sin vuelta atrás, cundido de hombres y mujeres, niños y jóvenes, ancianos y enfermos que en sus manos y alma llevan una enseña azul y blanco.
Un pueblo sin libertad, es una colina rodeada de alambradas y minas, donde el amor se cubre de morbo y adulterio, y las heridas se envenenan de savias que roban la vida y los sueños de los frágiles pequeños.
Aquel día se hizo despertar, inundó de valor el espíritu y el miedo se hizo luz en medio de la siniestra noche.




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